/ lunes 21 de octubre de 2024

El Espectador / Tiemblan los cómplices de Genaro García Luna

NUEVA YORK. Los medios de comunicación de este país, de esta ciudad incluso, no le hicieron mucho caso al juicio de Genaro García Luna, a pesar de que tuvo un gran impacto su seguimiento minuto a minuto en México, por la relevancia del personaje y las implicaciones que tendría que confiese a cambio de su libertad. Una nota de pandas es más relevante que el destino del hombre que estaba encargado de la seguridad en nuestro país, así de importante lo consideraron los editores estadounidenses.

Todavía el 15 de octubre circuló una carta, tal vez su última opción ante una inminente condena fuerte en Estados Unidos. Arranca:

“Soy originario de México, provengo de una familia de clase media conformada por mis padres y seis hermanos, siendo yo el más pequeño. Fui testigo del incansable esfuerzo de mis padres por proveernos alimento, techo y educación; nos formaron con valores de respeto, honor y amor a la vida. Mis hermanos y yo concluimos nuestros estudios profesionales en universidades públicas con el apoyo y sacrificio de mis padres, quienes con gran sentido ético nos enseñaron a trabajar, respetar a nuestros semejantes, ser buenas personas en la comunidad, libres de vicios y con un alto grado de respeto y amor por nuestro país”, dice Genaro García Luna, poniéndose al nivel de cualquier mexicano que sueña con traspasar las barreras de las limitaciones y esfuerzos que implican la llamada clase media en esta nación.

“Con esos principios, me casé con una mujer maravillosa con quien formé una familia compuesta por dos hijos, quienes significan todo en mi vida. Mi esposa y yo luchamos incansablemente, trabajando para apoyar a nuestros hijos y ofrecerles, dentro de nuestras posibilidades, las mejores condiciones para ser felices en la vida, sin abusos, sin excesos y de acuerdo con nuestros ingresos”, continúa García Luna, explicando que también tuvo suerte en el amor.

Nos saltamos unos párrafos que describen lo buenos que son su hijos, para después reiterar que nada de vicios. “Desde niño, mis padres me enseñaron el terrible daño que causan las drogas, cómo destruyen a las personas, las familias y las comunidades. Siempre las he repudiado y rechazado. Cuando tuve la responsabilidad de combatir el narcotráfico, fui implacable contra los criminales que las producen, trafican y lucran con ellas. Nunca he consumido drogas ni tengo vicios. Cambié mi residencia de México a Estados Unidos buscando mejores condiciones de vida y educación para mis hijos. Respeto firmemente la ley y comparto los valores de democracia, justicia y desarrollo humano de este país”.

Habla de sus logros profesionales, entre la comunidad de inteligencia y el gobierno mexicano. “Es inconcebible pensar que con ese nivel de responsabilidad e información, y bajo los más altos controles, pudiera tener vínculos con criminales por lucro. Mi vida y la de mi familia siempre han sido públicas; nuestros ingresos y gastos han sido revisados año con año durante más de 20 años. No hay excesos ni abusos en nuestra forma de vida, y nuestra conducta en la sociedad siempre ha sido respetuosa y fraternal. En nuestra historia no hay registro de contacto con criminales”.

Habla de lo mal que la ha pasado en prisión. “He estado detenido en MDC Brooklyn por un periodo de 58 meses, casi cinco años, en condiciones inhumanas. He sido testigo de homicidios, apuñalamientos y amenazas sistemáticas a mi integridad. Fui infectado con Covid, retenido en celdas sin medicamentos, y tuve que ver morir a compañeros de unidad. Fui segregado casi un año en celdas de castigo sin haber violado ninguna norma. No tengo reportes de mala conducta ni infracciones en todo este tiempo”.

Y presume que en la adversidad, se ha dedicado a dar clases a delincuentes, y ha ayudado a que adictos busquen tratamiento. Y luego habla del gobierno de México, pero no da nombres, nada, que era algo que se sigue esperando.

“México atraviesa una gran convulsión. El presidente ha desmantelado el poder judicial y busca encarcelar a quienes combatimos a sus aliados políticos vinculados al narcotráfico. El país se aleja de la democracia y restringe libertades individuales. Esto ha puesto en riesgo la cooperación entre EU y México para combatir el narcotráfico y preservar la seguridad regional. Su Señoría, respeto firmemente la ley. Le pido que considere estos factores en el marco de esta sentencia, incluida la falsa información proporcionada por el gobierno mexicano y los testigos criminales en mi contra”.

Acá en Nueva York pasó casi desapercibido este capítulo de la historia de México. El juez lo condenó a 38 años de prisión, lo suficiente para morir en la cárcel. Mientras que todos esperan revelaciones, los enviados solamente pudieron mandar esa nota.


NUEVA YORK. Los medios de comunicación de este país, de esta ciudad incluso, no le hicieron mucho caso al juicio de Genaro García Luna, a pesar de que tuvo un gran impacto su seguimiento minuto a minuto en México, por la relevancia del personaje y las implicaciones que tendría que confiese a cambio de su libertad. Una nota de pandas es más relevante que el destino del hombre que estaba encargado de la seguridad en nuestro país, así de importante lo consideraron los editores estadounidenses.

Todavía el 15 de octubre circuló una carta, tal vez su última opción ante una inminente condena fuerte en Estados Unidos. Arranca:

“Soy originario de México, provengo de una familia de clase media conformada por mis padres y seis hermanos, siendo yo el más pequeño. Fui testigo del incansable esfuerzo de mis padres por proveernos alimento, techo y educación; nos formaron con valores de respeto, honor y amor a la vida. Mis hermanos y yo concluimos nuestros estudios profesionales en universidades públicas con el apoyo y sacrificio de mis padres, quienes con gran sentido ético nos enseñaron a trabajar, respetar a nuestros semejantes, ser buenas personas en la comunidad, libres de vicios y con un alto grado de respeto y amor por nuestro país”, dice Genaro García Luna, poniéndose al nivel de cualquier mexicano que sueña con traspasar las barreras de las limitaciones y esfuerzos que implican la llamada clase media en esta nación.

“Con esos principios, me casé con una mujer maravillosa con quien formé una familia compuesta por dos hijos, quienes significan todo en mi vida. Mi esposa y yo luchamos incansablemente, trabajando para apoyar a nuestros hijos y ofrecerles, dentro de nuestras posibilidades, las mejores condiciones para ser felices en la vida, sin abusos, sin excesos y de acuerdo con nuestros ingresos”, continúa García Luna, explicando que también tuvo suerte en el amor.

Nos saltamos unos párrafos que describen lo buenos que son su hijos, para después reiterar que nada de vicios. “Desde niño, mis padres me enseñaron el terrible daño que causan las drogas, cómo destruyen a las personas, las familias y las comunidades. Siempre las he repudiado y rechazado. Cuando tuve la responsabilidad de combatir el narcotráfico, fui implacable contra los criminales que las producen, trafican y lucran con ellas. Nunca he consumido drogas ni tengo vicios. Cambié mi residencia de México a Estados Unidos buscando mejores condiciones de vida y educación para mis hijos. Respeto firmemente la ley y comparto los valores de democracia, justicia y desarrollo humano de este país”.

Habla de sus logros profesionales, entre la comunidad de inteligencia y el gobierno mexicano. “Es inconcebible pensar que con ese nivel de responsabilidad e información, y bajo los más altos controles, pudiera tener vínculos con criminales por lucro. Mi vida y la de mi familia siempre han sido públicas; nuestros ingresos y gastos han sido revisados año con año durante más de 20 años. No hay excesos ni abusos en nuestra forma de vida, y nuestra conducta en la sociedad siempre ha sido respetuosa y fraternal. En nuestra historia no hay registro de contacto con criminales”.

Habla de lo mal que la ha pasado en prisión. “He estado detenido en MDC Brooklyn por un periodo de 58 meses, casi cinco años, en condiciones inhumanas. He sido testigo de homicidios, apuñalamientos y amenazas sistemáticas a mi integridad. Fui infectado con Covid, retenido en celdas sin medicamentos, y tuve que ver morir a compañeros de unidad. Fui segregado casi un año en celdas de castigo sin haber violado ninguna norma. No tengo reportes de mala conducta ni infracciones en todo este tiempo”.

Y presume que en la adversidad, se ha dedicado a dar clases a delincuentes, y ha ayudado a que adictos busquen tratamiento. Y luego habla del gobierno de México, pero no da nombres, nada, que era algo que se sigue esperando.

“México atraviesa una gran convulsión. El presidente ha desmantelado el poder judicial y busca encarcelar a quienes combatimos a sus aliados políticos vinculados al narcotráfico. El país se aleja de la democracia y restringe libertades individuales. Esto ha puesto en riesgo la cooperación entre EU y México para combatir el narcotráfico y preservar la seguridad regional. Su Señoría, respeto firmemente la ley. Le pido que considere estos factores en el marco de esta sentencia, incluida la falsa información proporcionada por el gobierno mexicano y los testigos criminales en mi contra”.

Acá en Nueva York pasó casi desapercibido este capítulo de la historia de México. El juez lo condenó a 38 años de prisión, lo suficiente para morir en la cárcel. Mientras que todos esperan revelaciones, los enviados solamente pudieron mandar esa nota.