Muchos son los retos que enfrentan las dos candidatas a gobernadora del estado de México, no sólo porque la entidad es una que no conoce la alternancia política pues ha sido gobernada por el PRI (Partido Revolucionario Institucional) por más de 93 años, es también la entidad donde habitan más votantes y es el territorio donde se ha refugiado el priismo, o bueno, lo que queda de él; por lo que queda claro el interés que tienen ambos partidos por la entidad pues de perderlo la posibilidad de que el PRI se reponga es prácticamente nula y de ganarlo Morena tendría prácticamente seguras las elecciones presidenciales del 2024.
Pero eso no es todo, un reto sumamente importante es que ambas deben convencer a las nuevas generaciones de votar. Porque siendo honestos, a los nuevos “votantes potenciales” poco o nada les interesa la política, la encuentran aburrida, falsa y poco productiva, no se necesita de mucho para entender esta premisa, siéntese en la mesa de un bar con hombres y mujeres de entre 20 y 25 años y pregúnteles sobre lo que está sucediendo en la política de su entorno, ninguno sabrá decirle mucho y la realidad es que poco les importa; porque si somos honestos, la política como la entendemos hoy en día, y aquí en nuestro país, se ha vuelto hostil, poco refinada, nada interesante y anticuada por usar algunos calificativos, pero esto no es algo nuevo, son sinsabores que se vienen gestando desde hace muchos años. Por eso, ambas candidatas deben apelar a ese voto, uno difícil de ganar y este es, tal vez, uno de los retos más interesantes a los que se enfrentan, aunque no el único.
Delfina por su parte tiene una fuerte crisis de imagen verbal, no sabe hablar, la improvisación no es lo suyo y lo ha demostrado en muchas ocasiones. Si bien su fuerte es el respaldo que tiene de su partido y del presidente Andrés Manuel López Obrador, la oratoria es su punto débil, desde un timbre de voz que no favorece a captar la atención y a expresar confianza, hasta la tarea de resolver cuestionamientos básicos -porque son temas de trascendencia en el edomex, no porque sean fáciles de explicar- como el feminicidio, que al abordarlo terminó diciendo incoherencias. También se enfrenta a una oposición que busca no perder a como dé lugar y a extensiones de su imagen que no están sumando, sino que su presencia afecta su percepción pública.
Del Moral, insiste en un slogan de campaña que no aporta, pero no es su culpa; al igual que Del Mazo y Peña ella es institucional y escucha la instrucción de quién, en teoría, debería llevarla a la gubernatura aunque de momento esté haciendo el ridículo. Sin embargo, hoy su reto personal más importante es que nadie la conoce, nadie sabe quién fue ella, quién es ella y qué hará, y aunque el incremento en los niveles de conocimiento del personaje han aumentado, estos no se han traducido en intención del voto. Por eso, busca descalificar a su contrincante, porque a diferencia de Gómez, Alejandra tiene un mejor manejo oral.
Y aquí viene la insistencia desesperada de Del Moral de tener innumerables debates -que honestamente a pocos les interesa ver- y también de negarse al cambio de fechas solicitado por Delfina, para pasar el primer debate del 20 al 28 de abril que convenientemente es cuando sería el concierto de Rosalía organizado por la líder de su partido en la Ciudad de México Claudia Sheinbaum, es decir, esperando que nadie tenga interés en verla debatir, especialmente ese nicho que está en sus veintes.
Al final, estos son sólo algunos de los retos que ambas enfrentan. Lo interesante es que, hasta hoy, ninguna de las dos candidatas ha hecho el suficiente ruido o al menos no uno que valga la pena escuchar, sus campañas siguen la vieja escuela y a las nuevas generaciones esas dinámicas les aburren.
Doctoranda en Imagen Pública
Directora π en SCIO Group
Ex godín Gubernamental
Fisgona por naturaleza y delirante por la imagen
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