Recuperar los olores del pasado, los de cuando uno era niño, es una manera de recordar y de cierta manera volver a vivir. El ejemplo más universal de ello lo describió el escritor francés Marcel Proust en su novela Por el camino de Swann en el que al hablar de los olores de las magdalenas, esos pequeños bollos en forma de concha, los recuerdos vienen no solo como nostalgia sino como una manera de volver a vivir, como si se buscara el tiempo perdido.
Toluca es una ciudad con poca memoria colectiva. Sin embargo hay muchos toluqueños que escriben y comparten sus recuerdos y nos los trasmiten. Rehacen lugares, personas, espacios públicos o particulares en los que se desarrollaba la vida cotidiana de la ciudad en distintos tiempos. Con ello alimentan la memoria colectiva y despiertan la imaginación. Son testimonios que se escriben, muchos de ellos, de manera anónima pero que tienen un valor importante. Son los cronistas populares. Textos que recibo o los he conocido a través de las redes sociales. Uno de estos, y cuyo autor desconozco, nos cuenta de los aromas de Toluca de los años sesenta y setenta de varios tiempos y dice:
“Todo tiempo, tiene sus propios aromas. De los aromas, olores, esencias y bouquet característicos de nuestra Toluca de los sesentas y setentas.
“Quién no recuerda alguno de los siguientes?.
“El olor a las Palomitas que por años hemos disfrutado cuando caminamos por Los Portales, el olor a chorizo de las ricas tortas de La Vaquita y a un ladito, el olor de las veladoras de la cerería, cuyo nombre no recuerdo.
“La esencia de los perfumes y lociones que nos cautivaba al entrar a la Perfumería Corona; el especial olor a componentes químicos de la farmacia Central o de la Farmacia Azul y de la añeja Botica La Moderna.
Recuerdan el olor a Paella del famoso español a quien apodaban el Guajiro? su nombre era Antonio Sampedro y tenía su pequeño restaurante en las calles de Rayón, entre Lerdo e Independencia.
“Entrar a la pescadería Casa Bermudez a comprar sus famosas empanadas de pescado, era todo un regalo al olfato y al paladar del sibarita. Ese negocio, quedaba en Independencia e Isabel la Católica, muy cerca de la famosa escuela primaria Miguel Alemán.
“El olor a los tacos de plaza en el antiguo Mercado 16 de septiembre, ahora Cosmovitral; la pastelería La Cristal y la panadería Los Portales de los hermanos Larregui olían a ambrosía, al igual que los bolillos de la panadería la Libertad.
“Por el rumbo, el olor a café con leche del Café Liho; el de los bisquets recién horneados de la cafetería de la tienda Woolworth.
Por supuesto, el delicioso bouquet del café del mítico restaurante Impala, recientemente desaparecido; el de los esquites, elotes y tamales que vendían a las puertas de la famosa Violeta.
“Y qué tal el aroma a café que estimula nuestro cerebro y que nos anunciaba que estábamos pasando por la tradicional tienda de ultramarinos El Fénix, que fue la primera charcutería en Toluca; o el del café Elvira por los rumbos del Seguro viejo, sin olvidar que en la entrada a esta nuestra tierra viniendo de la CDMX, el placer del aroma a café tostado de la Nestlé.
“Y bueno, quien no recuerda el adictivo olor de los tacos de El Sol? por el rumbo de 5 de febrero, o el que despedía el trompo de Don Esteban y sus deliciosos tacos al pastor; muy cerca de ahí, sobre la calle de Lerdo, los de cabeza y lengua de la taquería el eclipse o puede que me haya equivocado de nombre pero también tiene que ver con uno tomado del espacio sideral; o el de los primeros tacos al carbón que hubo en nuestra ciudad en una contraesquina de la Alameda y también los ricos tacos de La Diligencia, en Felipe Villanueva por La Bombonera”. (1)