La elección del próximo 2 de junio tiene un valor especial para el Estado de México debido al resultado del proceso de renovación de la gubernatura de 2023; lo que ocurrirá en unas semanas también definirá una nueva configuración de la cartografía política del Estado de México en donde el PRI ya no será más el partido hegemónico y su caída podría ser, también impulso que estaban necesitando otros institutos para crecer; tal es el caso, en particular, del PAN, que se encuentra ante una gran oportunidad.
En primer lugar, la posición del PAN no es sencilla; han conformado una alianza con los priístas para esta elección en varios municipios y distritos locales además van en coalición para la elección federal (diputados federales, senadores y Presidencia de la República) y aunque mantienen la unidad entre jaloneos y momentos de descontento; lo cierto es que esta cohesión no ha sido del agrado de toda la militancia.
El resultado de la elección de 2023 en la entidad generó serias fricciones que aún no han sido resueltas, heridas abiertas que ocasionalmente salen a relucir cuando se presentan las discusiones; recordemos, por ejemplo, que en ese proceso, la coalición estuvo a nada romperse unas horas antes del registro de Alejandra del Moral como candidata cuando en el PRD se enteraron que panistas y priístas habían negociado posiciones del proceso electoral de 2024 a sus espaldas. A final de cuentas albiazules y tricolores convencieron a los del sol azteca de que no había tal situación y el registro se llevó a cabo al día siguiente.
Los panistas volcaron su apoyo a la candidata del PRI y comprometieron un millón de votos, los priístas mexiquenses echaron a andar la maquinaria electoral con más dudas que certezas y en un evidente abandono de su dirigencia nacional que se desentendió de la elección y solo hizo acto de presencia al cierre de la campaña, mientras parecía que habían logrado poner la elección al alcance de la victoria, pero que fue el primero en buscar culpables en los demás acusando al entonces gobernador, Alfredo del Mazo de la derrota.
Los panistas no pudieron cumplir su promesa del millón de votos, muy por el contrario, se quedaron muy lejos de la meta; extraoficialmente se hablaba de que esperaban llegar, realmente, alrededor de los 900 mil votos pero se quedaron en 700 mil; los priístas se sintieron traicionados y reclamaron a los blanquiazules el no haber entregado los votos que habían comprometido y aunque no pasó de ahí, la relación quedó lastimada.
Terminado el proceso electoral de 2023 llegó el tiempo de cumplir acuerdos y preparar la elección que sigue. A nivel federal todo parecía caminar tal cual lo habían “planchado” las dirigencias nacionales: el PAN tendría la candidatura d la Ciudad de México y el PRI la de la Presidencia de la República; el acuerdo negado a los perredistas empezaba a materializarse pero Xóchitl Gálvez tenía otros planes y de pasar a ser la favorita para encabezar la fórmula para la jefatura de gobierno del país, pasó de un momento a otro a ser la favorita para la candidatura presidencial.
Xóchitl participó en el proceso de la coalición para la selección de la candidatura y poco a poco fue logrando que los aspirantes, prácticamente priístas todos ellos, se fueron haciendo a un lado para cederle la posición. La hidalguense les había arrebatado la candidatura y se perfilaba como una peligrosa contendiente que, en un momento dado, generó que el proyecto de sucesión planeado desde Palacio Nacional se tambaleará y se pensará la posibilidad de algún Plan B o C; al final no fue necesario, las dirigencias de la oposición reconocieron la candidatura de Gálvez y, junto con sus contendientes, se bajaron de la mesa.
En la Ciudad de México las cosas no fueron mejor; los aspirantes estaban listos para pelear por las posiciones pero ante lo ocurrido con Xóchitl en la presidencial, las dirigencias nacionales no quisieron arriesgar a otra sorpresa y se manifestaron abiertamente y de manera anticipada por la designación del panista Santiago Taboada como su candidato; esto generó una importante división dentro del PRD (incluso se habló de traición) y una fractura en los liderazgos del priísmo de la capital del país que, al igual que los de otras entidades que han enfrentado elecciones a gobernador, quedaron resquebrajados.
En lo local, los rumores de negociación para que Enrique Vargas le cediera a Alejandra del Moral la candidatura a la gubernatura mexiquense se materializaron con su designación como candidato de primera fórmula para la senaduría por la alianza y dejando el segundo sitio para los priístas, posición que ocupa la diputada de Ecatepec y originaria de la Ciudad de México, Brenda Alvarado.
Tal como está el panorama y bajo las reglas de la elección al Senado, aún perdiendo ante la dupla morenista, el panista tendría asegurado su ingreso a la Cámara Alta como senador de primera minoría, no así su compañera de fórmula quien solo podría lograr el objetivo si la coalición lograra ganar la elección del 2 de junio. Esta situación detonó el reclamo de la dirigencia tricolor que considera que los albiazules están tirados a la hamaca haciendo lo mínimo en la campaña y no están trabajando para ayudar a su candidata, por lo que, incluso, se llegó a mencionar que había la instrucción de la dirigencia priista de no apoyar a Enrique Vargas.
La tensión subió de nivel cuando la líder estatal del PRI en la entidad, Ana Lilia Herrera, dijo que están analizando modificar el acuerdo de la coalición y aunque no detalló en qué sentido sería, dio a entender que la militancia de su partido le ha pedido abandonar este acuerdo en varios municipios porque consideran que pueden ganar en solitario y que no necesitan de los panistas, mucho menos de los perredistas, para este proceso.
En este escenario, los panistas mexiquenses están ante la inmejorable oportunidad de obtener más votos que los priístas por primera vez en su historia; se espera que los tricolores pierdan una parte importante del apoyo recibido en 2023, tanto de su propia militancia como de aquellos que los han abandonado para buscar un mejor futuro en Morena, el PVEM e incluso en el propio panismo, por lo que estarían al alcance de los albiazules.
En estricto sentido, los panistas podrían pasar de la tercera a la segunda fuerza de la entidad relegando a los priístas a una posición de tercer o hasta cuarto lugar, lo que les fortalecería en futuras negociaciones con los tricolores pero para ello necesitan abandonar su letargo y apresurar el paso en las contiendas locales; si lo consiguen, podrían alcanzar esos 900 mil votos que ansiaban en 2023 y que no alcanzaron pero, además, podrían perfilar un mejor escenario para 2027 en un escenario incierto aún pero con mayores perspectivas, según los antecedentes en la entidad. ¿Podrán concretarlo? Está en ellos.