Quiero hablar con el diablo
Hoy decidí hablar con el diablo.
Porque la verdad anda suelto y ha vuelto al mundo un poco loco, en ocasiones desquiciado, en ocasiones perdido. Se ha ido robando la alegría de muchos hombres, pueblos y ciudades.
A unos les ha robado el amor, a otros les ha robado la esperanza, a otros les ha robado los hijos, las esposas, los amores, las ilusiones, la tranquilidad.
Sí, el diablo anda suelto y hay que sentarse a hablar con él para negociarle una tregua.
Miro a mi alrededor y no pierdo la esperanza de poder negociar con ventaja.
Veo en miles de ciudades a jóvenes que luchan sea por el clima, sea por el cambio de regímenes, sea por tener espacios de amor, sea solo por volver a tener la esperanza.
Tengo a mi favor un arsenal de avances en tecnología, en la ciencia, en la imaginación, en el arte que pueden hacer del nuestro un mundo mejor.
También llevo en mi portafolio de negociación miles de amores que se dan cada día, miles de besos que se dan los amorosos con la esperanza de volver a abrazarse el día que viene y el otro también.
Llevo miles de sonrisas de niñas y niños en el mundo que aún no descubren la maldad a pesar de la insistencia permanente de los medios, de los juegos que les aprenden a hacer la muerte, a construir la tragedia o hacer del otro un olvido.
Pero el diablo es terco y no se deja vencer.
Y nos deja esta época de miedo, de temor hacia el otro y del hermano y hasta de quien creemos amar porque nos abandonan.
Si, el diablo anda por todas partes y hay que encontrarlo.
Se les ha metido en el alma a los políticos, se les mete en el corazón a los curas, se apodera de las almas de los jóvenes que no tienen otra esperanza que la de sobrevivir día a día, se les mete en el alma a los amantes porque se empiezan a olvidar. Nos hace, por olvido o por comodidad, destruir casi todo lo que nos rodea.
Pero también está a la entrada de los templos, de las sinagogas, de las mezquitas, de los palacios de gobierno, de muchos corazones que no se atreven a resistir porque les ofrece las frutas del pecado fácil, del odio y de la cólera.
Espera a sus víctimas, siempre, y las domina…nos domina.
Por eso lo debemos buscar en todas partes.
Tal vez alguien tiene su correo electrónico, su twitter, su Facebook, o al menos su dirección postal para poder hacer una cita y hablar con él.
Decirle que ya estamos cansados de tantos muertos en las calles, en las iglesias, en los bosques.
Decirle que no nos deje destruirnos como humanidad porque, al final, también está de por medio su propia existencia. Si no hay hombres no hay diablo, también es verdad.
Decirle que ya estamos cansados de él.
De su maldad.
De su respiración, de su olor a muerte en todos los rincones de la tierra.
Cansados de ver tantos niños morir, tantas mujeres hurgar en la basura para comerse los restos de quienes dejan algo, de ver hombres en la calle durmiendo porque no tienen abrigo, porque ya no tienen fuerzas si siquiera para morir.
Negociarle para que haya nuevas oportunidades al amor, a la esperanza, a la ilusión para si quiera tener un buen morir.
Que podamos hacer una tregua para que no lo liquidemos tampoco a él en esa dinámica de la destrucción en la que estamos metidos.
Tengo que negociar con el diablo porque tengo la impresión que dios nos ha olvidado.