Pase por la antigua Notaria de Don Luis Miranda, un hombre generoso, abogado talentoso y amigo de mi padre, quien le rentaba la casa en que vivimos al llegar a Toluca.
Cuando Don Luis nos visitaba para cobrar la renta, se quedaba charlando con mi padre sobre toros y política. Ambos eran de carácter firme, carismáticos, escucharlos hablar dejaba el sabor de estar en medio de la historia presente y futura. El Licenciado Miranda, fue Magistrado, estuvo en la Procuraduría y a pesar de su visible poder, nunca lo vi olvidar la sencillez y buen trato para todos.
Tal vez por ello, me impactó su asesinato. Un balazo, en su oficina, las noticias dicen que el perpetrador fue alguien conocido de la familia.
Su muerte se sumó, a las miles de muertes violentas que identifican nuestro Estado como el segundo de los 3 mas sangrientos del país, con 686 muertes en el primer trimestre del año, sólo superado por Guanajuato con más de 800 muertes.
En territorio mexiquense, los 3 municipios con mayor índice de delitos fueron Chimalhuacán, Naucalpan y Ecatepec, pero lo cierto es que en todo el Estado hay una sensación de inseguridad que afecta la paz de los ciudadanos, quienes procuran evitar zonas peligrosas y horarios inseguros, sin que eso haya reducido los números.
Combatir el crimen parece sencillo, una buena policía y eficaces mecanismos de respuesta e inhibición del delito, pero no es así. La sociedad es más violenta, las mujeres lo sufren, las familias lo viven, el secuestro nos amenaza, igual que el robo a vehículos, la trata de personas está en los primeros lugares y los menores ocupan el 40 por ciento de esas cifras, tenemos el sexto lugar nacional de menores en riesgo, que decir de la extorsión y el robo a negocios. La delincuencia pasa a cobrar piso y las autoridades se declaran incompetentes.
La política de abrazos, no balazos, ha lesionado la seguridad de mexicanos y mexiquenses, que evitan viajar de noche por Chalco, Chimalhuacan, San Antonio la Isla, Chapultepec, Luvianos, Tejupilco, Amatepec. No sólo es un mal de ahora, el daño ha crecido a través de los años por la desatención, el miedo, la falta de inteligencia y dejar crecer al crimen organizado, que en no pocas ocasiones tiende a sentirse el amo de la ley y el desorden.
Pero como pedir a la policía que actúe si están mal preparados, mal equipados y mal pagados, si la sociedad parece más violenta cada día y no hay una política educativa eficiente que promueva con hechos la no violencia, porque el aparato del Estado tiene el personal, los conocimientos y las acciones para controlar la violencia, dar seguridad a los ciudadanos y que estos no tengan necesidad de armarse y patrullar para defenderse de la delincuencia.
Cuando sabes que la policía es confiable, cumple su trabajo, es respetuosa, cuida de los ciudadanos y combate a la delincuencia, no hay necesidad de que los ciudadanos hagan el trabajo de las fuerzas del orden, pero hoy, parece lo contrario, en las colonias hay letreros de vecinos vigilantes, advertencias contra rateros y otros delincuentes, el sistema de transporte público tiene sus vigilantes ciudadanos, ante la ineficiencia de la gendarmería, por ello, las personas han tenido que salir a las calles para protegerse.
El espacio público y sus autoridades han sido secuestradas por el poder público, vemos calles cerradas y valladas por órdenes de prepotentes funcionarios. Espacios públicos convertidos en privados para beneficio de connotados servidores.
Cambiar tales actitudes, requiere de un proceso de reeducación de toda la sociedad, contra la violencia, a favor de los valores, por el respeto mutuo, el amor al prójimo y al servicio público.
Licenciado en Comunicación por la UAEM
Maestrando en Periodismo Político por la Carlos Septién