En mi columna anterior, comencé con un análisis sobre la rentabilidad de los Juegos Olímpicos para las ciudades organizadores.
Le sigo contando, en los últimos seis eventos de los Juegos Olímpicos, el número de ciudades que se han postulado para ser sede ha disminuido considerablemente. Para Londres 2012, hubo nueve ciudades candidatas, mientras que para Río 2016, fueron siete. Sin embargo, para Tokyo 2020, solo cinco ciudades presentaron su candidatura, y el número siguió bajando en los siguientes eventos. En el caso de París 2024, de las cinco ciudades candidatas iniciales, donde solo dos, París y Los Ángeles, llegaron a la fase final debido a retiros por preocupaciones económicas. Y fue así como se decidió poner a primero a Paris para 2024 y a Los Ángeles en 2028. Finalmente, para Brisbane 2032, el proceso de selección se limitó prácticamente a un diálogo dirigido con Brisbane, la única ciudad seriamente considerada, reflejando una tendencia hacia una menor competencia debido a los crecientes costos y riesgos asociados con ser sede de los Juegos.
En temas de costos, Río de Janeiro 2016 no fueron rentables en términos financieros. Aunque se generaron ingresos significativos a través de derechos de transmisión y patrocinios, los costos de organización, que superaron los 13 mil millones de dólares, junto con problemas como la corrupción y la falta de planificación adecuada para el uso de las infraestructuras post-evento, resultaron en un déficit considerable. Además, muchas de las instalaciones construidas para los Juegos han quedado subutilizadas o abandonadas, lo que ha agravado la carga financiera para la ciudad.
En el caso de Tokyo 2020, a pesar de los esfuerzos por reducir costos, no fue rentable en un sentido tradicional. Con un costo total de 12.9 mil millones de dólares, superando las estimaciones iniciales, los ingresos obtenidos, aunque significativos, no compensaron completamente los gastos. La ausencia de espectadores debido a la pandemia de COVID-19 también disminuyó el impacto económico positivo que suele estar asociado con el turismo y la actividad local durante los Juegos.
En cuanto al turismo, aunque los Juegos Olímpicos generan un aumento significativo en la afluencia de turistas durante el evento, el impacto a largo plazo es menos claro. Si bien las ciudades anfitrionas suelen experimentar un pico en la visibilidad global y en el turismo durante el periodo olímpico, este efecto puede ser temporal. Estudios han mostrado que, en algunos casos, el turismo en años posteriores a los Juegos no experimenta el crecimiento esperado, y en algunos casos, incluso disminuye debido a la percepción de altos costos o congestión.
En esta orden de ideas, la rentabilidad de los Juegos Olímpicos ha sido un tema de debate, especialmente en las ediciones recientes. Aunque los Juegos pueden generar ingresos significativos a través de derechos de transmisión, patrocinios y turismo, los costos de organización suelen ser extremadamente altos, con sobrecostos y desafíos de infraestructura que a menudo superan los beneficios financieros directos. Además, muchas ciudades enfrentan problemas post-evento con instalaciones subutilizadas y deudas crecientes.
Con lo anterior, ¿aún sigue considerando rentable y apropiado realizar un evento de este tipo en su país?
YU CHEN CHENG es Maestro en Ciencias de Administración por la Universidad Marítima y Portuaria de México. Académico en el área de Bloques Regionales de la ESCA Unidad Santo Tomás del IPN y asociado del Programa de jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (PjCOMEXI) Sígalo en X como @Chennie_tw