/ viernes 27 de septiembre de 2024

Pensamiento Universitario | El legado

A unos días de dejar el Palacio Nacional, el principal inquilino no entrega buenas cuentas en la conducción del país, después de ejercer el poder durante cinco años y diez meses.

Los principales indicadores muestran saldos deficitarios, producto de una serie de decisiones erróneas, causantes de retrocesos, derroche, abusos, destrucción y dolor. En un breve recuento de su legado, se incluye uno de los primeros desaciertos, consistente en el desperdicio de miles de millones de pesos, al cancelar la edificación de un moderno aeropuerto en Texcoco, y adaptar otro en un lugar inadecuado, oneroso y de uso mínimo.

Vienen luego las obras absurdas, del tipo de la todavía improductiva refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, cuyos costos aumentaron de 9 mil millones a 20 mil millones de dólares en cuatro años, la primera, y el segundo de 150 mil millones de pesos hasta rebasar los 500 mil millones de pesos, además de causar éste la devastación de cientos de hectáreas de selva, de siete millones de árboles talados y la destrucción y contaminación de cenotes y ríos subterráneos milenarios.

Está también el fallecimiento de más de 800 mil personas, debido a la pésima estrategia para enfrentar la pandemia del Covi19, de los cuales, según las respectivas investigaciones, cerca de 300 mil pudieron evitarse. Esto aunado a otras situaciones lamentables, al perder el acceso a la salud millones de mexicanos, muchos de ellos niños y personas mayores, por la desaparición del Seguro Popular y la falta de medicinas, infraestructura y equipamiento.

Asimismo, se hereda una nación saturada de violencia e inseguridad, y eso lo muestran los propios datos oficiales de casi 200 mil homicidios dolosos y 50 mil desaparecidos, la migración de comunidades enteras y otros pueblos y ciudades tomados como campos de batalla por los grupos del crimen organizado, mientras la población permanece en calidad de rehén y las autoridades de simples espectadores, por órdenes de su comandante supremo.

Los reportes de diversas entidades corroboran un crecimiento económico menor al uno por ciento en el promedio anual, el más bajo en 36 años y bastante lejos del 6 por ciento prometido, asociado a la escasez de las finanzas públicas y un endeudamiento elevado y caro (se habla de 6.6 billones de pesos), que seguramente obligará a la nueva administración a elegir una o las dos opciones siguientes: contratar más deuda o imponer una reforma fiscal, y con ello empeorar las condiciones de los contribuyentes cautivos.

En el tema de la corrupción el panorama es nefasto, pues el INEGI refiere un aumento del 65 por ciento, y esto se ratifica con la frecuente información publicada por la prensa independiente, o en las indagaciones dadas a conocer por organizaciones del prestigio de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), donde se han descubierto los casos de SEGALMEX y del descarado tráfico de influencias al estilo del famoso Clan, reflejado en los múltiples contratos otorgados a amigos, socios y familiares, la mayoría sin licitaciones de por medio y por grandes montos.

Igualmente, se transmite un enojo creciente, las expresiones de hartazgo de esos millones de mexicanas y mexicanos que, lejos de aplaudir servilmente, repudian la mentira, los delirios de grandeza y perfección, y a esa clase política adoradora de la autocracia, pero enemiga de los legítimos intereses de la patria. Consciente de la triste realidad y de un futuro de alto riesgo, esa gente habrá de luchar con dignidad por un México de justicia y libertades, de ciudadanos y no de súbditos, unido en la defensa del progreso, del equilibrio de poderes, de la paz y de la auténtica democracia.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com

Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad de quien las emite y no de esta casa editorial. Aquí se respeta la libertad de expresión.

A unos días de dejar el Palacio Nacional, el principal inquilino no entrega buenas cuentas en la conducción del país, después de ejercer el poder durante cinco años y diez meses.

Los principales indicadores muestran saldos deficitarios, producto de una serie de decisiones erróneas, causantes de retrocesos, derroche, abusos, destrucción y dolor. En un breve recuento de su legado, se incluye uno de los primeros desaciertos, consistente en el desperdicio de miles de millones de pesos, al cancelar la edificación de un moderno aeropuerto en Texcoco, y adaptar otro en un lugar inadecuado, oneroso y de uso mínimo.

Vienen luego las obras absurdas, del tipo de la todavía improductiva refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, cuyos costos aumentaron de 9 mil millones a 20 mil millones de dólares en cuatro años, la primera, y el segundo de 150 mil millones de pesos hasta rebasar los 500 mil millones de pesos, además de causar éste la devastación de cientos de hectáreas de selva, de siete millones de árboles talados y la destrucción y contaminación de cenotes y ríos subterráneos milenarios.

Está también el fallecimiento de más de 800 mil personas, debido a la pésima estrategia para enfrentar la pandemia del Covi19, de los cuales, según las respectivas investigaciones, cerca de 300 mil pudieron evitarse. Esto aunado a otras situaciones lamentables, al perder el acceso a la salud millones de mexicanos, muchos de ellos niños y personas mayores, por la desaparición del Seguro Popular y la falta de medicinas, infraestructura y equipamiento.

Asimismo, se hereda una nación saturada de violencia e inseguridad, y eso lo muestran los propios datos oficiales de casi 200 mil homicidios dolosos y 50 mil desaparecidos, la migración de comunidades enteras y otros pueblos y ciudades tomados como campos de batalla por los grupos del crimen organizado, mientras la población permanece en calidad de rehén y las autoridades de simples espectadores, por órdenes de su comandante supremo.

Los reportes de diversas entidades corroboran un crecimiento económico menor al uno por ciento en el promedio anual, el más bajo en 36 años y bastante lejos del 6 por ciento prometido, asociado a la escasez de las finanzas públicas y un endeudamiento elevado y caro (se habla de 6.6 billones de pesos), que seguramente obligará a la nueva administración a elegir una o las dos opciones siguientes: contratar más deuda o imponer una reforma fiscal, y con ello empeorar las condiciones de los contribuyentes cautivos.

En el tema de la corrupción el panorama es nefasto, pues el INEGI refiere un aumento del 65 por ciento, y esto se ratifica con la frecuente información publicada por la prensa independiente, o en las indagaciones dadas a conocer por organizaciones del prestigio de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), donde se han descubierto los casos de SEGALMEX y del descarado tráfico de influencias al estilo del famoso Clan, reflejado en los múltiples contratos otorgados a amigos, socios y familiares, la mayoría sin licitaciones de por medio y por grandes montos.

Igualmente, se transmite un enojo creciente, las expresiones de hartazgo de esos millones de mexicanas y mexicanos que, lejos de aplaudir servilmente, repudian la mentira, los delirios de grandeza y perfección, y a esa clase política adoradora de la autocracia, pero enemiga de los legítimos intereses de la patria. Consciente de la triste realidad y de un futuro de alto riesgo, esa gente habrá de luchar con dignidad por un México de justicia y libertades, de ciudadanos y no de súbditos, unido en la defensa del progreso, del equilibrio de poderes, de la paz y de la auténtica democracia.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com

Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad de quien las emite y no de esta casa editorial. Aquí se respeta la libertad de expresión.