México cambia continuamente. Cada segundo, cada instante, se van generando nuevos procesos del saber y por ende del entender. Nuestra obligación es enterarnos de lo que está sucediendo en el mundo, y este no existe ya sin la informática: para comunicar, para educar, para entender.
Es importante el saber qué, hace millones de años, y también en millonésimas de segundos, se desató -de un hoyo negro- un Big Bang que ha sido el origen de la vida: universo entero, galaxias, estrellas, planetas, hoyos negros, mundo, océanos, vida.
Y si no fuera por ésta, no sabríamos –por ejemplo— que Trump está esperando ganarle a Kamala y que está utilizando hasta a las Kardashian, (dueñas de la informática de los EUA´s), para decirles a quienes las escuchan que él es bello, dulce y tierno, y que entiende perfectamente a todas las personas que están en su país, moderno país, desde hace 200 años. Sin historia.
Leo, escucho, veo cosas a diario, que de plano me dejan absolutamente atónita. Jamás podría pensar que en la uña de cualquier dedo podría caber tanta investigación como la que pueden almacenar los nuevos chips, que contienen información de todo lo que pueda necesitar un ser humano. Y cuando hablo de recordar, me refiero precisamente al hecho de que apenas hace cincuenta años –muchos de mis compañeros tienen esa edad e hijos y nietos ya-, se pasaba información de oficinas de prensa, a los compañeros en los periódicos, no por vía fax, sino por un armatoste llamado telefax, con una tira larga, llena de hoyitos que contenían información clasificada, muy fácil de leer. Las computadoras eran del tamaño de un edificio… Las tarjetas estaban perforadas… Y por supuesto no había un solo indicio –ni remotamente-- de que pudieran existir computadoras pequeñitas, que se utilizaran en cada uno de los escritorios, y que podrían llevar a todos lados, la información. Y esas computadoras que -digo- empezaron enormes, ahora caben en la punta de un arroz. Que cosa---
Hace muchos años ya, fui a Japón por espacio de 6 meses, a estudiar Planificación Familiar. En ese momento, cuando veía a cada japonés --importantísimo, hablo de director general para arriba-- en un cubículo pequeñito, sin secretaria, con solo un teléfono -que podría comunicarlo con el resto del mundo- y con una computadora de las de antes, que le servían –decía yo- para poder organizar, implantar, planear, hacer o rehacer su trabajo cuantas veces lo necesitaran. Era otro mundo. Los estantes de las tiendas estaban llenos de cámaras digitales, de computadoras portátiles, de televisiones de plasma, las llamadas telefónicas eran hechas con tarjetas como las de ahora y sumamente baratas… Y nosotros todavía no podríamos entender qué estaba pasando, porque de esto no teníamos absolutamente nada. Hasta que a Alejo Peralta se le ocurrió hacer un teléfono en Iusacell.
Ahora abro el periódico y leo que existe una página especial para la informática. Entonces, cambian todos mis esquemas. No es el mundo que yo estaba manejando hace apenas diez años… Pero cuando leo el artículo titulado “!En la punta de los dedos!”, escrito por Juan Carlos Zamora, me entero que en un mini arroz cibernético llamado veri-chip, todo el mundo puede tener un código, una identificación, una genética compacta allí metida… me asombro de gran manera. Se me hace verdaderamente prodigioso y maravilloso. Estos chips que parecen mini arroces, tienen una capacidad de 8mb, hasta de 1gb. Y que pueden usarse en pc´s y en tv´s. Mi discernimiento traba de razonar que la tecnología nos rebasó y que no somos más que un instrumento de nuestra propia inteligencia que es capaz de instruir a una computadora sobre qué queremos que instruya al mismo ser humano que no ha sido capaz de crear esto…
El día de hoy, la inteligencia artificial hace en dos días, lo que yo podía haber investigado en dos años. Es de verdad, para Ripley.
Entender está en el tamaño de un arroz que sirve para que a centenar de metros de distancia nos ubiquen; para que al llegar a un hospital sepan qué tipo de sangre tenemos; vamos, nuestra situación genética de cabo a rabo; que sepan que solo somos lo que hemos sido capaces de entender. Y eso, por supuesto que todavía no lo sabemos.
Tal vez solo algunos pocos de mexicanos que se enteran a través de Internet qué es lo que pasa en el mundo. Porque noventa millones más, lo único que entienden es que por ahora lo único que les hace falta es saber qué es lo que comerán mañana. O sólo por hoy…
gildamh@hotmail.com
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