/ lunes 11 de septiembre de 2023

Xóchitl y Claudia: Narrativas cruzadas


A reserva de lo que pueda anunciar Marcelo Ebrard esta tarde respecto a la posibilidad de convertirse en el candidato de Movimiento Ciudadano, la contienda por la Presidencia de la República esta básicamente definida entre dos mujeres: Claudia Sheinbaum por parte de Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo y Xóchitl Gálvez por el Frente Amplio por México conformado por PAN, PRD y PRI; pero más allá de la que ambas son mujeres tienen otra coincidencia y es que las dos deberán trabajar a marchas forzadas para alinear sus respectivas narrativas a las de los partidos que las abanderan.

Claudia será la candidata de un partido que surgió y ha basado su crecimiento en el odio, básicamente en el repudio al “fifí”, al “whitexican”, al mexicano que no ha sufrido de pobreza, o mejor aún, de pobreza extrema, que ha crecido entre privilegios, al que tuvo, tiene o tendrá la posibilidad de estudiar en universidades del extranjero, el que ha sido favorecido por su color de piel o su apellido o sus amistades en los más altos niveles del poder (ya sea político, social o económico); al “aspiracionista” que no se conformó con ser pobre y estirar la mano al gobierno para hacer de la pobreza su modo de vida.

Claudia encabezará a un movimiento que repudia la corrupción y los malos gobiernos (al menos en su narrativa); un grupo que dice no robar, no mentir y no traicionar; que esgrime el discurso de “por el bien de todos primero los pobres” y que se dice liberal y apoyar las causas de la izquierda.

El problema es que Claudia es todo lo contrario: Podría encajar en el perfil del fifí y whitexican, su padre es de ascendencia lituana y su madre de ascendencia búlgara; ambos profesionistas con estudios universitarios en química y biología, cuentan con un perfil que para en el contexto de los años 60, 70 y 80 en el país los podría ubicar, muy difícilmente, en el sector pobre de la nación.

Aunque el tema de los privilegios es relativo a lo que se considere privilegiado, Claudia cumple con el perfil de quienes no sufrieron para estudiar la universidad y sus posgrados, incluso para viajar al extranjero a tener estudios en universidades estadounidenses, ella misma ha hecho públicas imágenes de esos tiempos, escuelas que el propio Presidente a denostado mencionando que se iba a ellas solo para aprender a robar al país, incluso para relacionarse con académicos que pudieron ser conocidos y amigos de sus propios padres.

Se involucró en la política desde el movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) aunque se ha desmentido una participación de liderazgo en el grupo, sus seguidores defienden que fue una líder a seguir en el movimiento; junto a su primer esposo, Carlos Imaz, Claudia fue una de los fundadores del PRD en 1989, desde entonces ha tejido una red de colaboración política que la ha protegido e impulsado hasta la candidatura presidencial a pesar de arrastrar consigo yerros importantes en sus gestiones como la responsabilidad en el caso del derrumbe del colegio Rebsamen cuando era delegada en Tlalpan o el colapso de las vías de la línea 12 del metro siendo jefa del gobierno capitalino.

Xóchitl, por su parte, será la candidata de los llamados “grupos del poder”, de los políticos de siempre, de quienes han hecho de la política un estilo de vida, incluso que devienen de familias que han construido su estirpe y su influencia bajo el cobijo de la vida política y las relaciones que esta les ha permitido fraguar a los largo de enquistamientos de décadas en los distintos niveles del poder.

Xóchitl encabezará al frente compuesto por “los partidos de siempre”, los que eran enemigos irreconciliables y que hoy construyen alianzas para hacer frente a una aplanadora populista que los ha arrasado en lo individual y a la que apenas han podido hacer frente en conjunto; los de los acuerdos en la cúpula; los que conjugan la herencia del mito priísta, el conservadurismo del panismo y lo que queda del tribalismo perredista.

Lo curioso es que Xóchitl no fue formada en las filas de la política, de hecho hasta el año 2000, no se había vinculado con grupos políticos de ningún tipo; no forma parte de las castas políticas del país; su padre era profesor bilingüe de español y hñahñu, una variante del otomí, etnia a la que pertenecía mientras que su madre era ama de casa; estudió la prepa y después se fue a la Ciudad de México para iniciar sus estudios en ingeniería en computación; fue telefonista y trabajó como aprendiz en el Inegi; en 1992 fundó su propia empresa y a través de ella creo y mantuvo la Fundación Porvenir para apoyar a las comunidades marginadas.

Ingresó en el servicio público por invitación de Vicente Fox en el año 2000 para hacerse cargo de la Oficina para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y renunció al puesto en 2006 en protesta por la reducción del presupuesto a este sector por parte del entonces presidente Felipe Calderón; intentó ser gobernadora de su estado natal en 2010 pero no lo consiguió, fue jefa delegacional en la Miguel Hidalgo y ahora es senadora plurinominal por el PAN aunque ella nunca ha sido oficialmente militante de este partido o cualquier otro.

Pareciera que los grupos que contenderán por la presidencia tienen en sus filas a la candidata que se ajusta mejor a la narrativa del otro: los morenistas a la candidata que proviene de un sector que ellos mismos llamarían privilegiado, formada en el fragor de la política universitaria y que ha crecido bajo el cobijo de los grupos de poder en la capital del país; los del Frente cuentan con la candidata que proviene de los sectores más pobres del pueblo, la que luchó para hacerse de una carrera, la que fue introducida en la vida política más por coincidencia que por interés político y la que no ha tenido el mínimo empacho en renunciar por diferencias con los grupos de poder en turno.

Ahora ambas aspirantes y sus grupos deberán redefinir sus narrativas porque, evidentemente, ni de un lado ni del otro hay congruencia entre las historias de los partidos y la de sus candidatas; se viene la época de los videos, fotos y filtraciones de lo que fueron, hicieron o dijeron hace algunos años para que estos alcancen a ser olvidados en campaña y el día de la elección pero ¿cómo reescribirán sus narrativas para ajustarse a las nuevas realidades que hoy ostentan ? Eso será muy interesante de ver.


A reserva de lo que pueda anunciar Marcelo Ebrard esta tarde respecto a la posibilidad de convertirse en el candidato de Movimiento Ciudadano, la contienda por la Presidencia de la República esta básicamente definida entre dos mujeres: Claudia Sheinbaum por parte de Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo y Xóchitl Gálvez por el Frente Amplio por México conformado por PAN, PRD y PRI; pero más allá de la que ambas son mujeres tienen otra coincidencia y es que las dos deberán trabajar a marchas forzadas para alinear sus respectivas narrativas a las de los partidos que las abanderan.

Claudia será la candidata de un partido que surgió y ha basado su crecimiento en el odio, básicamente en el repudio al “fifí”, al “whitexican”, al mexicano que no ha sufrido de pobreza, o mejor aún, de pobreza extrema, que ha crecido entre privilegios, al que tuvo, tiene o tendrá la posibilidad de estudiar en universidades del extranjero, el que ha sido favorecido por su color de piel o su apellido o sus amistades en los más altos niveles del poder (ya sea político, social o económico); al “aspiracionista” que no se conformó con ser pobre y estirar la mano al gobierno para hacer de la pobreza su modo de vida.

Claudia encabezará a un movimiento que repudia la corrupción y los malos gobiernos (al menos en su narrativa); un grupo que dice no robar, no mentir y no traicionar; que esgrime el discurso de “por el bien de todos primero los pobres” y que se dice liberal y apoyar las causas de la izquierda.

El problema es que Claudia es todo lo contrario: Podría encajar en el perfil del fifí y whitexican, su padre es de ascendencia lituana y su madre de ascendencia búlgara; ambos profesionistas con estudios universitarios en química y biología, cuentan con un perfil que para en el contexto de los años 60, 70 y 80 en el país los podría ubicar, muy difícilmente, en el sector pobre de la nación.

Aunque el tema de los privilegios es relativo a lo que se considere privilegiado, Claudia cumple con el perfil de quienes no sufrieron para estudiar la universidad y sus posgrados, incluso para viajar al extranjero a tener estudios en universidades estadounidenses, ella misma ha hecho públicas imágenes de esos tiempos, escuelas que el propio Presidente a denostado mencionando que se iba a ellas solo para aprender a robar al país, incluso para relacionarse con académicos que pudieron ser conocidos y amigos de sus propios padres.

Se involucró en la política desde el movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) aunque se ha desmentido una participación de liderazgo en el grupo, sus seguidores defienden que fue una líder a seguir en el movimiento; junto a su primer esposo, Carlos Imaz, Claudia fue una de los fundadores del PRD en 1989, desde entonces ha tejido una red de colaboración política que la ha protegido e impulsado hasta la candidatura presidencial a pesar de arrastrar consigo yerros importantes en sus gestiones como la responsabilidad en el caso del derrumbe del colegio Rebsamen cuando era delegada en Tlalpan o el colapso de las vías de la línea 12 del metro siendo jefa del gobierno capitalino.

Xóchitl, por su parte, será la candidata de los llamados “grupos del poder”, de los políticos de siempre, de quienes han hecho de la política un estilo de vida, incluso que devienen de familias que han construido su estirpe y su influencia bajo el cobijo de la vida política y las relaciones que esta les ha permitido fraguar a los largo de enquistamientos de décadas en los distintos niveles del poder.

Xóchitl encabezará al frente compuesto por “los partidos de siempre”, los que eran enemigos irreconciliables y que hoy construyen alianzas para hacer frente a una aplanadora populista que los ha arrasado en lo individual y a la que apenas han podido hacer frente en conjunto; los de los acuerdos en la cúpula; los que conjugan la herencia del mito priísta, el conservadurismo del panismo y lo que queda del tribalismo perredista.

Lo curioso es que Xóchitl no fue formada en las filas de la política, de hecho hasta el año 2000, no se había vinculado con grupos políticos de ningún tipo; no forma parte de las castas políticas del país; su padre era profesor bilingüe de español y hñahñu, una variante del otomí, etnia a la que pertenecía mientras que su madre era ama de casa; estudió la prepa y después se fue a la Ciudad de México para iniciar sus estudios en ingeniería en computación; fue telefonista y trabajó como aprendiz en el Inegi; en 1992 fundó su propia empresa y a través de ella creo y mantuvo la Fundación Porvenir para apoyar a las comunidades marginadas.

Ingresó en el servicio público por invitación de Vicente Fox en el año 2000 para hacerse cargo de la Oficina para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y renunció al puesto en 2006 en protesta por la reducción del presupuesto a este sector por parte del entonces presidente Felipe Calderón; intentó ser gobernadora de su estado natal en 2010 pero no lo consiguió, fue jefa delegacional en la Miguel Hidalgo y ahora es senadora plurinominal por el PAN aunque ella nunca ha sido oficialmente militante de este partido o cualquier otro.

Pareciera que los grupos que contenderán por la presidencia tienen en sus filas a la candidata que se ajusta mejor a la narrativa del otro: los morenistas a la candidata que proviene de un sector que ellos mismos llamarían privilegiado, formada en el fragor de la política universitaria y que ha crecido bajo el cobijo de los grupos de poder en la capital del país; los del Frente cuentan con la candidata que proviene de los sectores más pobres del pueblo, la que luchó para hacerse de una carrera, la que fue introducida en la vida política más por coincidencia que por interés político y la que no ha tenido el mínimo empacho en renunciar por diferencias con los grupos de poder en turno.

Ahora ambas aspirantes y sus grupos deberán redefinir sus narrativas porque, evidentemente, ni de un lado ni del otro hay congruencia entre las historias de los partidos y la de sus candidatas; se viene la época de los videos, fotos y filtraciones de lo que fueron, hicieron o dijeron hace algunos años para que estos alcancen a ser olvidados en campaña y el día de la elección pero ¿cómo reescribirán sus narrativas para ajustarse a las nuevas realidades que hoy ostentan ? Eso será muy interesante de ver.