La actividad física es indispensable en la existencia de las personas, y por ello su atención debe ser una prioridad en los planes y programas de todo nivel de gobierno.
Muchas cosas cambiarían en nuestro medio si el intelecto de las autoridades funcionara en el sentido correcto, y pudieran comprender la necesidad de impulsar el hábito del ejercicio entre la población, haciendo ver en esto un recurso bastante efectivo en cuanto a conservar la salud, mejorar la calidad de vida y ayudar a la interacción social.
Sin embargo, ni siquiera muestran el interés en cuidar la infraestructura heredada, por ejemplo, la de los gimnasios al aire libre, según lo acaba de evidenciar este diario, con el reportaje sobre el deterioro, robo de piezas y abandono en el que se encuentran los ubicados en los parques Alameda 2000, Vicente Guerrero y Paseo Matlazincas, del municipio de Toluca.
Hace tiempo, ante un problema similar, un alcalde del Valle de México, por cierto, un ex atleta de alto rendimiento, tuvo la idea de recurrir a los empresarios de la zona, a quienes pidió invertir en el rescate de las instalaciones deportivas. Desde luego, no se trataba de privatizar esos espacios, sino de apelar a la solidaridad de los industriales, a fin de llevar a cabo un proyecto de beneficio comunitario, en especial para niños y jóvenes, por ser quienes mayormente requieren alejarse de las malas costumbres y tener formas positivas de desarrollo físico y mental.
Cualquier plan de vida debiera incorporar entre sus prioridades el ejercicio, la práctica deportiva, tomando en cuenta sus grandes ventajas al contrarrestar diversas enfermedades, cuya elevada frecuencia presiona e incapacita cada vez más a millones de mexicanos. Dentro del muy amplio grupo de padecimientos, sin duda destacan los del sobrepeso, obesidad, depresión y estrés, en gran medida relacionados con el sedentarismo, mismo que se ha incrementado en porcentajes de verdadera alarma, al no cumplirse con los estándares mínimos del movimiento diario recomendado en el ser humano.
En el pasado, cuando en las respectivas dependencias oficiales era una realidad el tratamiento de estos males, aunado al de la diabetes, se reportaba la asignación anual de grandes presupuestos, del orden de los 100 mil millones de pesos, lo cual muestra la magnitud de la indeseable situación.
Por lo tanto, la obligación de los gobiernos es dejar a un lado las ocurrencias en la materia, y trabajar en una oferta seria, amplia y bien organizada, con la finalidad de proporcionarle a la población una infraestructura adecuada y variedad de servicios, susceptibles de atender las necesidades de recreación y activación, desde los niveles básicos hasta los de alta competición. Grandioso sería si además se contara ahí con el apoyo profesional de entrenadores en determinadas especialidades, médicos, nutriólogos y psicólogos, en días y horarios específicos.
De ninguna manera es conveniente seguir manteniendo dependencias y burocracias improductivas, y menos poner al frente a personajes ineptos, que nada saben ni les importa fomentar el deporte, y solo buscan aprovecharse del cargo y rodearse de incondicionales igualmente inútiles. Mientras no se entienda lo relevante de este tema vinculado a la salud, seguiremos en el atraso, sin disponer de lugares limpios y equipados, soportando la tradicional demagogia y simulación del oficialismo.
Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.