/ domingo 25 de diciembre de 2022

Reflexiones en textos cortos | La gran mentira del “Amor propio”

Cuando la gente dice “matar el tiempo”, más bien lo que las personas hacemos es “hacer algo mientras la muerte nos llega”; esta columna no trata de discusiones Schopenhauerianas… si no de mis minutos en TikTok. Un video de una chica muy guapa retuvo mi atención; -Lo logramos- decía una voz en off al mismo tiempo que levantaba los brazos en señal de victoria frente a la cámara y lloraba desconsoladamente, debajo la descripción: “Amor propio”. En los comentarios alguien decía: -Me llama la atención que hables de amor propio y estás llorando-. -El amor propio consiste en dejar ir, y eso a veces es doloroso- respondía la autora del video corto.

El “amor propio” es de reciente creación y su persecución por alcanzarlo es estresante y genera más angustia que bienestar. Epistemológicamente no se sustenta en nada, no tiene un antecedente filosófico, ni psicológico; ningún filosofo habló del amor propio, ni siquiera Jesucristo, en donde se sustenta en demasía la vida espiritual de varios creyentes. Por muchos siglos se ha hablado del amor prójimo y de la relación con los demás, y por supuesto cómo nuestra existencia depende de otro que nos reconozca.

El “amor propio”, surge de un sistema económico que pretende ofrecer cosas para alcanzar un bienestar, en el afán de estar bien yo debo adquirir algo en lugar de relacionarme con otros seres, eso invariablemente invita al consumo y sostiene una economía de frivolidad, superficialidad y apariencia; donde en el intentar aprender a quererse a uno mismo, tenemos que consumir cosas.

Los psicólogos trillados les dicen a sus pacientes: “debes quererte a ti mismx”, como si fuera un acto espontáneo y un día en el espejo, lugar en donde muchas veces nos llegamos a odiar en su reflejo, mágicamente nos miramos y aceptamos cómo somos. El bienestar propio no surge de forma espontánea, en el estandarte existencialista a la Jean Paul Sartre, hacer algo nos hace existir frente a los demás. Si no te consideras atractivx debes hacer algo para conseguirlo y que los demás te reconozcan. No se quiere uno mismo sin la atención de los demás.

Para ilustrar esto acudiré a una película: Náufrago. El personaje principal Chuck Noland, sobrevive en una isla desierta; ser rescatado es su única motivación, negarse a la muerte es una cuestión instintiva en el ser humano. Pero su existencia está vacía sin alguien que lo reconozca, por eso surge la necesidad de crear un ente imaginario: Wilson, el balón de Voleibol que tiene diálogos inventados por él, que le aprueba, discute y consuela en todas las decisiones que toma. Tanto es la relación íntima que la escena en donde Wilson se va entre las olas es muy triste. Un balón nos hace llorar, porque es con alguien más donde encontramos quiénes somos y lo que valemos, sin ese otro la búsqueda resulta angustiante, aunque eso no significa que debamos agradarles a todos, pero sí elegir quiénes serán los que nos reconozcan y quiénes NO.

Cuando la gente dice “matar el tiempo”, más bien lo que las personas hacemos es “hacer algo mientras la muerte nos llega”; esta columna no trata de discusiones Schopenhauerianas… si no de mis minutos en TikTok. Un video de una chica muy guapa retuvo mi atención; -Lo logramos- decía una voz en off al mismo tiempo que levantaba los brazos en señal de victoria frente a la cámara y lloraba desconsoladamente, debajo la descripción: “Amor propio”. En los comentarios alguien decía: -Me llama la atención que hables de amor propio y estás llorando-. -El amor propio consiste en dejar ir, y eso a veces es doloroso- respondía la autora del video corto.

El “amor propio” es de reciente creación y su persecución por alcanzarlo es estresante y genera más angustia que bienestar. Epistemológicamente no se sustenta en nada, no tiene un antecedente filosófico, ni psicológico; ningún filosofo habló del amor propio, ni siquiera Jesucristo, en donde se sustenta en demasía la vida espiritual de varios creyentes. Por muchos siglos se ha hablado del amor prójimo y de la relación con los demás, y por supuesto cómo nuestra existencia depende de otro que nos reconozca.

El “amor propio”, surge de un sistema económico que pretende ofrecer cosas para alcanzar un bienestar, en el afán de estar bien yo debo adquirir algo en lugar de relacionarme con otros seres, eso invariablemente invita al consumo y sostiene una economía de frivolidad, superficialidad y apariencia; donde en el intentar aprender a quererse a uno mismo, tenemos que consumir cosas.

Los psicólogos trillados les dicen a sus pacientes: “debes quererte a ti mismx”, como si fuera un acto espontáneo y un día en el espejo, lugar en donde muchas veces nos llegamos a odiar en su reflejo, mágicamente nos miramos y aceptamos cómo somos. El bienestar propio no surge de forma espontánea, en el estandarte existencialista a la Jean Paul Sartre, hacer algo nos hace existir frente a los demás. Si no te consideras atractivx debes hacer algo para conseguirlo y que los demás te reconozcan. No se quiere uno mismo sin la atención de los demás.

Para ilustrar esto acudiré a una película: Náufrago. El personaje principal Chuck Noland, sobrevive en una isla desierta; ser rescatado es su única motivación, negarse a la muerte es una cuestión instintiva en el ser humano. Pero su existencia está vacía sin alguien que lo reconozca, por eso surge la necesidad de crear un ente imaginario: Wilson, el balón de Voleibol que tiene diálogos inventados por él, que le aprueba, discute y consuela en todas las decisiones que toma. Tanto es la relación íntima que la escena en donde Wilson se va entre las olas es muy triste. Un balón nos hace llorar, porque es con alguien más donde encontramos quiénes somos y lo que valemos, sin ese otro la búsqueda resulta angustiante, aunque eso no significa que debamos agradarles a todos, pero sí elegir quiénes serán los que nos reconozcan y quiénes NO.