/ martes 1 de agosto de 2023

Gobernanza digital | Humanismo digital

En nuestra sociedad contemporánea, parece que centrar la atención sobre la persona y sus aspiraciones no tiene cabida. Estamos inmersos en una economía de consumo, de apariencia y donde la tecnología parece un fin en sí mismo, se aspira a comprar el teléfono de última generación o el dispositivo que utilice más “inteligencia” artificial, se necesite o no, pero muchas veces sin cuestionarnos para qué lo necesitamos o para qué lo queríamos.

Unas veces será por demostrar que podemos y otras por el simple ego de poseerlo, aunque no sepamos usarlo al cien por ciento o sea innecesario para los fines que nos habíamos propuesto.

Hoy en día vemos como las empresas y gobiernos están cada vez más ávidos de nuestros datos y de nuestra información, para conocer gustos, aficiones, temores, esperanzas, etc., con diversos propósitos: algunos legítimos, como incentivar la competitividad, generar innovación o desarrollar productos y servicios que atiendan diversas necesidades o, en el caso de los gobiernos ofrecer bienes y servicios públicos más eficientemente, ahorrando tiempo, dinero y esfuerzo al ciudadano, por medio del gobierno digital y dando nuevos cauces a la participación ciudadana.

Sin embargo, también tenemos la otra cara de la moneda, donde hay propósitos o finalidades ilegítimas y muchas corporaciones empresariales y gobiernos, ven en la información personal una mina de oro y de control político que les genera la tentación de manipular a las grandes masas y no ver en la persona a un ser humano sino sólo una lógica binaria donde te conviertes en una cifra o en un voto para su beneficio.

En este contexto, es importante hoy más que nunca promover y que se conozca por cada persona, el poder que tenemos, ese derecho a la protección de los datos de carácter personal y lo que se ha llamado la autodeterminación informativa de las personas, para poder decidir libremente a quién le proporcionan su información y sobre todo tener la capacidad de saber quién tiene mis datos y poder controlar, exigir que se traten adecuadamente conforme a la Constitución y las leyes que lo reconocen como un derecho fundamental.

Esta exigencia y la importancia de que todos demandemos que nuestro derecho sea respetado, no es un simple capricho, sino es el resultado del reconocimiento de nuestra dignidad como persona y el cuidado que debe haber de la ética humanista en el mundo digital, donde el fin no justifique los medios, sino que como lo ha planteado Leonardo Cervera Navas, Director del Supervisor Europeo de Protección de Datos, se aborden los desafíos de los impactos de las tecnologías en las libertades y derechos de la persona, bajo la óptica de un nuevo humanismo digital, basado en “un enfoque positivo y constructivo hacia las nuevas tecnologías, pero con claras líneas rojas de la ética y la dignidad inviolable del ser humano”.

Este humanismo digital tiene que impulsarse por la sociedad civil, por liderazgos de partidos políticos y desde los responsables de la protección de datos, para que esté muy presente en las agendas legislativas y políticas, donde se pueda avanzar en una mejor regulación que vea en la tutela efectiva de los derechos fundamentales de la persona, su principal preocupación.

En México, hay mucho que hacer y las elecciones presidenciales y legislativas del próximo año, tienen que ser un escenario importante para el debate sobre estos temas, particularmente la creación de una autoridad especializada en protección de datos, el impulso a los derechos digitales, el reforzamiento y unificación de la legislación de protección de datos personales, la ciberseguridad, la regulación de la inteligencia artificial, los controles al gobierno para la vigilancia masiva y el pleno respeto a la privacidad, entre muchos otros.

Un debate público donde se abran nuevos cauces de participación ciudadana con perspectiva ética y que la apertura gubernamental sea una oportunidad, para que el humanismo digital se desarrolle con base principalmente en la educación y que la sociedad exija respeto a sus libertades y derechos para que la tecnología esté verdaderamente al servicio de la persona, no al revés, además de ser consciente de sus beneficios y también de los peligros.

En nuestra sociedad contemporánea, parece que centrar la atención sobre la persona y sus aspiraciones no tiene cabida. Estamos inmersos en una economía de consumo, de apariencia y donde la tecnología parece un fin en sí mismo, se aspira a comprar el teléfono de última generación o el dispositivo que utilice más “inteligencia” artificial, se necesite o no, pero muchas veces sin cuestionarnos para qué lo necesitamos o para qué lo queríamos.

Unas veces será por demostrar que podemos y otras por el simple ego de poseerlo, aunque no sepamos usarlo al cien por ciento o sea innecesario para los fines que nos habíamos propuesto.

Hoy en día vemos como las empresas y gobiernos están cada vez más ávidos de nuestros datos y de nuestra información, para conocer gustos, aficiones, temores, esperanzas, etc., con diversos propósitos: algunos legítimos, como incentivar la competitividad, generar innovación o desarrollar productos y servicios que atiendan diversas necesidades o, en el caso de los gobiernos ofrecer bienes y servicios públicos más eficientemente, ahorrando tiempo, dinero y esfuerzo al ciudadano, por medio del gobierno digital y dando nuevos cauces a la participación ciudadana.

Sin embargo, también tenemos la otra cara de la moneda, donde hay propósitos o finalidades ilegítimas y muchas corporaciones empresariales y gobiernos, ven en la información personal una mina de oro y de control político que les genera la tentación de manipular a las grandes masas y no ver en la persona a un ser humano sino sólo una lógica binaria donde te conviertes en una cifra o en un voto para su beneficio.

En este contexto, es importante hoy más que nunca promover y que se conozca por cada persona, el poder que tenemos, ese derecho a la protección de los datos de carácter personal y lo que se ha llamado la autodeterminación informativa de las personas, para poder decidir libremente a quién le proporcionan su información y sobre todo tener la capacidad de saber quién tiene mis datos y poder controlar, exigir que se traten adecuadamente conforme a la Constitución y las leyes que lo reconocen como un derecho fundamental.

Esta exigencia y la importancia de que todos demandemos que nuestro derecho sea respetado, no es un simple capricho, sino es el resultado del reconocimiento de nuestra dignidad como persona y el cuidado que debe haber de la ética humanista en el mundo digital, donde el fin no justifique los medios, sino que como lo ha planteado Leonardo Cervera Navas, Director del Supervisor Europeo de Protección de Datos, se aborden los desafíos de los impactos de las tecnologías en las libertades y derechos de la persona, bajo la óptica de un nuevo humanismo digital, basado en “un enfoque positivo y constructivo hacia las nuevas tecnologías, pero con claras líneas rojas de la ética y la dignidad inviolable del ser humano”.

Este humanismo digital tiene que impulsarse por la sociedad civil, por liderazgos de partidos políticos y desde los responsables de la protección de datos, para que esté muy presente en las agendas legislativas y políticas, donde se pueda avanzar en una mejor regulación que vea en la tutela efectiva de los derechos fundamentales de la persona, su principal preocupación.

En México, hay mucho que hacer y las elecciones presidenciales y legislativas del próximo año, tienen que ser un escenario importante para el debate sobre estos temas, particularmente la creación de una autoridad especializada en protección de datos, el impulso a los derechos digitales, el reforzamiento y unificación de la legislación de protección de datos personales, la ciberseguridad, la regulación de la inteligencia artificial, los controles al gobierno para la vigilancia masiva y el pleno respeto a la privacidad, entre muchos otros.

Un debate público donde se abran nuevos cauces de participación ciudadana con perspectiva ética y que la apertura gubernamental sea una oportunidad, para que el humanismo digital se desarrolle con base principalmente en la educación y que la sociedad exija respeto a sus libertades y derechos para que la tecnología esté verdaderamente al servicio de la persona, no al revés, además de ser consciente de sus beneficios y también de los peligros.

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