/ sábado 31 de agosto de 2024

Reflexiones en textos cortos | No sentir miedo es no pensar en el futuro

Sentir miedo está fuertemente vinculado hacia el futuro, la posibilidad de algo que repercuta en nosotros; la muerte, las enfermedades, la violencia, los accidentes, la carencia, el abandono… todo tiene qué ver con el qué va a pasar después. El miedo puede provenir de un riesgo real o imaginario, pero tiene que ver específicamente con el después.

En las relaciones amorosas, las parejas jóvenes pueden estar bien y tranquilas mientras se encuentren juntas, pero la distancia genera la posibilidad de que algo se alterne en la relación, y generen repercusiones negativas.

Para Soren Kierkergard, la angustia está relacionada con la incertidumbre, no tanto en lo malo que pueda pasar, si no en la idea de cómo se va a actuar si algo llega a suceder y puede que muchas veces no tengamos ni idea.

Estas ideas, no se pueden descuidar frente a la presencia de las redes sociales, sobre todo en las nuevas generaciones, la generación z y alfa, donde no sólo el internet se vuelve un medio de información, sino también de interacción cotidiana. Cualquier forma de miedo puede provenir desde la interacción digital que en un marco de referencia el joven puede pensar que es posible todo aquello con lo que se familiariza.

Luego de la pandemia por Covid-19, la preocupación por la salud y el miedo de ese riesgo de no sólo padecer la enfermedad uno mismo, sino también el de los familiares, cambio el interés por que los seres humanos tienen por el entorno, si bien considero que existe entre las personas un desinterés acentuado por el futuro. La idea de que el futuro como tragedia esté más cerca de lo que pensaba, enciende las alarmas a prontitud.

De acuerdo con María Martín-Vivar de la Universidad Francisco de Vitoria: “El miedo es una emoción básica que acompaña a las personas, independientemente del sexo, la cultura o las circunstancias históricas. Es adaptativa porque nos prepara para la acción.

En determinados momentos y circunstancias, puede generar malestar y sufrimiento debido a la elaboración de dichos miedos de forma desadaptativa. Para afrontarlos, como parte del espectro emocional, es necesario parar y mirar adentro. Conectar contigo mismo, sin huir, aunque sea desagradable, para conseguir sostener dicha emoción y poder tolerarla. Hacerte preguntas, ponerlo en palabras, escucharte en tus coordenadas buscando la coherencia que te hace ser, siendo fiel a ti mismo” (2022)

La preocupación por el medio ambiente está fuertemente conectado a pensar en el futuro, ese futuro que como lo decía antes está más cerca, cambios climáticos repentinos en varias regiones del mundo, desde el exceso de calor hasta las inundaciones.

Las nuevas generaciones parecen ser más conscientes de los fenómenos climáticos y la preocupación del medio ambiente, aunque el desconocimiento sobre las estructuras económicas y políticas, la priorización de la ganancia son factores ignorados que sólo harán que los jóvenes ahorren el agua en su casa, mientras ignoran la política en donde se dan derechos a empresas en lugares donde las comunidades no tienen agua.

Sentir miedo está fuertemente vinculado hacia el futuro, la posibilidad de algo que repercuta en nosotros; la muerte, las enfermedades, la violencia, los accidentes, la carencia, el abandono… todo tiene qué ver con el qué va a pasar después. El miedo puede provenir de un riesgo real o imaginario, pero tiene que ver específicamente con el después.

En las relaciones amorosas, las parejas jóvenes pueden estar bien y tranquilas mientras se encuentren juntas, pero la distancia genera la posibilidad de que algo se alterne en la relación, y generen repercusiones negativas.

Para Soren Kierkergard, la angustia está relacionada con la incertidumbre, no tanto en lo malo que pueda pasar, si no en la idea de cómo se va a actuar si algo llega a suceder y puede que muchas veces no tengamos ni idea.

Estas ideas, no se pueden descuidar frente a la presencia de las redes sociales, sobre todo en las nuevas generaciones, la generación z y alfa, donde no sólo el internet se vuelve un medio de información, sino también de interacción cotidiana. Cualquier forma de miedo puede provenir desde la interacción digital que en un marco de referencia el joven puede pensar que es posible todo aquello con lo que se familiariza.

Luego de la pandemia por Covid-19, la preocupación por la salud y el miedo de ese riesgo de no sólo padecer la enfermedad uno mismo, sino también el de los familiares, cambio el interés por que los seres humanos tienen por el entorno, si bien considero que existe entre las personas un desinterés acentuado por el futuro. La idea de que el futuro como tragedia esté más cerca de lo que pensaba, enciende las alarmas a prontitud.

De acuerdo con María Martín-Vivar de la Universidad Francisco de Vitoria: “El miedo es una emoción básica que acompaña a las personas, independientemente del sexo, la cultura o las circunstancias históricas. Es adaptativa porque nos prepara para la acción.

En determinados momentos y circunstancias, puede generar malestar y sufrimiento debido a la elaboración de dichos miedos de forma desadaptativa. Para afrontarlos, como parte del espectro emocional, es necesario parar y mirar adentro. Conectar contigo mismo, sin huir, aunque sea desagradable, para conseguir sostener dicha emoción y poder tolerarla. Hacerte preguntas, ponerlo en palabras, escucharte en tus coordenadas buscando la coherencia que te hace ser, siendo fiel a ti mismo” (2022)

La preocupación por el medio ambiente está fuertemente conectado a pensar en el futuro, ese futuro que como lo decía antes está más cerca, cambios climáticos repentinos en varias regiones del mundo, desde el exceso de calor hasta las inundaciones.

Las nuevas generaciones parecen ser más conscientes de los fenómenos climáticos y la preocupación del medio ambiente, aunque el desconocimiento sobre las estructuras económicas y políticas, la priorización de la ganancia son factores ignorados que sólo harán que los jóvenes ahorren el agua en su casa, mientras ignoran la política en donde se dan derechos a empresas en lugares donde las comunidades no tienen agua.