/ sábado 11 de marzo de 2023

Pensamiento Universitario | Los jóvenes ciudadanos

En días pasados, este diario aplicó una encuesta a los jóvenes de 18 años recién cumplidos, con el propósito de conocer su intención de acudir a votar o no el próximo 4 de junio, cuando se elija a la próxima gobernadora de la entidad mexiquense. Las respuestas son interesantes, pues afirmativas fueron el 78%, negativas el 16% y el 6% de indecisos.

Sin embargo, en la nota se habla de ser éste un sector reducido, apenas de poco más de 230 mil personas, mientras que los del rango de 25 a 29 años de edad suman casi un millón 471 mil, y son quienes menos sufragios registran.

Ante las difíciles condiciones actuales, con un país inmerso en una profunda crisis, es necesario promover e incentivar la participación de la ciudadanía, no sólo en esa importante jornada electoral, sino también en las del año siguiente. Es forzoso hacer a un lado el conformismo y la apatía, y asumir el compromiso de ejercer libremente los derechos y obligaciones cívicas, a partir de una información cierta y no de aquella deformada por los demagogos enemigos de la democracia.

En este escenario, sin duda será determinante el aporte racional de los jóvenes, pues en gran parte el futuro de su entorno y el de ellos mismos dependerá de lo que hagan o dejen de hacer al momento de elegir a sus representantes. Su idealismo, por lo tanto, debe ser progresivo, es decir, jamás sentirse satisfechos, y mucho menos dejarse engañar por el nefasto populismo, e ir siempre con la consigna de encomendar los cargos públicos a gente preparada y de limpio historial, capaz de gobernar con patriotismo y estricto apego a la legalidad; de impulsar el desarrollo y atender con prontitud y eficacia las legítimas demandas de la población.

Se enfrentan ahora problemas realmente graves, como resultado de haberse radicalizado en la élite oficial las peores características, donde destacan la ineptitud y la soberbia; el autoritarismo, el despilfarro y la opacidad; la acumulación de poder prácticamente sin contrapesos y la terrible corrupción en sus varias y novedosas formas, lo cual se ha traducido en un creciente número de deficiencias estructurales, en perjuicio de millones de damnificados.

Por eso, la urgencia del cambio es innegable, si en realidad se desea combatir la falta de valores, las complicidades y el cinismo. En una nación llena de pobreza e ignorancia, víctima de la inseguridad y la violencia, entre varios otros males, tener dirigentes nefastos de ninguna manera es justificable, y peor aún el ver sus feudos protegidos por lacayos y un conjunto de leyes hechas a modo.

Así entonces, las razones de una auténtica transformación deben incluir en un primer plano el compromiso de construir una sociedad mucho más crítica, independiente y participativa, decidida a luchar dignamente y con valentía en contra de los espacios de inmoralidad. En paralelo, emprender una tarea de largo alcance, en lo relativo a honrar la democracia, seleccionando correctamente a los servidores públicos, y con ello empezar a revertir el rechazo de la ciudadanía hacia la actividad política, hoy sumamente desprestigiada.

En síntesis, la contribución de todas y todos es imprescindible en estos tiempos, y en especial se demanda la de los jóvenes, con su inteligencia y coraje, frente a la imposibilidad de guardar silencio, de nada hacer y dejarle el campo libre a regímenes y sistemas ya muy desgastados por tanta simulación e ineptitud, obstinados en destruir instituciones y en derrochar impunemente el dinero de los mexicanos.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com