Durante las etapas más álgidas del priísmo, cuando este partido controlaba la mayoría de las gubernaturas, se descubrió en medio de la trama de desvío de recursos de Javier Duarte, una libreta en la cual su esposa había repetido una y otra vez frases motivacionales con el afán de justificar sus crímenes. Por la dimensión del saqueo al Gobierno del Estado de Veracruz, esta frase que trascendió a los medios de comunicación y se hizo famosa para insertarse en nuestra cultura popular. Era aquella que decía la esposa de Javier Duarte “merecía abundancia”. Con la frase “yo merezco abundancia”, estas élites, estas clases altamente corruptas que formaron parte de la política pero que no eran más que delincuentes de cuello blanco, apaciguaban sus conciencias.
En la mayor parte del país se dieron saqueos similares al de Veracruz. El Estado de México no es la excepción. Pero analicemos, lejos de esta extraña y mística frase para acallar la conciencia de los saqueadores: ¿quiénes son realmente los merecedores de que lleguen por fin los beneficios que les han sido negados por parte de un sistema injusto y diseñado para beneficiar solamente a la clase política y a la empresarial?
Las clases trabajadoras del estado de México tienen demandas que no han sido atendidas por décadas. Desde el explosivo crecimiento de la Ciudad de México en los años sesenta y setenta, la mano de obra del Estado de México ha jugado un papel fundamental en el crecimiento del valle de México y por extensión, en la economía de nuestro país. La mayoría de las mercancías que se elaboran y distribuyen en México tienen que ver con nuestro Estado y el salario de los trabajadores no lo refleja. No solamente eso. Aparte de ello, las condiciones de inseguridad y de mal transporte público – desarticulado, caro, inseguro – redondean una explotación en dos sentidos. La primera, empresarial; con salarios de hambre y miseria, pero la segunda, una explotación desde el poder público, una explotación que no les da a los trabajadores los satisfactores mínimos necesarios para vivir una vida digna.
Los verdaderos merecedores de los beneficios que generan nuestros impuestos deben ser las grandes mayorías mexiquenses, deben ser los trabajadores de la industria, deben ser los trabajadores del sector servicios, deben ser aquellos trabajadores que emigran brevemente a la Ciudad de México pero que viven en la megalópolis y cuyos traslados les arriesgan a que lo poco que ganan en un día les se robado arteramente.
Los verdaderos merecedores de la seguridad en el Estado de México son las personas que sufren cotidianamente la delincuencia causada por una gran desintegración social y la falta de oportunidades. Todos aquí somos merecedores de una tierra en donde nadie se vea orillado a delinquir y a agredir. Las aterradoras escenas que vimos recientemente, donde una niña ataca a otra niña en una primaria de Teotihuacán nos dan un escalofriante recordatorio de que hace mucho tiempo, los gobiernos del Estado de México, los priistas, los de antaño, tienen una deuda pendiente con la población. Nos recuerdan que el maltrato, la explotación y la falta de servicios básicos para la población poco a poco ebullen y nos arrojan episodios tan tristes como este que vimos. La justicia social debe llegar y es solamente una causa ideológica, no solamente es una utopía, es una deuda pendiente y es algo que debe llegar antes de que la vida de más mexiquenses se vea truncada por la injusticia, por la desigualdad y por la pobreza.
FB CarlosZurita9
TW:@Carlos_ZuritaMX
Regidor de morena en Ixtapaluca, politólogo por la UNAM