/ sábado 2 de diciembre de 2023

Reflexiones en textos cortos | El Maestro Universitario contra el Influencer

Hace unos días recordaba al filósofo argentino Dario Sztajnszrajber. “Cuando empecé a dar clases me dije: -quiero hacer esto toda la vida-. Después de unos años dije: - quiero otra vida”.

Estos meses sentí tanto esa frase, me identifiqué, sobre todo tomando en cuenta que acabo de cumplir 10 años en la docencia universitaria, que si bien es algo que amo; muchas veces la vocación se desquebraja por el desinterés y la desatención de los jóvenes.

Suelo ser de esos que condena más al sistema que a los individuos que resultan ser víctimas, pero hay decisiones tan específicas que llegan a responsabilizar a los estudiantes. “La persona que admiro es Juanpa Zurita”, me decía un alumno universitario. Belinda, Britney Spears, Peso Pluma, se suman a la lista de figuras de admiración en mis jóvenes estudiantes. Los alumnos que también me señalan en el mapa a Brasil pensando que ahí está Alemania, los que no saben qué es la Guerra Fría, no conocen Mafalda y en casos más extremos no les suena ni Jhon Travolta; los referentes para explicar mis ejemplos se me acaban, ellos creen que el mundo surge con ellos, tienen un gusto empedernido por el presente y como diría Agustín Laje: “No les importa el pasado”.

Esa desilusión de ser docente frente a los que no saben, no tiene contexto; aunado a los posibles efectos de la educación en la pandemia como desatención y pérdida de la retención son los factores que tienen un costo y que hacen que el Maestro deje de ser una guía y se vuelva un ser humano que en lugar de orientar y asesorar, empuja y carga teniendo como obstáculo la indiferencia.

Los maestros tenemos como principal competencia a la principal influencia de los jóvenes: los influencers, que en plataformas como TikTok o YouTube trasladan pensamientos de microondas; donde en 15 segundos promulgan una idea compleja. “Como dice Farid”, “La otra vez vi un video de TikTok”, son las formas en la que los alumnos citan un “conocimiento”

Los jóvenes consumen y asimilan sólo aquello que logran comprender y se parece a ellos, lo simplón es propio de quien es ávido de ese contenido. Lo complejo, lo profundo no tiene sentido porque no está ni cerca de comprenderse. Los jóvenes recurren a consejos que resultan fáciles de entender, y lo fácil ahorra tiempo, y el exceso de tiempo lo ocupan en seguir consumiendo.

Los profesores universitarios tenemos que simplificar al máximo nuestro conocimiento, partiendo de la idea de que no hay contexto en el pensamiento de los jóvenes, no conocen los antecedentes de su propio pensamiento; y más aún, si se quiere enseñar se tiene que generar similitud entre la personalidad de los estudiantes y uno mismo. Los nuevos consumidores sólo aceptarán consejos desde la similitud, de los que se parecen a ellos.

Sólo me pregunto, si ya pertenezco a esa generación que se queja de la ignorancia de los más jóvenes, de qué se quejarán mis alumnos cuando ellos tengan mi edad respecto a las generaciones que les secunden.


Hace unos días recordaba al filósofo argentino Dario Sztajnszrajber. “Cuando empecé a dar clases me dije: -quiero hacer esto toda la vida-. Después de unos años dije: - quiero otra vida”.

Estos meses sentí tanto esa frase, me identifiqué, sobre todo tomando en cuenta que acabo de cumplir 10 años en la docencia universitaria, que si bien es algo que amo; muchas veces la vocación se desquebraja por el desinterés y la desatención de los jóvenes.

Suelo ser de esos que condena más al sistema que a los individuos que resultan ser víctimas, pero hay decisiones tan específicas que llegan a responsabilizar a los estudiantes. “La persona que admiro es Juanpa Zurita”, me decía un alumno universitario. Belinda, Britney Spears, Peso Pluma, se suman a la lista de figuras de admiración en mis jóvenes estudiantes. Los alumnos que también me señalan en el mapa a Brasil pensando que ahí está Alemania, los que no saben qué es la Guerra Fría, no conocen Mafalda y en casos más extremos no les suena ni Jhon Travolta; los referentes para explicar mis ejemplos se me acaban, ellos creen que el mundo surge con ellos, tienen un gusto empedernido por el presente y como diría Agustín Laje: “No les importa el pasado”.

Esa desilusión de ser docente frente a los que no saben, no tiene contexto; aunado a los posibles efectos de la educación en la pandemia como desatención y pérdida de la retención son los factores que tienen un costo y que hacen que el Maestro deje de ser una guía y se vuelva un ser humano que en lugar de orientar y asesorar, empuja y carga teniendo como obstáculo la indiferencia.

Los maestros tenemos como principal competencia a la principal influencia de los jóvenes: los influencers, que en plataformas como TikTok o YouTube trasladan pensamientos de microondas; donde en 15 segundos promulgan una idea compleja. “Como dice Farid”, “La otra vez vi un video de TikTok”, son las formas en la que los alumnos citan un “conocimiento”

Los jóvenes consumen y asimilan sólo aquello que logran comprender y se parece a ellos, lo simplón es propio de quien es ávido de ese contenido. Lo complejo, lo profundo no tiene sentido porque no está ni cerca de comprenderse. Los jóvenes recurren a consejos que resultan fáciles de entender, y lo fácil ahorra tiempo, y el exceso de tiempo lo ocupan en seguir consumiendo.

Los profesores universitarios tenemos que simplificar al máximo nuestro conocimiento, partiendo de la idea de que no hay contexto en el pensamiento de los jóvenes, no conocen los antecedentes de su propio pensamiento; y más aún, si se quiere enseñar se tiene que generar similitud entre la personalidad de los estudiantes y uno mismo. Los nuevos consumidores sólo aceptarán consejos desde la similitud, de los que se parecen a ellos.

Sólo me pregunto, si ya pertenezco a esa generación que se queja de la ignorancia de los más jóvenes, de qué se quejarán mis alumnos cuando ellos tengan mi edad respecto a las generaciones que les secunden.