“Borges que decía que ‘…la realidad es tan rara, tan extraña, que, si uno no la tomara con humor, no quedaría otro camino que el suicidio”.
Laura Aguilera Fierro escribió un libro un día que tenía tiempo y tenía ganas. ¿Por qué no? Entonces, se le ocurrió imaginarse a todos estos seres. Pero no tanto, porque todos los que están aquí como arquetipos, son reales.
Este texto, tiene un título más que sugestivo, divertido. Prometo que cuando llegó a mis manos, y comencé a leerlo, me atrapó. Me gustó muchísimo. Y acabé casi dos horas después en la madrugada. Y como no la conocía, pensé: Qué título de libro, tan provocador. ¿Qué ella conocerá a tantos hombres? ¿Los habrá entrevistado a todos? ¿Se los inventó cuando los vio pasar por el camino? ¿Sabe de verdad quiénes son? ¿Los ha visto siquiera pasar por enfrente? ¿Es psicóloga o psiquiatra, o ha caminado tanto en la vida, como para saber reconocerlos?
Porque todos los que aquí están, si se ponen en una pecera y se revuelven, con los títulos que les puso, que sí son 100, se hacen como mil. Todos tienen algo de otro más. Como usted, como yo.
Este escrito es más que simpático e ingenioso. No tiene ningún –como dice ella— signo de investigación científica-metodológica, ni mucho menos. Ni lo necesita. Está dividido en 6 clases de hombres y los desglosa al pie de la letra. Como si fuera psicóloga o psiquiatra. Pero es comunicadora social y relacionadora pública, y eso es más que suficiente. Así de simple los exhibe y se muere de risa.
Es muy divertido verlos. Y a escudriñar y tratar de encontrar al workaholic, al pintor, al chef, al ingeniero… Total, los divide en seis categorías que es importante mencionarlas. Los indoloros; Los imperdibles; Los de vida y carrera; Directamente importados desde el Averno; Muy complicados; 6. Los muy retadores. Y en todas, tienes un momento de diversión, pero también de reflexión.
Pero… ¿cómo se ha dado el tiempo, la voluntad y la gana, de observar tanto? Porque al final de cuentas, todos somos todos. Ellos son los hombres, pero… también podríamos ser nosotras. Porque para remate, ahora hará uno que sea de ellas, y se llame: “Cien Mujeres”. Y allí está el detalle.
Este libro no es solo para mujeres. Es para todos. Ellos, de verdad se divertirían mucho leyéndolo y encontrándose. Yo, desde que lo tuve en mis manos, me puse a tratar de encontrar quien era quién. En este lugar pequeño… podría hacerlo. Todos nos conocemos. El culto, el de alcurnia, el viudo, el intelectual, el actor, el retro… pero esos son solo el principio.
Es divertido, pero a todos te los presenta, casi en el primer párrafo. Al último, tiene tres incisos para cada uno: 1. El Gadget de cada uno; 2. Su Música; y 3. La Frase que usa todo el tiempo.
Pero… ¿Quién es Laura? Sólo es comunicadora social y ha trabajado en eso, mucho. Análisis, investigación, reflexión y después conocimiento, tiempo y mucho amor. “Sin la empatía, no hay simpatía”, dice, y hace un reflejo de la vida cotidiana. “No hay que tomar las cosas tan en serio. Es importante ponerse en las más difíciles consecuencias y dificultades, para escribir. Esto ayuda al alma”.
Es más que divertido, digo. Pero eso no es todo. Ella hace un análisis y una historia de amor, dedicada a un ingeniero al que la vida le tocó poner en su camino. Porque 30 años estuvo sola. Y lidiando, como guerrera, la vida entera con una hija. Y tuvo que ser, más que inteligente: sensible y discreta. Pero eso no quiere decir que fue nada fácil.
Pero en este reto, en que ganar-ganar es la propuesta para vivir en paz, ella lo entiende. Lo más importante para Laura, es como siempre, la comunicación, el consentimiento y el poder de elección. “Las cosas deben tener un propósito… se vale buscar un cambio de vida, arquetipos más que armoniosos con los que podamos realmente brillar y ser mejores personas”, dice.
Al final del libro, Laura tuvo el valor de, con una gran dosis de compromiso social, de dar a conocer un directorio de instituciones dedicadas al apoyo de personas que padecen adicciones o violencia, ofreciendo así una herramienta práctica para quienes buscan un cambio en sus vidas.
Para terminar, déjenme ustedes citar a Pedro Salvador Alé quien introduce el texto: “Laura irradia en cada personaje un halo espiritual enunciando que todos somos falibles y que hay algo más profundo que nos hace estar vivos, la fe de que podemos ser mejores, de que podemos darnos: … dar el ser a través de la palabra, el diálogo, la comunión con mi semejante. Ella habla desde el lugar de la belleza, el fulgor de la intuición, valorando el humor como otra de las medicinas del alma”.
Gilda Montaño Humphrey.
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