Si Maduro se obsesiona con un triunfo sin transparencia y legitimidad, llevara a Venezuela a una nueva crisis política y económica, como la que empujo en años anteriores a la salida por falta de oportunidades a mas de 7 millones de venezolanos a países como Colombia, Perú, Estados Unidos, Brasil, Chile, España y México.
Las novelas de la literatura como la fiesta del chivo de Vargas Llosa, o la silla del águila de Carlos Fuentes describen rasgos autoritarios de los regímenes políticos latinoamericanos en el siglo pasado, pero este persiste en América Latina, donde una parte de la sociedad continúa anclada a valores tradicionales, y otra parte mira hacia valores liberales. La reciente crisis electoral en Venezuela alimenta la narrativa de que los autoritarismos conservan raíces entre los populismos latinoamericanos como el chavismo representado por Nicolás Maduro.
El pasado domingo Maduro se presento a su segunda reelección presidencial, así como un frente opositor encabezado por Edmundo González Urrutia, y 10 candidatos mas. El Consejo Nacional Electoral (CNE) aún sin tener la totalidad de las actas, y sin conteo rápido, declaró ganador a Maduro. El madruguete de un arbitro electoral cuestionado por su imparcialidad produjo una rápida movilización de la oposición, y del sector internacional que cuestionan la transparencia y el resultado de la elección.
El órgano electoral afirmo que Maduro triunfo con 51% de los votos, en tanto que la oposición afirma que ganó con una clara ventaja. Evidentemente alguna de las dos partes no tiene razón. La elección venezolana tiene efectos internacionales, en la que diversos actores y gobiernos se han manifestado en dos ejes: quienes cuestionan el resultado, y quienes por afinidad ideológica apoyan el triunfo de Maduro.
Estados Unidos, el grupo de las 7 economías mas grandes del mundo, y diversos países de la región cuestionaron el resultado por la falta de imparcialidad y transparencia electoral. En la Casa Blanca han advertido que se les esta acabando la paciencia ante la falta de certeza, al grado de pretender reconocer al candidato opositor como triunfador. El centro Carter y diversos observadores electorales concluyeron que las elecciones presidenciales no pueden considerarse democráticas, acusando al árbitro electoral de mostrar parcialidad a favor de Maduro, y en contra de la oposición.
En el eje de apoyo, por afinidad ideológica los gobiernos de Rusia, China, Irán, Colombia, Brasil, e incluso México han mostrado apoyo al resultado electoral que da el triunfo a Maduro. Los argumentos se basan en la autodeterminación de los países, y desde Venezuela han acusado de un supuesto golpe de estado global en contra de la revolución bolivariana.
En el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), la ausencia de México, y las abstenciones de Colombia y Brasil impidieron que por un voto, la OEA emitiera una declaración para que Venezuela publique las actas de la jornada electoral del pasado domingo, lo que le daría certeza al resultado electoral.
En un proceso democrático, cuando alguien de los jugadores no está de acuerdo con el resultado, puede acudir a los tribunales, y judicializarlo, sin embargo en Venezuela, el órgano electoral esta controlado por el gobierno de Maduro, lo que le resta legitimidad al proceso.
Si Maduro se obsesiona con un triunfo sin transparencia y legitimidad, llevara a Venezuela a una nueva crisis política y económica, como la que empujo en años anteriores a la salida por falta de oportunidades a mas de 7 millones de venezolanos a países como Colombia, Perú, Estados Unidos, Brasil, Chile, España y México.