/ miércoles 4 de septiembre de 2024

Repique inocente | Que no se lo lleve el tren

No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, dice el viejo y conocido refrán…

Por fin, el tren México-Toluca, bautizado hace un año como “El Insurgente”, se conectó entre el valle de Toluca y la ciudad de México, capirucha de la república mexicana. Nomás esperamos una década desde el inicio de su construcción y siete años desde el plazo originalmente previsto para su conclusión, para verlo casi como una realidad… casi, porque le faltan los tramos correspondientes a dos estaciones para llegar hasta el singular Metro Observatorio, que es la estación final del proyecto.

Es un proyecto emblemático, no por lo que es, sino por las cadenas de retrasos que lo hacen un emblema de la obra pública mexicana: grandes promesas, grandes decepciones, enormes bolsas de recursos en el presupuesto y gigantescas cantidades invertidas en su conclusión, además de plazos más grandes que mis malos pensamientos.

El caso es que ya está ahí, conectado entre las zonas metropolitanas de los valles de México y Toluca, con la promesa de revolucionar la movilidad.

Promesa, porque en teoría, este tren debe ofrecer una alternativa eficiente al tráfico pesado que caracteriza la autopista México-Toluca, una de las más congestionadas del país. Promesa, porque se espera que permita el ordenamiento del transporte urbano de pasajeros en el valle de Toluca. Promesa, porque la reducción en el uso de autobuses y automóviles podría tener un impacto positivo en la disminución de emisiones de gases contaminantes.

La realidad podría tomar mucho tiempo. Hasta 15 años para alcanzar las cifras de demanda de viajeros que se plantean en la teoría.

Y se tiene que señalar que la vialidad por la que corre el tren, la vía Solidaridad Las Torres sigue siendo un espacio gris, desaprovechada para la sociedad y en los hechos “privatizada” por algunos particulares que la usan lo mismo como estacionamiento que como basurero, deshuesadero o tianguis dominical. Por supuesto, tampoco se puede olvidar la alteración de ecosistemas locales.

Pero ya está ahí. Con muchos retos y pendientes. Con desafíos que las autoridades municipales y estatales no pueden dejar pasar ni esperar que —de forma bien neoliberal— todo se arregle por su cuenta o por la intervención de las oscuras “fuerzas del mercado”. El Estado debe ejercer su potestad en un montón de asuntos, antes de que cada estación se convierta en la reproducción de la zona Terminal-Mercado Juárez.

Claro, solo el tiempo dirá si los beneficios superarán los costos y las complicaciones que han marcado la construcción. Sólo el tiempo dirá si al tren se lo lleva el tren.

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca. Gerente de Meganoticias Toluca.

Tips: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.

No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, dice el viejo y conocido refrán…

Por fin, el tren México-Toluca, bautizado hace un año como “El Insurgente”, se conectó entre el valle de Toluca y la ciudad de México, capirucha de la república mexicana. Nomás esperamos una década desde el inicio de su construcción y siete años desde el plazo originalmente previsto para su conclusión, para verlo casi como una realidad… casi, porque le faltan los tramos correspondientes a dos estaciones para llegar hasta el singular Metro Observatorio, que es la estación final del proyecto.

Es un proyecto emblemático, no por lo que es, sino por las cadenas de retrasos que lo hacen un emblema de la obra pública mexicana: grandes promesas, grandes decepciones, enormes bolsas de recursos en el presupuesto y gigantescas cantidades invertidas en su conclusión, además de plazos más grandes que mis malos pensamientos.

El caso es que ya está ahí, conectado entre las zonas metropolitanas de los valles de México y Toluca, con la promesa de revolucionar la movilidad.

Promesa, porque en teoría, este tren debe ofrecer una alternativa eficiente al tráfico pesado que caracteriza la autopista México-Toluca, una de las más congestionadas del país. Promesa, porque se espera que permita el ordenamiento del transporte urbano de pasajeros en el valle de Toluca. Promesa, porque la reducción en el uso de autobuses y automóviles podría tener un impacto positivo en la disminución de emisiones de gases contaminantes.

La realidad podría tomar mucho tiempo. Hasta 15 años para alcanzar las cifras de demanda de viajeros que se plantean en la teoría.

Y se tiene que señalar que la vialidad por la que corre el tren, la vía Solidaridad Las Torres sigue siendo un espacio gris, desaprovechada para la sociedad y en los hechos “privatizada” por algunos particulares que la usan lo mismo como estacionamiento que como basurero, deshuesadero o tianguis dominical. Por supuesto, tampoco se puede olvidar la alteración de ecosistemas locales.

Pero ya está ahí. Con muchos retos y pendientes. Con desafíos que las autoridades municipales y estatales no pueden dejar pasar ni esperar que —de forma bien neoliberal— todo se arregle por su cuenta o por la intervención de las oscuras “fuerzas del mercado”. El Estado debe ejercer su potestad en un montón de asuntos, antes de que cada estación se convierta en la reproducción de la zona Terminal-Mercado Juárez.

Claro, solo el tiempo dirá si los beneficios superarán los costos y las complicaciones que han marcado la construcción. Sólo el tiempo dirá si al tren se lo lleva el tren.

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca. Gerente de Meganoticias Toluca.

Tips: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.