Pasan los pies. Alisan el mosaico con los huaraches, los cacles, mineros y botas. Vuelven a pasar interminablemente. Se forman, suben a un altar detrás de la Virgen, besan, se persigan y piden. Es más el pedir que el llevar y dar. La Morena lo puede todo, hasta con los que van enfermos de cirrosis y en el mismo peregrinar llevan el "revueltito" para aminorar la caminata.
Es día 12: Gualupita es milagrosa. La imagen de la virgen de Guadalupe está presente en todo: en playeras estampadas, en crucificos, medallistas de plata, pulseras de hilo, sombreros, estampillas y tatuajes.
ÁLVARO
En la escalinata, hay una mujer que se persigna, trae en ambas manos un par de estatuillas de arcilla de la Guadalupana, avanza lento a recibir la bendición. Pero al menos avanza. Adelante, tirado al piso está Álvaro. Sus pies se cayeron a los 16 y, desde entonces, tiene que mendigar pesos.
"No nací así, fui quedando sin fuerza, fue porque mi mamá no se cuidó en el embarazo", dice Álvaro.
Está bajo un sol recio frente a la parroquia, que no perdona, se apoya de una muleta de aluminio que lo levanta cuando acaba la jornada de "limosnear".
En una gorra que extiende a los que pasan, le caen pocas monedas. Pero aunque sean dos pesos, Álvaro le pide permiso a la Morena para extender el sombrero.
"Soy devoto, siempre le pido ayuda a la virgen. Tengo treinta y dos, pero mis pierna no responden", lo dice mientras le cae una moneda. Es un devoto a María y ella es la única que no lo abandona, responde.
PASEO FAMILIAR
En el atrio de la parroquia de Gualupita, los feligreses no encuentran cupo. El adoquín no alcanza, ni los rincones con sombra. Detrás de unas ristras de pólvora y un árbol, Rodolfo y Nohemí descansan. Sus ojos se levantan por ratos para no perder el hilo a los "chiquillos" que juegan con los casquillos de cuetes que han llovido desde la madrugada.
"Nos hacemos tres horas caminando", dice Rodolfo con la boca seca y el cabello desarreglado por el sueño que se echó unos minutos.
"Es como un paseo familiar, porque venimos con mis papás", agrega Nohemí. La joven pareja ha sido devota desde que fueron bañados en la pila bautismal.
A Gualupita llegan por caravanas, en autobuses, camiones, a caballo, pero más a pie.
A la Morena se le lleva en la sangre, como el azúcar de la Coca Cola.
SILUETA
Sobre el mosaico de la entrada al templo, los peregrinos dejaron nueve veladoras, algunos petalos de rosa y unas monedas sobre un canasto. Al centro una silueta tiene la forma de la inmaclulada "Mariana". Mide unos 10 centímetros, pero ha ido creciendo por la creencia, que es un milagro.
"Da acá, se le puede ver el rostro, y hacia bajo, se miran los ángeles, el piso le dio esa forma", explica el fiscal que fue designado a ordenar la entrada y salida de los peregrinos.
"Los parrocos piden que la gente no le deje veladoras, pero es la fe de la gente", sonríe, mientras intenta poner orden a la gente que entra y sale.
La figura toma más fuerza el día 12. El ritual se ribisa, como lo hacen los felifreses detrás del altar de la Guadalupana.
Los tumultos son imposibles: "por la derecha por favor", pide pero es inútil, a Gualupita se han volcado miles de peregrinos.
Están los de Huitzilaca, San Juan Apostol, Mextitla, San Miguel Almoloyan, Santa María Ahuacatitlán, San Nicolás Totolapan, Santa María Coauxulco y la Magdalena Contreras.
CASTILLOS
A unos cinco metros de altura cuelgan cuatro cueteros. Se apresuran porque el día les gana y las mechas aún no están colocadas. Cada año llegan de Ameyalco, Lerma para instalar las tres torres, pero este 12 hubo retrasos.
"Desde las tres de la mañana comienza uno, debe quedar listo antes de las nueve", indica "El Huesos". Es el cuetero más experimentado. Llevan nueve horas armando las tres torres, tanto las de "bulto", como las de "mecanismo", éstas últimas son más complicadas porque llevan una programación con las mechas.
"En la torre principal, siempre va la Virgen, en las demás llevan estrellas y otras figuras de santos", agrego "Huesos".
Ellos hacen un espectáculo de ocho colores la noche del 12, pero el cielo de Gualupita, se humea desde el día 11 por la noche y no clarea, hasta que el peregrinar termina.
Es cuestión de fe, de creer, lo que mueve para ir a Gualupita, no hay otra razón, aunque en las rejas del atrio un mercader oferta a diez pesos unas medallitas de la "Morena". Ella está en todo, en los ojos de los pequeños "Juan Diegos" y en el nombre del pueblo: Gualupita es milagro, y es milagrosa.