/ viernes 26 de julio de 2024

El PRI entre la simulación y el olvido

En medio de una crisis política en Estados Unidos y la amenaza de una financiera en México debido a la desventaja competitiva que representa la posibilidad de que Donald Trump regrese al poder y de que se concrete una sobrerrepresentación política para garantizar que las reformas constitucionales presentadas por el Presidente se aprueben sí o sí; un desangelado y casi incógnito proceso para legitimar la permanencia de Alejandro Moreno en el PRI se lleva a cabo a la par.

Luego de la aprobación de los cambios a los estatutos que echaron por tierra 95 años de tradición y esencia anti-reeleccionista que, hasta ahora, había sido el ADN de los tricolores; y luego de algunas voces que se alzaron en reclamo para luego volver al silencio, comenzó el proceso interno que apunta estar hecho para legitimar la ampliación de periodo de la dirigencia nacional.

Muy lejos de aquellos años en los que el relevo en la dirigencia priísta era motivo de expectación y ocupaba todas las primeras planas de los diarios nacionales y a veces hasta los locales; en esta ocasión el proceso de registro y la subsecuente participación ha sido, por decir lo menos, gris. La idea de que el cambio estatutario ocurrido el pasado 7 de julio en la Asamblea Nacional del partido fue el primer paso para la reelección de Alejandro Moreno, le ha robado todo interés al proceso pues el resultado se da por hecho.

La fórmula “oficial” está encabezada por los momentáneamente expresidente y exsecretaria general del partido, Alejandro Moreno Cárdenas y Carolina Viggiano Austria (“ex” porque debieron renunciar temporalmente a sus cargos para participar en el proceso) mientras que enfrente se encuentran Lorena Piñón Rivera y Cuauhtémoc Betanzos Terroba, ella exsecretaria de Gestión Social del PRI nacional y diputada federal, él regidor de Cholula, Puebla.

Pese a tener una trayectoria más elevada de la actual dirigencia nacional, la dupla de Lorena Piñón y Cuauhtémoc Betanzos no ha podido sacudirse la imagen de estar participando para legitimar la reelección, el papel de ella como parte de la dirigencia nacional y el bajo perfil de él, han generado cuestionamientos sobre la legitimidad de sus aspiraciones, lo que los ha obligado a tener que declarar abiertamente que no son impuestos por Alejandro Moreno para participar del proceso interno.

A la par, el Tribunal Electoral ya rebotó un recurso impuesto por algunos militantes para solicitar la anulación de las determinaciones de su última asamblea nacional en la que se determinó que sí puede haber reelección, hasta por dos periodos más, y que esta se puede aplicar para las actuales dirigencias nacional y estatales; el tribunal determinó que primero se deben agotar las instancias internas del partido y del Instituto Electoral para resolver el tema y no ser ellos la primera opción para la solución, acorde a sentencias similares en las que el trato ha sido el mismo: acudir a las primeras instancias y después escalar el tema.

Para los priístas, la continuidad de Alejandro Moreno y Carolina Viggiano no tiene ningún sentido al ser el periodo más perdedor de su historia dejando escapar 11 gubernaturas, más de 600 mil militantes además de tener posicionado al partido como la cuarta fuerza política del país, algo que no había ocurrido nunca antes.

Además de todo, los cuestionamientos que pesan sobre la dupla respecto a la cercanía con los intereses presidenciales y que a través de ellos Andrés Manuel López Obrador tiene el control del partido no dejan de escucharse por todo el país; más todavía luego de las declaraciones del pasado miércoles en las que Carolina Viggiano afirmó que el partido debe alejarse de las prácticas del neoliberalismo y abandonar el conservadurismo en el que se encuentra el tricolor; un mensaje que ha sido estandarte de muchas batallas del actual mandatario nacional.

Por si esto fuera poco, las recientes expulsiones de Alejandra del Moral (bueno, ella se fue antes de que la expulsaran) y de Alfredo del Mazo; así como las amenazas de correr el mismo destino para aquellos que han criticado a Alejandro Moreno, quien los ha llegado a tachar de traidores; dejan ver un estilo muy similar al del presidente López Obrador que llegan a rayar en el autismo y el totalitarismo: o con él o contra él, sin espacio para puntos medios.

Es esta semejanza con las acciones y el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador, es lo que tiene con los focos rojos encendidos a los priístas que buscan dar marcha atrás a las decisiones tomadas por su asamblea nacional y que abrieron la puerta de la reelección en el seno del partido fundado sobre la base del “sufragio efectivo no reelección”.

En el Estado de México el priísmo está dividido; aún hay molestia en algunos sectores por la expulsión del exgobernador Alfredo del Mazo mientras que la dirigencia estatal se ha limitado a llamar a algunos liderazgos (no a todos) para pedirles cerrar filas y seguir apoyando al partido, lo que se leyó entre pasillos como un “por favor no se vayan a ir, evitemos la desbandada”.

Como no pasaba hace muchos años, los priístas mexiquenses están lejos, muy lejos (incluso se podría decir que totalmente afuera) de lo que está ocurriendo en el proceso interno por la dirigencia nacional; la presidenta del Comité Directivo Estatal está más ocupada en informar sobre sus logros en la Legislatura federal que en fijar el posicionamiento de los tricolores del Edoméx y exigir ser tomados en cuenta dado el número y el peso que pueden tener en las decisiones, muy por el contrario, están totalmente hechos a un lado, algo que también hace mucho tiempo o se veía.

El panorama para los priístas apunta hacia una reelección anunciada, una necedad que terminará por dividir y debilitar todavía más al PRI en todo el país y en el Estado de México no será la excepción; mientras algunos, muy pocos, se preparan para sus actividades futuras ya sea al frente de un gobierno municipal o en las legislaturas local y federal; otros hacen una pausa vacacional para despejar la mente y regresar a analizar sus opciones a futuro revisando sus posibilidades reales o imaginarias envueltos en el estandarte tricolor o en algún otro.