Después de la segunda guerra mundial y la caída del muro de Berlín la contraposición entre democracia y totalitarismo permitió ir afianzando la legitimación del modelo liberal democrático por encima de cualquier tipo de régimen totalitario llámese nazismo, fascismo, franquismo, o cualquiera de ese corte.
Se fue extendiendo la idea de construir democracias en todo el mundo por ser éstas las que tutelan de mejor forma los derechos humanos y la dignidad de las personas.
Dando seguimiento a su fortalecimiento y sin caer en los extremos que pueden dañar y menoscabar los derechos de las personas, las democracias se fueron afianzando en la Europa Occidental, Estados Unidos y muy paulatinamente en América Latina.
El mundo después del 11 de septiembre de 2001 refrendó esa postura, muchos países lo siguen haciendo con sus posicionamientos ante lo que ocurre en Ucrania o lo sucedido en Francia el pasado domingo, en donde el Nuevo Frente Popular frena a la extrema derecha francesa o el Partido Laborista en Inglaterra que obtiene una holgada mayoría respecto del Partido Conservador.
Las democracias protegen derechos, derechos de todas las personas, derechos humanos que son inalienables, irrenunciables, indivisibles, interdependientes y progresivos y por ello también la existencia de la seguridad humana como concepto y como forma de tutelar esos derechos.
Para nadie es ajeno que para muchas personas el lugar en el que viven es inseguro por los desastres naturales, el cambio climático o los relacionados con los desplazamientos forzados por el crimen organizado, las violaciones a sus derechos, la falta de empleo, de alimento, la pobreza y la pobreza extrema.
Ante esas circunstancias la ONU a través de la resolución 6/290, desde 2012 convino que la seguridad humana engloba: el derecho de las personas a vivir con dignidad y en libertad. Libres del temor y de la miseria, con la posibilidad de desarrollar plenamente su potencial humano. La seguridad humana está interrelacionada con la paz, los derechos civiles, políticos, económicos y culturales.
Existen diversos mecanismos para hacerlo, la ciencia y la academia son fundamentales para identificar las problemáticas sociales, políticas y económicas, en nuestro país existen los PRONACES (Programas Nacionales Estratégicos) de CONAHCYT que forman parte de esos andamiajes y que refieren tener como objetivo una estrecha colaboración con las comunidades para identificar y atender con eficiencia y eficacia los retos a los que se enfrenta la sociedad mexicana, ponderando que en el nuevo orden de cosas primero son los pobres.
Será importante dar seguimiento a la forma en la que el CONAHCYT lleve a cabo estos proyectos ya elevada a Secretaría como lo anunció la virtual presidenta Claudia Sheinbaum y su vinculación con todas las Secretarías en aras de identificar las dificultades intersectoriales que afectan a la supervivencia, los medios de subsistencia y la dignidad de un número importante de mexicanos y mexicanas.