Como se sabe, las posadas tuvieron su origen en el atrio de una parroquia que hoy figura en el mapa del Estado de México: San Agustín Acolman.
El prior del monasterio gestionó y obtuvo permiso de Roma para celebrar, fuera del templo, unas reuniones que denominó “misas de aguinaldo” en las que convivía consus feligreses, cantaba letanías y les ofrecía sencillos obsequios consistentes en frutas y golosinas. Las reuniones se realizaban durante nueve días previos a la Nochebuena en recuerdo de los nueve meses de la preñez de la virgen.
Cuando alguien tuvo la idea de quebrar piñatas, a la manera italiana, peo con materiales y adornos mexicanos, nacieron las modernas posadas, cuya tradición se trasmitió después de la Colonia al México independiente.
Fue hasta bien entrado el siglo XX cuando las nuevas generaciones decidieron modificar la costumbre y en lugar de letanías, colaciones y rezos celebrar con música, baile y euforia explosiva de “ponche” con mucho “piquete”. En las clases populares se conservaron los rasgos principales de la fiesta con la costumbre de “pedir posada” en alguna casa, convivir al calor de una fogata, beber ponche dulce y saborear colaciones y antojitos mexicanos.
Esta forma típica y tradicional de celebrar este año las posadas, en pequeños grupos familiares, va más de acuerdo con las difíciles circunstancias por las que atraviesa el país debido que las grandes reuniones en antros, salones de fiestas y espaciosas fincas en las que la enfermedad se propaga sin límite ni control.
Es sólo por este año que la sobriedad debe imperar en las familias mexicanas que tanto han padecido en este año que empezó mal y termina mal, pero aún es posible evitar que termine peor.