El fútbol tiene una magia única que lo distingue de cualquier otro deporte: su imprevisibilidad. En cada partido, el balón rueda con una promesa incierta, y lo que parece imposible puede volverse realidad en un instante. No importa cuán desigual sea el enfrentamiento, en el fútbol siempre existe la posibilidad de que el más débil derrote al más fuerte, de que una jugada inesperada cambie el destino de los equipos. Es esa mezcla de azar y talento, de esfuerzo y sorpresa, lo que hace del fútbol un deporte fascinante, donde lo bello radica precisamente en que, en cualquier momento, cualquier cosa puede suceder.
Así fue en el mundial sub-20 femenil celebrado en Bogotá, Colombia, donde la selección de Corea del Norte dominó y disfrutó con un gran despliegue y desarrollo del futbol de principio a fin. El equipo de Ri Song Ho le ganó 1-0 a Japón en la final, con lo que se coronó campeón por tercera vez del torneo juvenil.
De hecho, el reciente triunfo del equipo femenil de fútbol de Corea del Norte en el Mundial ha generado un impacto geopolítico significativo, ya que trasciende lo meramente deportivo y resuena en el delicado contexto internacional en el que el país opera. Este éxito, inesperado para muchos, ofrece a Corea del Norte una rara oportunidad de proyectar una imagen más positiva en un escenario donde habitualmente domina por su aislamiento, su régimen autoritario y sus tensiones con la comunidad global. En vez de ser noticia por sus misiles o violaciones a los derechos humanos, Corea del Norte es ahora celebrada, al menos momentáneamente, por su habilidad en el campo de juego.
A nivel interno, el régimen de Kim Jong-un no tardará en utilizar este triunfo como un instrumento de propaganda. En un país donde los logros deportivos se vinculan directamente con la fortaleza del sistema socialista y la ideología Juche, esta victoria refuerza la narrativa de autosuficiencia y resistencia ante las sanciones internacionales. En un contexto de dificultades económicas severas, esta victoria otorga al gobierno un respiro y una herramienta para aumentar el orgullo nacional, lo que a su vez puede contribuir a consolidar el apoyo popular en momentos de tensión y escasez.
En términos de diplomacia exterior, el triunfo del equipo femenil puede ser aprovechado como una forma de diplomacia blanda. Corea del Norte ya ha utilizado en el pasado eventos deportivos para suavizar su imagen internacional, como ocurrió con los Juegos Olímpicos de Invierno en 2018, donde un equipo conjunto con Corea del Sur capturó la atención mundial.
No obstante, las limitaciones geopolíticas del país siguen pesando fuertemente sobre cualquier intento de mejorar su imagen internacional a través del deporte. Las tensiones generadas por su programa nuclear y las continuas sanciones impuestas por la comunidad internacional siguen siendo barreras que difícilmente se disiparán por una victoria futbolística.
Para finalizar, así como México celebra ser campeones del mundo sub-17 por dos ocasiones, hay que entender el impacto que tiene esto para un país como Corea del Norte, se debe aplaudir el mérito deportivo de estas jugadoras y pensar que esto tendrá un desenlace positivo para ellas.
YU CHEN CHENG es Maestro en Ciencias de Administración por la Universidad Marítima y Portuaria de México. Académico en el área de Bloques Regionales de la ESCA Unidad Santo Tomás del IPN y asociado del Programa de jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (PjCOMEXI) Sígalo en X como @Chennie_tw
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