Desde hace varias semanas Spotify emitió una lista personalizada a cada uno de los usuarios que forman parte de la plataforma; las canciones más escuchadas de cada uno de los miembros de esta plataforma musical en todo el año 2023.
Las personas compartían sus canciones más escuchadas durante el año, además de los artistas e intérpretes con la mayor atención para cada uno de los usuarios que les puso atención durante 365 días. Cada año el compartir las canciones en nuestras redes sociales el ejercicio resulta interesantes: ¿Qué están escuchando los demás?
La respuesta resulta inimaginable en algunos casos, pues he tenido amigos que presuntuosamente llegaron a publicar su lista con el pop más popular pero en francés, gustos tan ajenos a muchos de nosotros que suelen generar inquietud o curiosidad.
Mis alumnos más jóvenes con un intoxicado gusto por los corridos tumbados, que, aunque no son de mi agrado es la música latente entre ellos como generación.
En medio de tantas diferencias, algo llamó mi atención; entre los jóvenes no se escucha frecuentemente música del pasado. Hay un gusto exagerado por lo actual, el presente que tiene vigencia validez y el rechazo, como diría Agustín Laje, a todo lo que tiene que ver con lo anterior, lo que se produjo antes se mira con desprecio entre las nuevas generaciones.
Las dinámicas en la forma de escuchar música se han vuelto en exceso individualistas, y es que lo colectivo no tiene valor económico, si alguien emite un partido de fútbol por la pantalla de televisión y varios la escuchan, la ganancia se compromete. En cambio, si cada persona ve el mismo partido de fútbol en cada uno de sus dispositivos móviles, la ganancia se incrementa. Aislar a las personas en su consumo es conveniente para el sistema económico que privilegia la ganancia.
La tecnología ha tenido qué ver en la individualización del consumo. En el pasado la radio y la televisión se volvían centros de reunión familiar, cada uno de los miembros del hogar centraba su atención en el mismo contenido, ahora cada integrante de la familia consume contenidos distintos, no hay un elemento de entretenimiento que los vincule.
La llegada de los audífonos inalámbricos propicia la separación. Cuando era un niño, mi Papá tenía mayormente el control sobre la música que se escuchaba en la casa, y el gusto por Creedence Clearwater Revival y The Beatles me fue heredado. Estaba expuesto a música que sonaba en todo mi hogar, no sólo en mis orejas.
El acceso a un dispositivo móvil en cada miembro de la familia, y al mismo tiempo se aísla el contenido a través de audífonos en cada uno de los integrantes, asila, separa y divide ciertos lazos familiares. No hay contenido que se comparta cuando la tecnología busca individualizar el consumo en pro de incrementar la ganancia.
De vez en cuando en las familias la música a todo volumen… es buena.