/ miércoles 16 de noviembre de 2022

El futuro después de mañana


Uno de los daños que han infringido las minorías dirigentes del PRI a la población del estado de México es la reputación de mal gobierno que han pesado sobre nuestra entidad de manera ininterrumpida durante décadas y décadas. En el imaginario popular, el estado de México es conocido por los efectos del mal gobierno, las condiciones de pobreza y marginación, los constantes asaltos en el transporte público y la falta de oportunidades. Estas condiciones que obligan a sus habitantes a trasladarse a la Ciudad de México para trabajar o a llevar una existencia miserable, trabajando grandes fábricas, que a pesar de que generan la mayor cantidad de mercancías y riquezas de todo el país, no reportan beneficios para el común de la gente que vive en el estado de México.

No es una cuestión de imagen pública y mucho menos de reputación nacional, aunque bien haría a nuestros habitantes gozar de un prestigio que corresponda con su gran esfuerzo de vivir en estas terribles condiciones. En realidad, esta mala reputación de administración corrupta, de mal gobierno, a lo que ha contribuido es a la pérdida de la esperanza política durante muchas décadas, que hacía imposible o inimaginable el cambio en el estado de México. Podemos decir que el tamaño de la importancia del estado de México para la política nacional fue correspondido en igual medida con la enormidad de la opresión que sufren sus habitantes, con las pésimas condiciones de vida que le reportaron décadas de priismo y con la perversa relación que sus gobernantes construyeron, donde las redes de complicidad y sobornos eran la única garantía del sostenimiento del poder político en el estado de México.

Con la batalla maestra estamos más cerca que nunca de que se abran las puertas que alojan estos mecanismos en los palacios municipales, en nuestra capital y en todas las dependencias del Gobierno del Estado que sostienen a una clase política que está en vías de extinción. Las relaciones familiares y políticas del grupo Atlacomulco y la estirpe del gobernador del Mazo van perdiendo influencia cada vez más y se han hecho sinónimo dentro y fuera de nuestro Estado de la peor corrupción y la falta de capacidad de traer el bienestar para sus habitantes. Cada vez más fuera de nuestro Estado, es una gran interrogante cómo fue posible que el PRI haya logrado sostenerse tanto tiempo aquí, justo como la interrogante que fue despejada hace poco en el estado de Hidalgo.

Estamos próximos a encontrar de cerca las más nefastas consecuencias de este mal gobierno. Y debemos estar preparados para también salir al encuentro de la población que ha sobrevivido en contra de estos mismos mecanismos de dominación de política corrupta. Construir la esperanza del cambio va más allá de lo electoral, debemos de reencontrarnos con la gente que hace mucho tiempo no tenía tan cerca la esperanza de que la clase gobernante, alejada de ella y que saqueó a nuestro Estado, se retire por la puerta de atrás. Esto, dando paso a que después de la batalla maestra rechacemos el legado de esas pesadas décadas y comencemos a reconstruir y transformar las condiciones de vida de la mayoría del pueblo del estado de México.

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