El corrido como género musical tiene muchos años entre nosotros y, sin dudarlo, son Los Tigres del Norte uno de sus máximos exponentes junto a Los Alegres de Terán, Los Gorriones del Topo Chico, Los Montañeses del Álamo, Los Bravos del Norte, Los Cadetes de Linares, Los Invasores de Nuevo León, Los Cardenales, Los Broncos de Reynosa, Los Barón de Apodaca, Las Hermanas Huerta, Las Norteñitas, Las Hermanas Padilla, Las Jilguerillas, Pedro Yerena, Lorenzo de Monteclaro, Cornelio Reyna, El Palomo y el Gorrión; entre un larguísimo etcétera. Todos ellos han dejado y seguirán dejando un importante legado de su canto y su música.
El corrido, en sus orígenes, se nutre del vals para obtener el ritmo veloz y pegadizo que ahora conocemos. Cuenta historias de frontera, narcotráfico, sequías, cosechas, lluvias, sabinos, amoríos, engaños y la añoranza eterna de emigrar a los Estados Unidos. Algunos de los primeros corridos de los que se tiene registro son “El contrabando del paso” (1928) y “Los tequileros” (1930); historias de intercambio de mercancías, fraudes y mucho, mucho trabajo de sol a sol.
En 1934 se graba “El contrabandista” de Juan Gaytán, considerado uno de los primeros compositores de corridos de narcotráfico que, junto con Manuel Cuellar Valdez y José Rosales son los iniciadores de la prolífica composición del narcocorrido en México.
Otro celebre compositor de corridos es Paulino Vargas Jiménez, fundador de Los Broncos de Reynosa, que hacía composiciones por encargo para mandar mensajes entre rivales y, por si fuera poco, también es el creador del mítico corrido “La banda del carro rojo”.
La gran mayoría de compositores de corridos fueron criados con leche bronca o quizá ni eso. Los corridos son un testimonio de la cultura popular, esa que no se preocupa por quedar bien y mucho menos le preocupa ese sesudo análisis de la crítica intelectual. Sucede y se sucede, vive y se nutre de la cotidianeidad sin importarle qué dirá el gremio de pensadores.
Existe un potencial mercado para el corrido y sus diferentes variantes. En la actualidad ese mercado se ha visto irrumpido por un ritmo que es un tsunami: lo mismo se escucha en Nueva York, Madrid y Tokio, que Buenos Aires y muchas otras latitudes. Sí, me refiero al corrido tumbado que si bien es cierto moderniza, musicalmente hablando, al corrido tradicional, también sirve de reencuentro con raíces culturales.
Los tumbados afirman y reafirman que los géneros musicales populares se pueden reinventar, para bien o para mal. Tan es así que los corridos tumbados se colocan en el gusto de los jóvenes. Estos corridos, lo que hacen es contar historias, historias que le pertenecen a esta generación, historias de su cotidianeidad, del día a día; de días violentos llenos de retórica con la esperanza de que encuentren su plebito o plebita ideal para, nada más, pasar el rato. Ese momento que quizá llegue de manera efímera, que no se repetirá jamás. Viven el aquí y el ahora intensamente con la redova al lado esperando que algún día puedan tener su propio jacalito.
Es también el sonido urbano que se mezcla con la tradición más profunda del sentimiento amoroso y la desdicha. Puede resultar más que sorprendente que el corrido tumbado haya llegado tan lejos en el gusto musical de la gente y eso se debe a la cercanía que tiene con el contenido de sus letras, que es el fiel reflejo de su entorno.
Se dice que los tumbados son vehementes y apasionados y que incitan a la violencia. Metáforas sonoras que son el reflejo de lo que estamos viviendo como sociedad. ¿Hasta cuándo durará la moda de los tumbados? Quizá nunca pasen de moda. Llegaron para quedarse y en mayor o menor medida seguirán siendo controvertidos. Ya dependerá de cada individuo subirles o bajarles el volumen.