Uno. Las elecciones se ganan o se pierden, por un voto, por 8 o 20 por ciento. Aunque hagan malabares o sumatorias extrañas con los resultados, el hecho es que el PRI -junto con sus aliados PAN, PRD y NA- perdió la gubernatura que tuvo ininterrumpidamente durante más de 90 años y, por primera ocasión, la ocupará una mujer.
Dos. Todo proceso electoral se constituye en una evaluación de los gobiernos en turno. En el caso de la elección del pasado 4 de junio, se evaluó al gobierno estatal (y a los gobiernos priistas que le anteceden). Su desempeño no fue bien percibido por la sociedad y no convenció para que la mayoría de la gente votara por la continuidad.
El propio gobernador, Alfredo Del Mazo Maza, lo reconoció en una entrevista con el Grupo Reforma la semana pasada. Al cuestionarlo sobre los factores de la derrota respondió: “el PRI tiene muchos retos que corregir para poder convencer, mejorar su percepción, capacidad, trabajo”, y luego de exponer algunos de los logros en infraestructura, desarrollo económico e inversión, dijo: “sin duda falta transmitir y comunicar eso, para que se conozca el buen trabajo que se ha hecho en el Estado de México”. El detalle es que su sexenio concluye en 80 días.
Tres. Los partidos políticos y las campañas no despertaron el interés ni emocionaron para lograr una mayor participación ciudadana. Apenas votamos la mitad. En el ámbito político se ha demostrado que las emociones influyen más que la racionalidad al tomar una decisión como lo es votar.
Drew Westen, en la obra “The Political Brain”, aporta tres puntos esenciales: primero, la razón y racionalidad juegan un papel limitado en las decisiones políticas; segundo, el uso de palabras e imágenes desencadenan cascadas emocionales, y tercero, hay un sesgo de confirmación a partir de las opiniones que se crean.
El sesgo de confirmación significa que cuando nos hemos formado una opinión de un tema (positiva o negativa), aceptaremos la información que va de acuerdo con esa opinión y rechazaremos aquella que la contradiga.
La gente, al no percibir -aunque existan- resultados favorables de un gobierno, no tendrá elementos -ni sentirá emoción- para refrendar su confianza en el partido que detenta el poder, en este caso el PRI. Cuatro: Falló la comunicación gubernamental.
Cinco (confirmada por el propio gobernador en sus entrevistas, de las pocas que ha dado en seis años). Él mantuvo el control del posicionamiento, selección y designación de su candidata. Diferente a Coahuila donde se realizó un proceso de consulta interna para elegir a su candidato, quien -por cierto- ganó las elecciones con 58.33 por ciento de los votos.
PERCEPCIÓN
¿Qué perfil como gobernadora tendrá Delfina Gómez Álvarez? ¿Mostrará su verdadera personalidad? Aseguran que no es manipulable… como algunos de sus “compañeros” lo divulgan.
Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEMéx.
Presidente del Consejo Ciudadano del Sistema Mexiquense de Medios Públicos. Twitter: @RJoyaC