La semana pasada se publicaron en este diario las declaraciones de un especialista en Ingeniería Ambiental, donde se destacaba la necesidad de cuidar el Xinantécatl o Nevado de Toluca, pues en sus lagunas se capta hasta el 60 por ciento del agua pluvial utilizada en el valle de Toluca.
La información aportada es preocupante, y viene a corroborar el desinterés y la complicidad de las autoridades ante la criminal afectación de esa zona, una de cuyas consecuencias es precisamente la acelerada disminución de los cuerpos de agua de las llamadas lagunas del Sol y de la Luna, ubicadas en la cima del coloso. Según el experto, a partir de 2002 la reducción del volumen de almacenamiento en la primera se ha incrementado, y a la fecha el déficit se deriva de una pérdida de altura del vital líquido de 1.82 metros.
Aunque este tipo de advertencias es frecuente, la burocracia dorada sigue sin cumplir con su responsabilidad, y se resiste no sólo a aplicar la ley a los depredadores del valioso ecosistema, sino también a elaborar y aplicar programas de protección y restauración inmediatas. Por ejemplo, bien podría estudiarse la posibilidad de diseñar un procedimiento innovador, capaz de adaptarse a las pendientes que rodean las lagunas, con la finalidad de propiciar mayores escurrimientos del agua de lluvia y del deshielo en determinadas épocas del año, y así aumentar los volúmenes de captación.
La magnitud del desastre debiera obligar a los tres niveles de gobierno a actuar con prontitud, evitar la simulación e invertir los recursos necesarios para recuperar un bien de valor incalculable. En éste, como en muchos otros asuntos de la vida pública, es lamentable constatar la ineptitud y falta de ética de la gran mayoría de los gobiernos, al no saber ni querer constituir administraciones de calidad, dejar de atender las funciones esenciales y no resolver los problemas estructurales, y en cambio llevar a cabo proyectos absurdos, producto del capricho y siempre en beneficio de los grupos de poder. De las formas incorrectas de usar el dinero de los mexicanos las evidencias abundan, y una de ellas consiste en destinar grandes cantidades a los perversos programas clientelares, generadores de control, manipulación y aplauso fácil, cuyo objetivo cierto es mantener en el atraso y la pobreza al pueblo bueno y sabio.
En un momento clave de la historia, y ante la prioridad de corregir el rumbo, la sociedad no puede permanecer silenciosa y apática. Debe asumir un papel protagónico y exigir los resultados oficiales apropiados, con los cuales darle un sentido inverso al trágico escenario.
En consecuencia, es una obligación apoyar la lucha de algunos ejidatarios vecinos del Xinantécatl, al denunciar y oponerse a la devastación de la superficie arbolada, amparada incluso en permisos de legalidad absolutamente cuestionable. Asimismo, detener la impune explotación de los bancos de material, causante directa del daño irreparable a la morfología de los terrenos y a los cauces hidrológicos, de la erosión y de la pérdida de capacidad de infiltración en los suelos.
Por desgracia, la alteración del clima, las contingencias ambientales, la escasez del agua y el desorden de los espacios urbano y rural es algo cotidiano en nuestra triste realidad, y dan lugar al imperativo de entender y concientizarnos sobre el enorme desafío que se enfrenta. El pésimo desempeño de las autoridades y los malos hábitos de la gente tienen ya un efecto alarmante, pues la destrucción de la naturaleza pone en grave riesgo la existencia de la especie humana.
Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.