En los primeros días de 2020 los diarios empezaron a ocuparse de un extraño mal infeccioso que había sido detectado en la ciudad de Wuhan, China y que sólo afectaba a seres humanos.
La Organización Mundial de la Salud tomó cartas en el asunto cuando supo que había fallecido la primera víctima en Wuhan, lo cual sucedió en enero. Fue entonces cuando, después de emitir boletines preventivos en los que recomendaba tomar medidas para evitar posibles contagios, ya en el mes de febrero, la OMS lanzó una alerta sanitaria advirtiendo que en realidad se trataba de una pandemia.
Los países americanos, que habían visto el problema como algo lamentable, pero lejano, comenzaron a preocuparse por elaborar una estrategia para hacer frente al virus, que a esas alturas ya causaba estragos en varios países europeos, como Italia, Francia, España y Reino Unido, pero que cruzaba el océano a gran velocidad, esta vez en aviones.
A partir de marzo, cobró forma la pesadilla que habría de afectar a todas las entidades de la República Mexicana. Surgió entonces como respuesta a la primera ola de contagios –hoy vivimos la segunda− un conjunto de recomendaciones y medidas adoptadas por el gobierno federal y los gobiernos de los estados.
“Quédate en casa”, fue −y sigue siendo− el lema principal de la campaña, acompañado por “sana distancia”, lavado frecuente de manos, mascarillas, uso de gel y otros desinfectantes, gel y todos esos recursos que la población ya conoce de sobra, pero lo más traumatizante vino a partir de la segunda quincena de marzo con el aumento acelerado de estadísticas oficiales de contagios y muertes y una suspensión de actividades no esenciales que tuvo el efecto de un severo golpe contra recuperación económica que ya se observaba, provocó la ruina de muchos pequeños negocios y la pérdida de más de un millón de empleos. Los únicos que resistieron fueron los grandes capitales, que saben esquivar las crisis y disponen de medios para lograrlo.
Después de diez meses de vivir un mal sueño, la mayor parte del país se ve nuevamente amenazado por el paro económico, total o parcial, debido a que una parte de la población se niega a observar las medidas mientras que cobra fuerza la segunda ola de contagios.
La luz al final del túnel es la campaña de vacunación anunciada hace varios días, que es la mejor noticia de los últimos diez meses, aunque presenta una logística complicada.