Una incursión policiaca contra una discoteca que operaba de manera clandestina en el Perú, uno de los países latinoamericanos más castigados por la pandemia, provocó una estampida de jóvenes que se divertían en una “fiesta Covid” despreciando las recomendaciones de las autoridades. En un primer momento se contabilizaron 13 víctimas mortales.
La policía peruana negó terminantemente haber utilizado en el asalto pistolas y gases lacrimógenos −como afirmaron algunos de los perseguidos−; en cambio, el reporte oficial informa que en 11 de los 13 cadáveres fueron encontrados signos de contagio.
En esto consisten las “fiestas Covid”, que no son exclusivas del Perú, sino que son organizadas también en otros países, inclusive en México, cuando personas que piensan que no tienen nada que perder, porque ya están enfermas, son convocadas por las redes sociales para asistir a una celebración que en la actualidad resulta ilegal.
Las instituciones sanitarias han insistido hasta el cansancio en que el tiempo de abrir al público las fiestas masivas no ha llegado y que será hasta que el semáforo de la pandemia se encuentre en luz verde cuando se considere una probable autorización y aún entonces tal vez se piense dos veces.
En México, se ha hecho ya el anuncio oficial de que las fiestas patrias no se realizarán en la forma acostumbrada, es decir, con grandes concentraciones populares. Se sabe que al zócalo de la Ciudad de México sólo tendrán acceso 500 personas y es seguro que en ciudades de provincia haya restricciones similares
El “grito” de la noche del 15 de septiembre, instituido por el general Porfirio Díaz porque, según dicen, era su cumpleaños y por eso no escogió la fecha verdadera, que es el 16, es una imagen del pasado y también, en las condiciones actuales, con el cambio representa un duro golpe al comercio popular, pero se piensa que es la mejor opción para no exacerbar la epidemia.
La trágica experiencia de los jóvenes peruanos y de otros organizadores de “fiestas Covid” en el mundo que, en su afán de divertirse, no reparan en las consecuencias de celebrar fiestas casi satánicas, no debe repetirse, pues, aunque debe suponerse que en el trágico hecho hubo un operativo mal planeado y peor ejecutado, no es recomendable desafiar las medidas de prevención que, al menos en estos días, representan la única posibilidad de salir más pronto y con menos pérdidas humanas de una enfermedad que no perdona y que puede atacar por igual a personas de la tercera edad y a jóvenes aburridos, aun cuando los resultados no sean los mismos en ambos casos, pero los adolescentes también llevan las de perder.