En defensa de la democracia, el pasado domingo 18 de febrero cientos de miles de mexicanas y mexicanos volvieron a llenar las principales plazas del país y algunas del extranjero, en más de 120 ciudades.
De las concentraciones realizadas aquí, en Estado Unidos, Canadá y Europa, informó puntualmente la prensa nacional e internacional, destacando la demostración de fuerza de las 700 mil voces en el Zócalo y la zona centro de la ciudad de México. Desde luego, la gente de diferentes edades y condición social acudió por sus propios medios, estimulada por una causa justa, sin necesidad de recurrir a la ilegal costumbre oficialista del acarreo, con el uso impune del dinero público.
Por el resultado altamente positivo, organizadores y asistentes merecen un amplio reconocimiento, pues han reiterado el mensaje de estar dispuestos a proteger lo establecido en la ley, específicamente en su derecho de ejercer libremente su voto. El temor, la indiferencia y el fatalismo van quedando atrás, frente a una situación de riesgo que pretende el regreso al pasado, dejando en el olvido la lucha de tantas generaciones, incluso a costa de muchas vidas.
Como bien los dijo el doctor Lorenzo Córdova, expresidente del Instituto Nacional Electoral y único orador en el evento, no se trata de especular, ni de propagar falsas alarmas, ante el peligro de no tener elecciones confiables, auténticas y equitativas, si se permite el abuso de poder. Las pruebas de esto ahí están, con una serie de acciones destructivas y cambios constitucionales propuestos por el Ejecutivo federal, tratando de imponer un gobierno centralista, autoritario, sin contrapesos ni vigilancia; libertades limitadas; instituciones autónomas desmantelas o capturadas, con el apoyo de un partido hegemónico, donde predominan el fanatismo y la sumisión.
Por eso el encono, el reclamo generalizado al inquilino de Palacio Nacional, exigiéndole respetar la ley, sacar las manos del proceso que concluirá el próximo 2 de junio, y abstenerse de hacer campaña en favor de su candidata en las conferencias mañaneras. Derivado de la información dada a conocer en días pasados, no podían faltar los gritos de "¡Narco presidente!" y "¡Fuera López!".
Aunque predecibles, no dejan de ser lamentables las reacciones de los altos representantes del régimen. La nombrada "corcholata" por su propio jefe, calificó de hipócritas y falsos a los participantes en las marchas, sin tener en cuenta que, no siendo católica, según lo ha declarado, en alguna ocasión se disfrazó de guadalupana, llevando estampada en su falda la imagen de la Virgen, y apenas hace poco fue a hacer proselitismo en el Vaticano, a tomarse la foto con el papa Francisco y seguramente a recibir de éste consejos sobre la fraternidad humana. Fomentar ahora el rencor colectivo, simplemente es devolverle sus palabras.
Por su parte, el líder máximo identifica entre los motivos de los manifestantes la defensa de los oligarcas, de los ricos y corruptos. Además, continúa atacando a los académicos, intelectuales y periodistas independientes, por el grave delito de atender la convocatoria, expresar opiniones y reportar la realidad.
Obviamente, jamás reconocerá el derecho de los ciudadanos a oponerse al desastre causado por una administración fallida en casi todos los temas, por ejemplo, en seguridad, salud, educación y economía; y mucho menos lo absurdo de insultar a quienes con el pago de sus impuestos le permiten vivir en un palacio, disponer a su gusto del erario y satisfacer la voracidad del clan formado por los juniors.
Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.