Hace unos días leí una frase de Audre Lorde la cual dice: "no seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas”. ¿Cómo puedo ser una mujer libre en un país en que a diario matan a 11 mujeres? ¿Cómo puedo ser libre cuando cada año en México son asesinadas más de 3 mil hermanas? Donde el 70.1% de las mujeres de 15 años y más hayan sufrido al menos un incidente de violencia y casi la mitad ha sufrido violencia sexual.
La violencia contra las mujeres ha ido en aumento frente a los ojos de quienes prefieren ignorar, definitivamente no podemos hablar de progreso cuando a diario nos enfrentamos a la noticia de alguna mujer asesinada a manos de quien juró amarla, de una niña violada por un familiar cercano y revictimizada por no recordar el momento exacto en que se atrevieron a vulnerar su inocencia. Me niego a acostumbrarme al dolor de la muerte de una hija, hermana, prima, madre, abuela.
¿Cómo le explicas a esas madres que han perdido a sus hijas, que se cuentan por miles a lo largo de la república, que los encargados de garantizar la seguridad no pueden hacer nada por políticas neoliberales implementadas hace más de 40 años?, ¿cómo explicarles a las hermanas mexicanas que hoy dormirán con un ojo morado y el miedo de no despertar, que el golpe de hoy mañana es puñalada?
A las que no tienen dónde refugiarse, porque el gobierno decidió invertir ese dinero en otras cosas, a las familias de las víctimas, a las madres buscadoras, de nada le sirve un gobierno que le eche la culpa a los demás, con rabia vemos la indiferencia de una administración que con acciones claras ha entorpecido la lucha contra la violencia de género, como la desaparición de programas con perspectiva de género limitando el desarrollo personal y profesional de las mujeres, en la mayoría de los casos sometiéndolas al yugo de su agresor.
Este 8 de marzo las calles se pintaron de indignación y el grito desesperado que nombra a miles de hermanas que ya no están con nosotros retumbó en lo más profundo de nuestro corazón como un recordatorio de que ser mujer en México duele, seguimos marchando porque nos siguen faltando. Los nombres de todas las que nos faltan exigen ser escuchados y no archivados en un escritorio olvidado. Su memoria exige castigo para quienes se llenan las manos con su sangre arrebatando sonrisas, sueños y libertad.
Hay que reconocer que aún hay mucho por hacer, que toda la indignación y rabia se convierta en la lucha permanente para unir esfuerzos que se traduzcan en acciones claras y contundentes que garanticen nuestra seguridad, derechos y salven nuestra vida.
¡Nunca más sin nosotras!
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