/ martes 11 de junio de 2024

COMEXI | Hablar de continuidad para la política educativa en México. ¿Buenas noticias?

Los resultados de la pasada jornada electoral en México han abierto la posibilidad de dirigirnos hacia una probable continuidad y deseable consolidación del actual proyecto educativo nacional. Lo cual resulta esperanzador, ya que en los últimos veinte años nuestro sistema educativo ha vivido por lo menos seis reformas educativas y otros muchos más intentos de mejora.

Diversos artículos académicos señalan que la continuidad en las políticas públicas es fundamental para encaminar las intervenciones hacia procesos eficaces y eficientes, ya que posibilita contar con mecanismos de seguimiento y evaluación que facilite su mejoramiento y adecuación. Por tanto, hablar de estabilidad en las políticas públicas, incluyendo por supuesto a las educativas, es transitar hacia procesos de seguimiento que permitan realizar ajustes e innovaciones en pro de su fortalecimiento y pertinencia. Para abonar a la necesidad de la necesidad de contar con políticas educativas eficaces, es necesario tener presente nuestra realidad educativa.

Tan solo consideremos que desde el año 2004, México se encuentra entre los países con las peores posiciones respecto al porcentaje de estudiantes con niveles uno y por debajo de competencia lectora en las pruebas PISA. Estos resultados prevalecen, como lo indica la penúltima posición en la que se ubica nuestro país para el año 2022. Aunque la descontextualización de dichas pruebas pueda señalarse, es irrefutable que los niños de nuestro país requieren de sólidas capacidades lectoras, matemáticas y científicas para enfrentar y contribuir a los crecientes y complejos desafíos que caracterizan a nuestras sociedades.

Además de los alcances en los aprendizajes, alejarnos del camino de las constantes rupturas en los proyectos educativos podría representar hoy, la posibilidad de contribuir a la imparcialidad que tanto se ha buscado las políticas públicas compensatorias instauradas desde los años noventa, a fin de impedir que condiciones sociales y/o personales desfavorables afecten el desarrollo educativo de niñas, niños y jóvenes mexicanos.

Por ello, hay que reconocer que la continuidad de las políticas y de los programas que de ellas se derivan, son fundamentales para poder insertarlos en una espiral de mejora continua, sin temor a que los esfuerzos tiendan a caer en la obsolescencia, ya que lo que requieren los esfuerzos no es que se invaliden y cancelen con cada cambio de gobierno, sino que, con base en datos precisos sobre sus alcances, se mejoren y actualicen constantemente, desde un verdadero sentido público que busque el beneficio de sus ciudadanos.

Asimismo, es preponderante la necesidad de poner los fines educativos en prioridad, para encausar los esfuerzos gubernamentales con un verdadero compromiso político que abone a su fortalecimiento, con una visión a largo plazo, que pueda incluso trascender sexenios. Sin duda, invertir en un mejor proyecto educativo, insertado en procesos de mejora continua resulta crucial, no solo para el desarrollo de nuestro país, también para abordar desigualdades y la promoción del desarrollo económico y social. Sin olvidar que, desde lo educativo, puede contribuirse a la construcción de un país más próspero y equitativo.

TANYA GONZÁLEZ HERNÁNDEZ es Maestra en Innovación Educativa por la Universidad Intercontinental. Profesora en la Escuela Superior de Comercio y Administración en el IPN, en donde se ha desempeñado como subdirectora de Formación Docente. Asociada COMEXI.

La pueden seguir en X como @TatiGlez_

Los resultados de la pasada jornada electoral en México han abierto la posibilidad de dirigirnos hacia una probable continuidad y deseable consolidación del actual proyecto educativo nacional. Lo cual resulta esperanzador, ya que en los últimos veinte años nuestro sistema educativo ha vivido por lo menos seis reformas educativas y otros muchos más intentos de mejora.

Diversos artículos académicos señalan que la continuidad en las políticas públicas es fundamental para encaminar las intervenciones hacia procesos eficaces y eficientes, ya que posibilita contar con mecanismos de seguimiento y evaluación que facilite su mejoramiento y adecuación. Por tanto, hablar de estabilidad en las políticas públicas, incluyendo por supuesto a las educativas, es transitar hacia procesos de seguimiento que permitan realizar ajustes e innovaciones en pro de su fortalecimiento y pertinencia. Para abonar a la necesidad de la necesidad de contar con políticas educativas eficaces, es necesario tener presente nuestra realidad educativa.

Tan solo consideremos que desde el año 2004, México se encuentra entre los países con las peores posiciones respecto al porcentaje de estudiantes con niveles uno y por debajo de competencia lectora en las pruebas PISA. Estos resultados prevalecen, como lo indica la penúltima posición en la que se ubica nuestro país para el año 2022. Aunque la descontextualización de dichas pruebas pueda señalarse, es irrefutable que los niños de nuestro país requieren de sólidas capacidades lectoras, matemáticas y científicas para enfrentar y contribuir a los crecientes y complejos desafíos que caracterizan a nuestras sociedades.

Además de los alcances en los aprendizajes, alejarnos del camino de las constantes rupturas en los proyectos educativos podría representar hoy, la posibilidad de contribuir a la imparcialidad que tanto se ha buscado las políticas públicas compensatorias instauradas desde los años noventa, a fin de impedir que condiciones sociales y/o personales desfavorables afecten el desarrollo educativo de niñas, niños y jóvenes mexicanos.

Por ello, hay que reconocer que la continuidad de las políticas y de los programas que de ellas se derivan, son fundamentales para poder insertarlos en una espiral de mejora continua, sin temor a que los esfuerzos tiendan a caer en la obsolescencia, ya que lo que requieren los esfuerzos no es que se invaliden y cancelen con cada cambio de gobierno, sino que, con base en datos precisos sobre sus alcances, se mejoren y actualicen constantemente, desde un verdadero sentido público que busque el beneficio de sus ciudadanos.

Asimismo, es preponderante la necesidad de poner los fines educativos en prioridad, para encausar los esfuerzos gubernamentales con un verdadero compromiso político que abone a su fortalecimiento, con una visión a largo plazo, que pueda incluso trascender sexenios. Sin duda, invertir en un mejor proyecto educativo, insertado en procesos de mejora continua resulta crucial, no solo para el desarrollo de nuestro país, también para abordar desigualdades y la promoción del desarrollo económico y social. Sin olvidar que, desde lo educativo, puede contribuirse a la construcción de un país más próspero y equitativo.

TANYA GONZÁLEZ HERNÁNDEZ es Maestra en Innovación Educativa por la Universidad Intercontinental. Profesora en la Escuela Superior de Comercio y Administración en el IPN, en donde se ha desempeñado como subdirectora de Formación Docente. Asociada COMEXI.

La pueden seguir en X como @TatiGlez_

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