Por iniciativa presidencial, desde el primero de julio de 1974 se festeja en México el Día del Ingeniero, una de las profesiones más importantes en el desarrollo económico y social de cualquier país del mundo, en sus diferentes disciplinas.
Se propuso este día porque en esa fecha, pero de 1776, se expidió la Real Cédula para la creación del Real Tribunal de Minería en México, el cual, a su vez, dio origen a la fundación del centro de docencia e investigación llamado Real Seminario de Minería, donde se elaboraron los planes de estudio y libros de texto de las primeras escuelas de ingeniería fundadas en el continente americano.
En consecuencia, es oportuno felicitar y hacer un reconocimiento al talento, la innovación y el compromiso de quienes han sabido dignificar la actividad, ya sea en el diseño, construcción, mantenimiento y mejora de la infraestructura, tecnologías y procesos, o en las aulas y en las tareas de investigación. Y de manera muy especial, celebrar a mi compañera y compañeros de la generación de 1974, egresados de la entrañable Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Desde luego, también es oportuno reflexionar acerca de la renovación de objetivos y metas, ante el requisito ineludible de actualizar el conocimiento y aportar respuestas adecuadas a las dificultades comunes, en un contexto marcado por los acelerados avances de la ciencia y la tecnología, y por la situación de desastre predominante en el país. Los escenarios adversos afectan de manera drástica las oportunidades de progreso, pues la absurda ideología del atraso y el rechazo a la superación de las personas, se manifiestan en un crecimiento prácticamente nulo de la economía.
Como ocurre con la inmensa mayoría de las empresas nacionales, en el caso de la ingeniería civil la construcción se encuentra en una crisis ya muy prolongada, al grado de acumular años de contracción, según se infiere de los propios datos publicados por el INEGI. En gran parte, esto derivado de la política del actual sexenio, reflejada en la pésima asignación de los recursos públicos, el derroche en obras inútiles, perjudiciales y sumamente costosas, la elevación en el precio de los insumos, no proteger la planta productiva ni estimular la creación de empleos, y el constante aumento en las tasas de interés.
Si se consideran otras calamidades, entre ellas los famosos “moches” o pago de extorsiones a los delincuentes del sector gubernamental, e incluso del crimen organizado, y la adjudicación directa de contratos al gusto de familiares, amigos y socios, se entenderá por qué resulta tan complicado generar nuevos proyectos.
Por eso, la participación organizada y valerosa de las y los ingenieros de cualquier especialidad es indispensable, si realmente se desea tener una nación distinta, en mejores condiciones de desarrollo, justicia y democracia. Los cárteles del oficialismo no deben seguir cometiendo más agravios a los auténticos profesionales, acaso con la intención de sumarlos a su clientela, vía los perversos programas asistenciales.
Comentario final: Obligado análisis merece la declaración del Vocal Ejecutivo de la Comisión de Aguas del Estado de México, Armando Alonso, expresada en una sesión extraordinaria del Comité Técnico de Operación de Obras Hidráulicas y publicada el pasado sábado 22, en un periódico de circulación nacional, en el sentido de que se reforzará el Sistema Cutzamala con el envío de agua a la presa de Villa Victoria, desde tres plantas ubicadas en la capital mexiquense, incluyendo además los caudales provenientes del Xinantécatl o Nevado de Toluca.
Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.