En los años cuarenta del siglo pasado el espacio comprendido entre la Alameda y el Parque Guelatao lucía flamante, con un camellón central y casas modernas en sus dos aceras, aquello era resultante del proyecto ya citado, hecho por los arquitectos Silva y Mendizábal.
Aquellos urbanistas consideraban que la diversidad de condiciones para el urbanismo podría lograrse con un esfuerzo combinado de todos los beneficiados, y por supuesto, con la decidida ayuda, moral y efectiva de las autoridades locales y del gobierno del Estado.
Hacían énfasis en que todas las sociedades del mundo habían considerado que la ampliación y rectificación de las avenidas de una ciudad eran algo de indiscutible utilidad pública. Ponían como ejemplo la antigua ciudad de Berlín que el emperador no hubiera podido transformar en la ciudad higiénica por excelencia, si no hubiera sido demoliendo viejas casas en el sentido aconsejado por ingenieros e higienistas, que no solo embellecían a la capital, sino que mejoraban las condiciones de vida de sus habitantes.
Mencionaban que cuando la piqueta del progreso demolió las insalubres habitaciones de aquella gran ciudad alemana, se desató una tempestad de acres censuras, pero que cuando la ciudad se embelleció y la mortalidad se redujo, los alemanes tuvieron el orgullo de afirmar, en honor de esa magna obra, que: “Berlín, la gran capital, era la más higiénica y moderna ciudad del mundo”.
El proyecto toluqueño se sustentaba argumentando que las ciudades antiguas se habían formado con verdaderos laberintos de callejuelas: el París antiguo, el Madrid viejo y la Habana de antaño, ejemplos de hacinamientos de casas, de estrechez de vías públicas, de falta de higiene, en donde la anemia y la tuberculosis acababan con las vidas de los habitantes de esas oscuras y tristes residencias, pero que la Salubridad Pública se había impuesto, declarando una formal campaña en contra de los bacilos de Cock (sic) y de Colli, así como de otros infinitésimos enemigos de la humanidad”.
El sol – aseguraban- era el enemigo del bacillus de Cock, también había que llenar de aire puro las habitaciones, lograr que el agua fuera prácticamente pura y sin el temible bacilo Colli, adversario de las vías digestivas, disminuir el número de habitantes por hectárea (sistema de construcción compacta, por pabellones aislados y rodeados de jardines) y finalmente, conducir el agua de los manantiales sin importar su cercanía o lejanía, a condición de estar exentos de impurezas, con el menor número de bacterias o sin ellas.
Había que ampliar las calles, limitar la altura de los edificios habitacionales en relación con el ancho de las calles, precisar la capacidad o cubo de aire por habitante dentro de las habitaciones y hacer una modificación absoluta en el modo de ser de las viejas ciudades.
Recientemente aquel esquema urbano ha sido modificado paulatinamente.
(continuará)
*Cronista municipal de Toluca
Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad de quien las emite y no de esta casa editorial. Aquí se respeta la libertad de expresión.