Parecía una noche normal, un café a las diez de la noche para asustar el sueño y así cumplir con la jornada laboral que exige el oficio de guardia de seguridad. Los empleados, como era costumbre, salían escalonados, pero ya por la madrugada el silencio prevalecía por las áreas, los pasillos y las escaleras de este edificio que resguarda las instalaciones de El Sol de Toluca, ubicadas en Santos Degollado, a un costado del Cosmovitral de la ciudad.
Los rumores sobre apariciones sobrenaturales desde la llegada a este centro laboral, eran constantes. Niños jugando con una pelota, fantasmas que te tocaban la espalda y ciertos ruidos extraños salían de la boca de los empleados, pero sólo eran eso, comentarios.
Esa noche no fue un rumor, esa noche lo vivido fue real y tuvo que pasar precisamente cuando el edificio estaba casi vacío de personal. Eran casi las tres de la mañana. Todo estaba cerrado y en la entrada del edificio sólo se encontraban algunas bolsas negras llenas de víveres para los damnificados del último terremoto.
El sueño nos quería tomar por sorpresa, por lo que alguna plática nos ponía en alerta. Sin embargo, en un momento de silencio pasó lo inesperado. Con la puerta totalmente cerrada, algo agitó las bolsas negras, fue un ruido que nos desconcertó a mí y mis compañeros, y por lo mismo de inmediato volteamos la mirada hacia el lugar, pero increíblemente no había nadie.
La incredulidad de hechos sobrenaturales nos llevó a culpar a un par de gatos que en ocasiones andan deambulando por distintas zonas del edificio. Han de ser los gatos, dijo un compañero y esas palabras aliviaron el nerviosismo del incidente.
No pasaron más de cinco minutos que en las escaleras que se encuentran casi a un lado de la caseta de recepción, se escucharon unos tacones. Esos ruidos que armonizaba el caminar de una mujer llamó la atención de mis compañeros y mía.
¿Y ahora quién se habrá quedado a trabajar?, pregunté y al tiempo fui al lugar de donde provenía el ruido. Parecía que iba siguiendo a una mujer por el ruido de los tacones, pero al llegar al primer piso, increíblemente no había nada.
Al bajar, mis compañeros preguntaron que quién era la mujer, pero les dije que no había encontrado a nadie. Ellos al igual que yo quedamos atónitos por lo que habíamos escuchado aquella noche, hechos que jamás olvidaremos.
Este fue el relato de un guardia de seguridad que labora en el edificio de El Sol de Toluca, donde efectivamente los sucesos sobrenaturales suceden de manera constante, según testimonios de empleados.