Quien practica la lectura a menudo, construye una reputación de intelectual, aunque la mayoría de las personas no otorguen el valor esperado. Quien lee, algo piensa y almacena información que lo hace interesante, aparentemente.
Si en la calle, en algún parque o en el autobús se observa a una persona leyendo, se constituye una percepción de reconocimiento en quien está clavando los ojos en un texto, tiene información y puede que sea interesante en su charla. Pero el conocimiento que se obtiene en los libros se mantiene subestimado. – Puede ser muy inteligente o culto, pero no sirve de nada si no ha trabajado, si no lleva las cosas a la práctica -. Escuché una vez. La gente piensa que la lectura sólo tiene la función de brindar información, pero no conocimiento que permita resolver algo.
Yo les llamo “intelectualoides” a los que proclaman la lectura como hábito, de forma arrogante presumen las cantidades de libros que han leído, y citan una y otra vez los mismos libros: El Principito, El Caballero de la Armadura Oxidada, El Quijote, La Divina Comedia… una y otra vez los libros se mencionan, no por el contenido, si no por el alardeo de haberlos leído.
En mis años como docente me ha quedado claro que, para promover la lectura en las aulas, ahora virtuales, es importante demostrar que la lectura soluciona problemas, y no sólo técnicos o prácticos; también personales o incluso emocionales.
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer en el Arte de Pensar establece que es importante leer cuando “La fuente de pensamiento se ha agotado”, pero el verdadero desafío está en demostrar que ya no pensamos en nada nuevo. - ¿Cuándo fue la última vez que ustedes se convencieron de algo? - Les he preguntado a mis alumnos. Su silencio me indica que no recuerdan ese momento en el que algo nuevo entró a sus mentes. -Eso significa que ustedes quién sabe desde hace cuanto tiempo siguen siendo los mismos, se están convirtiendo en lo que tanto han sentenciado de sus padres. Seres humanos que no cambian-
Incentivar a pensar algo nuevo no es algo exclusivo de la lectura, el arte, una clase en la escuela o una conversación con alguien desconocido también lo puede lograr; la característica especial de la lectura es que profundiza, describe detalladamente.
Puede parecer extraño, pero yo encontré la forma de hacer mensajes publicitarios a partir de un texto sobre semiótica del autor Algirdas Greimas, desarrollé una técnica que implemento en los cursos que imparto y en mis clases universitarias, construyendo herramientas diferentes para hacer publicidad.
En la lectura también encontré la respuesta a las personas que cuestionan mi afición hacia cierto equipo de futbol mexicano. Juan Villoro en “Balón Dividido” habla de los vínculos emocionales que se generan entorno al gusto generado por el deporte. Las historias que menciona conmueven a más de uno cuando replico y comparo lo que leo con mi propia vida.
La lectura me ha permitido descubrir que uno puede enamorarse más de dos veces y que entre más se piense en la ilusión del amor verdadero, más difícil es olvidar a alguien que ya no es parte de nuestra vida. Cambiar los conceptos que tenemos sobre la vida, nos ayuda a mejorarla y sobrellevar el malestar.