La literatura académica sobre calidad de la democracia suele utilizar a la participación política como variable explicativa. Cada vez que nos involucramos en asuntos públicos, exigimos a los gobiernos o nos asociamos para hacer cosas en común, fortalecemos capacidades cívicas. La métrica más contundente es la asistencia a las urnas, pues es la prerrogativa ciudadana del sufragio la que nos permite decidir quiénes nos representarán y cuál programa nos convence más.
A pesar de la importancia de esta última variable, todavía se conoce poco sobre los factores que determinan la participación electoral. La ciencia todavía no define con precisión qué aspectos propiciaron que 61 de cada 100 personas inscritas en la lista nominal mexicana participaran en la elección federal de 2024.
Una de las respuestas más socorridas tiene que ver con la obligatoriedad del voto. El caso mexicano es curioso porque, si bien nuestra Constitución establece que el sufragio es obligatorio, jamás se ha sancionado la abstención. Un estudio del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) encontró que en América Latina la participación electoral es más alta en los países en los que es obligatorio votar, aunque no haya sanción (65%), comparado con los países en los que no lo es (55%). No obstante, cuando observamos la participación electoral en los países en los que es obligatorio y hay sanción, ésta en promedio alcanza el 82%.
Pero más allá de medias nacionales, los países federados ofrecen información interesante, ya que suelen registrar distintas tasas de participación entre sus entidades. En el caso mexicano Yucatán suele tener una mayor propensión al sufragio. En las elecciones 2024 ese estado, junto con Tlaxcala y Ciudad de México mantuvieron tasas por encima del 70%. Baja California fue la entidad con la menor participación, por abajo del 50%.
Inclusive dentro de cada entidad federativa hay variaciones importantes a nivel municipal. En la elección mexiquense de 2024, por ejemplo, participó el 65% de la población, un incremento importante (11%) respecto de los comicios de 2021. Este año fueron ejemplares los casos de Soyaniquilpan de Juárez, Timilpan y Texcalyacac que estuvieron por encima del 80%, superando sus propios niveles de participación en la elección de gubernatura 2023.
Estas variaciones específicas nos llevan a preguntar ¿existen otros factores que motiven que en unas comunidades se vote más que en otras? Dieter Nohlen, quizás el más afamado politólogo alemán, después de estudiar las tasas de participación en el mundo, agrupó las respuestas en tres grandes grupos: la complejidad de la administración electoral; el des/encanto por la política y el distanciamiento de las personas con la participación política –ya sea por marginación social o desafección por la política en lo general.
En efecto, no basta con multiplicar la cantidad de casillas y hacerlas accesibles a la ciudadanía. Las personas votan porque quieren influir en la política pública, porque aspiran a que determinadas propuestas se concreten en obras de gobierno. Por eso es que las propuestas de los partidos y candidaturas, así como las trayectorias de quienes aspiren a la representación popular son fundamentales para motivar el sufragio. En palabras de Nohlen, “la experiencia histórica y comparativa muestra que el nivel técnico, educativo y comunicacional de los organismos electorales no basta para generar un aumento de la participación electoral”.
La participación política no se agota al momento de votar. Si bien ya transcurrió la jornada electoral más grande de la historia, la ciudadanía tiene mucho que aportar al quehacer público en la medida en que se involucre en la construcción de soluciones. La democracia se fortalece cada vez que ejercemos nuestros derechos.