En México la libertad de expresión vive una de las etapas más difíciles de los últimos tiempos, cuando se trata de publicar los errores del oficialismo, a partir de datos ciertos, oportunos y comprobables.
Sin embargo, en lugar de reconocer lo evidente, o ejercer el derecho de réplica con argumentos serios y pruebas fehacientes, la respuesta del inquilino de Palacio Nacional y de los altos burócratas del régimen fue primero repetir hasta el cansancio el discurso falaz y ofensivo, situando a los críticos en la posición de adversarios, voceros de los conservadores, promotores de la corrupción y hasta traidores a la patria, y después recurrir al abuso de poder, mediante el uso arbitrario de las dependencias del Gobierno.
Como lo mencionó la periodista Peniley Ramírez, en su columna del pasado 22 de junio, en estas condiciones se encuentran Carlos Loret de Mola, del medio informativo Latinus, su esposa y Víctor Trujillo, el payaso Brozo, quienes son sujetos de una investigación por parte de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), de la Secretaría de Hacienda.
La comunicadora dice tener en su poder copia de los oficios enviados por la UIF a todas las casas de bolsa, de cambio, bancos y sociedades financieras, donde se pide un reporte muy detallado de estas tres personas, que va desde sus posibles cuentas bancarias y saldos, hasta si han comprado dólares u otras divisas extranjeras.
Todo esto se deriva de la serie de reportajes presentados en los meses recientes por Loret de Mola en Latinus, incluyendo la sátira de Brozo, en los cuales se ha documentado, con el soporte de grabaciones bastante explícitas, la asignación de contratos millonarios en medicinas, el Tren Maya y otros negocios, a empresas creadas apenas en este sexenio, de un tal Amílcar Olán, amigo de José Ramón, Andrés y Gonzalo López Beltrán, los tres hijos mayores del presidente.
Según la mencionada Peniley Ramírez, igual acoso de la UIF enfrentan varios integrantes o gente vinculada con la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, una de ellas su presidenta María Amparo Casar, por haber publicado una investigación sobre el caso Segalmex, relacionando el fraude, también por muchos millones de pesos, con un amigo de Andrés López Beltrán.
Ante los hechos, el titular de las “mañaneras” nada ha desmentido y, aparte de victimizarse, responde con enojo y ataca furiosamente a comentaristas con la credibilidad de Carlos Loret y María Amparo Casar, al grado de haberles divulgado ilegalmente los supuestos ingresos, propiedades, montos de pensión y datos personales y familiares, frente a reporteros y cámaras de televisión. Ahora, al comprobarse las acciones de persecución por el mismo titular de la UIF, la mentira vuelve a exhibirse y se corroboran los afanes de venganza contra los críticos, pero no la búsqueda de la justicia, ni de la estricta aplicación de la ley.
El diccionario de la Real Academia Española define la venganza como la “satisfacción que se toma por el agravio o daño recibido”. Entre las bajas pasiones, es ésta la de mayor peligrosidad, pues al ejercerla se le puede dar un sentido egoísta y ruin al bien y al mal, y con ello causar perjuicio no a un solo individuo, sino también a otros inocentes, de cualquier edad y género. Ya desde la antigua Grecia se le asociaba con los seres enfermos, estrechos y retorcidos, de alcances mentales limitados, que no les permite considerar racionalmente los problemas y solucionarlos de manera sensata.
A pesar de todo, la lucha contra el abuso, corrupción e impunidad, espera del verdadero periodismo una información oportuna, valerosa y legítima.
Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.