/ martes 25 de junio de 2024

COMEXI | El estilo personal de gobernar

Recién electa, y meses atrás, el tema de conversación y de las columnas de opinión ha sido la exigencia colectiva y comentócrata de que la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, muestre “su manera personal de gobernar”.

Invariablemente esta exigencia viene desde una posición machista, pues no se busca un distintivo o un sello de su personalidad, sino que pruebe que no gobierna bajo la obediencia a su antecesor.

Claro, porque la obediencia, el sometimiento o la falta de determinación —desde esa limitada concepción— es un rasgo distintivo del liderazgo en una mujer.

Desde antes del inicio del gobierno ya hay una hipervigilancia hacia su figura. Veo al menos dos problemas en ello:

La vigilancia no tiene criterio, solo es una comparación. Si hay continuidad a las políticas, programas y al balance del ejercicio institucional del poder, podrá parecer que solo fue artífice de los mandatos de su predecesor. Si los resultados del sexenio terminan siendo positivos, parecerá que la presidenta nunca adoptó un cambio en el rumbo. Si no lo son, se dirá que fue porque se distanció de la estrategia previa o porque la continuidad fracasó. Esta narrativa no busca evaluar sino probar un punto.

El segundo problema es que se espera un gobierno personalista. Tal como refiere Daniel Cosío Villegas en su obra "El estilo personal de gobernar", asumir que una persona puede imprimir su temperamento, carácter o experiencias personales a su estilo de liderazgo implica un gobierno altamente personalizado y de instituciones débiles.

Sin embargo, este debate —por ahora sin profundidad— pudiera abrirse a la oportunidad de incorporar una perspectiva interesante sobre la forma en que se ejerce el poder. Por ejemplo, el de Jacinda Ardern, la exministra de Nueva Zelanda.

En días recientes, Ardern anunció que emprenderá un programa para líderes políticos centrado en el liderazgo con amabilidad y empatía. Esto derivado de su experiencia como primera ministra y la necesidad de un enfoque humano y empático sobre cómo se enfrentan los desafíos.

Nombrado “Field”, el programa comenzará en Europa y reunirá a líderes progresistas durante un año para explorar soluciones a desafíos globales como la crisis climática y la desigualdad. El programa, organizado por Global Progress Action del Center for American Progress Action Fund, busca crear una red de líderes que utilicen el idealismo, hablen con esperanza y optimismo, y se esfuercen por unir en lugar de dividir.

La iniciativa de Ardern subraya la importancia de liderar con empatía y la necesidad de repensar nuestras expectativas sobre los líderes.

La hipervigilancia sobre la figura de Claudia Sheinbaum, alimentada por nociones machistas y comparativas constantes, refleja una comprensión errónea de lo que deberíamos observar de su estilo personal de liderazgo. Invito a reevaluar nuestras expectativas y dirigir nuestra atención hacia un liderazgo que, más bien, vele por el bien común.

MITZI PINEDA es asociada del Programa Jóvenes Comexi. Maestra en administración y políticas públicas por el CIDE y actual funcionaria pública. Es Miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre Sociedades del conocimiento y educación del COMEXI.

Pueden seguirla en X como @mitpinedac

Recién electa, y meses atrás, el tema de conversación y de las columnas de opinión ha sido la exigencia colectiva y comentócrata de que la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, muestre “su manera personal de gobernar”.

Invariablemente esta exigencia viene desde una posición machista, pues no se busca un distintivo o un sello de su personalidad, sino que pruebe que no gobierna bajo la obediencia a su antecesor.

Claro, porque la obediencia, el sometimiento o la falta de determinación —desde esa limitada concepción— es un rasgo distintivo del liderazgo en una mujer.

Desde antes del inicio del gobierno ya hay una hipervigilancia hacia su figura. Veo al menos dos problemas en ello:

La vigilancia no tiene criterio, solo es una comparación. Si hay continuidad a las políticas, programas y al balance del ejercicio institucional del poder, podrá parecer que solo fue artífice de los mandatos de su predecesor. Si los resultados del sexenio terminan siendo positivos, parecerá que la presidenta nunca adoptó un cambio en el rumbo. Si no lo son, se dirá que fue porque se distanció de la estrategia previa o porque la continuidad fracasó. Esta narrativa no busca evaluar sino probar un punto.

El segundo problema es que se espera un gobierno personalista. Tal como refiere Daniel Cosío Villegas en su obra "El estilo personal de gobernar", asumir que una persona puede imprimir su temperamento, carácter o experiencias personales a su estilo de liderazgo implica un gobierno altamente personalizado y de instituciones débiles.

Sin embargo, este debate —por ahora sin profundidad— pudiera abrirse a la oportunidad de incorporar una perspectiva interesante sobre la forma en que se ejerce el poder. Por ejemplo, el de Jacinda Ardern, la exministra de Nueva Zelanda.

En días recientes, Ardern anunció que emprenderá un programa para líderes políticos centrado en el liderazgo con amabilidad y empatía. Esto derivado de su experiencia como primera ministra y la necesidad de un enfoque humano y empático sobre cómo se enfrentan los desafíos.

Nombrado “Field”, el programa comenzará en Europa y reunirá a líderes progresistas durante un año para explorar soluciones a desafíos globales como la crisis climática y la desigualdad. El programa, organizado por Global Progress Action del Center for American Progress Action Fund, busca crear una red de líderes que utilicen el idealismo, hablen con esperanza y optimismo, y se esfuercen por unir en lugar de dividir.

La iniciativa de Ardern subraya la importancia de liderar con empatía y la necesidad de repensar nuestras expectativas sobre los líderes.

La hipervigilancia sobre la figura de Claudia Sheinbaum, alimentada por nociones machistas y comparativas constantes, refleja una comprensión errónea de lo que deberíamos observar de su estilo personal de liderazgo. Invito a reevaluar nuestras expectativas y dirigir nuestra atención hacia un liderazgo que, más bien, vele por el bien común.

MITZI PINEDA es asociada del Programa Jóvenes Comexi. Maestra en administración y políticas públicas por el CIDE y actual funcionaria pública. Es Miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre Sociedades del conocimiento y educación del COMEXI.

Pueden seguirla en X como @mitpinedac

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