Las campañas locales para renovación de periodos en presidencias municipales y diputaciones locales arrancaron este viernes, muchos de ellos (casi todos) recurriendo a este artilugio de la propaganda política “desde el primer minuto del día” que no afecta en nada el proceso pero que manda un mensaje entre los seguidores, militancias y grupos afines para construir la percepción de que se está listo para lo que se viene durante el mes que durará esta etapa.
Algunos equipos pudieron prepararse y anticipar todos los detalles y minucias necesarias para arrancar en tiempo y forma este viernes: temas de imagen como fotografía oficial, diseño e impresión de volantes informativos con la carita del aspirante al puesto; análisis de las propuestas de campaña y selección de aquellas que puedan ser las más importantes, el ajuste de las redes sociales para uniformar su presentación con la imagen oficial, la definición de públicos meta para los mensajes, el establecimiento de indicadores clave de rendimiento para saber si las estrategias digitales funcionan o no y un largo etcétera de pequeñas cosas que se requieren para un arranque de campaña.
La cuestión es que, de manera increíble y casi absurda, los partidos no estaban listos con la totalidad de los candidatos y a unas horas del arranque de campaña todavía estaban haciendo ajustes en sus nominaciones para las candidaturas. Un día antes los nombres iban y venían en los institutos políticos, tanto en quienes encabezarían las planillas como entre quienes se supone que eran parte de los acuerdos (sobre todo en las coaliciones) para conformar regidurías y sindicaturas o suplencias, en el caso de los diputados.
Por ejemplo: apenas dos días antes del arranque de las campañas el Partido del Trabajo estaba cambiando sus postulaciones ante el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) en municipios como Metepec, Ecatepec o el sorprendente caso de Zinacantepec donde primero se anunció a Gustavo Vargas Cruz como quien abanderaría la coalición junto con Morena y Partido Verde para que aproximadamente 12 horas después se rectificara y “que siempre no”, que el abanderado ahora será Marco Antonio Reyes Colín, que con menos de un día tuvo que ver cómo y dónde organizaba su arranque de campaña.
Una situación similar se vivió en Jocotitlán en donde Morena “bajó” de la contienda a Ernesto Gómez y subió a Aylin López de último minuto, esto, según dicen, por la cuota de género que en el sainete de los cambios ya les había quedado “dispareja” y tenían que ajustar en algún lugar donde el impacto no fuera tan severo en el resultado previsto en las encuestas que se están manejando como base en los arranques.
Hay que decir que sorprende que se estén dando estas situaciones debido a que se podría pensar y esperar que los partidos tuvieron tiempo suficiente para llevar sus procesos internos y definir sus candidaturas; no obstante, la soberbia (en algunos casos) o la falta de tacto político (en otros) los hizo confiarse y no aprovechar el tiempo y figura de las precampañas para zanjar diferencias entre sus huestes, realizar algún tipo de proceso democrático de selección o hasta las criticadas tómbolas que alguna vez consideró el Presidente Andrés Manuel López Obrador utilizar en su partido para asegurarse de que no hubiera “mano negra” en la designación de candidatos; resulta que siempre sí sirve el periodo de precampañas.
A final de cuentas todos los partidos se fueron por la vía tiránica de la designación, alguien en cada instituto político hizo uso del famoso “dedo divino” y definió o quiso definir a quienes deberían estar en las papeletas el 2 de junio próximo con los evidentes resultados que estamos observando respecto a: 1) la falta de apoyo de las bases a sus candidatos; 2) la marcada división que existe al interior de todos los partidos y 3) el desinterés de los ciudadanos sobre lo que sea que esté pasando en el proceso electoral porque, al menos de momento, no es un tema que sientan como propio.
Quizás el tema no sea, en sí la definición por “dedazo” de los candidatos, a final de cuentas no es la primera ni será la última vez que las cúpulas partidistas definan a sus allegados para las representaciones populares (a final de cuentas, eso les permite intentar mantener cierto control al interior posicionando a sus filas en posiciones claves) el problema es que en un afán de no enfrentar conflictos internos, las decisiones definitivas se fueron “guardando” hasta el último minuto esperando que con ello no hubiera “revoluciones” pero generando, en consecuencia, que los elegidos tampoco tuvieran tiempo para aplicar la famosísima y popular “operación cicatriz” que tan valiosa es en este tipo de determinaciones.
En consecuencia, los candidatos que no tuvieron tiempo de aplicar alguna estrategia de acercamiento al interior de los partidos ahora tendrán que decidir entre si dedican tiempo de campaña a tratar de reunirse con las bases y la militancia que tras las decisiones prefieren abandonarlos y esperar a otro proceso o, incluso, apoyar por debajo de la mesa a un rival, para intentar recuperar su apoyo o, ya de plano, ignorarlas y dedicarse a buscar el voto de la ciudadanía para no cederle espacio ni dar ventaja a los demás partidos.
Los partidos desperdiciaron el valiosísimo tiempo que les permitían las precampañas para definir las candidaturas, quisieron jugarle al misticismo, se pasaron de cautos y quedaron como inocentes e inexpertos, como políticos principiantes que no sabían que tenían que registrarse en tiempo y forma ante el órgano electoral que, todavía en plan de amigos y viéndose “buena onda” les advirtió con suficiente anticipación que 80 por ciento de sus registros estaba mal hecho y que les faltaba documentación.
Sin duda, este proceso local de 2024 ya ha quedado en la historia como el de peor organización interna en los partidos políticos que ya sea por la intromisión de las dirigencias nacionales en los procesos propios de los organismos estatales o por una completa y absoluta falta de planeación quedaron con los dedos en la puerta y ahora tienen que estar viendo quién quiere, puede y se anima a ser candidato de último minuto y que, además, sea de contentillo para las dirigencias nacionales que no tienen metidas las narices sino las cabezas completas en la operación interna de los institutos estatales aprovechando la ausencia de figuras fuertes en la política local.
Así las cosas, hoy arrancan las campañas con más dudas que certezas respecto a quién realmente es el candidato en algunos municipios; si a eso le sumamos que los aspirantes a diputados están haciendo su propaganda con falta de información respecto al cargo al que se están postulando, pues la confusión que están generando en el electorado es todavía mayor.
Un año más de campañas de ocurrencias, organizadas “de carrerita” y “al ahí se va”, en la que quienes sí pudieron conformar equipos sólidos, preparados y estructurados pero sobre todo, con estrategias definidas y claras para la campaña, llevan todas las de ganar ante los otra vez improvisados de último minuto.