/ sábado 1 de agosto de 2020

Reflexiones en textos cortos | Cuando la ofensa ofende

La conciencia social frente a nuestras problemáticas está más clara en la actualidad; sin embargo, solicitar que se desaparezca la historia es eliminar parte de esa memoria que nos hizo llegar hasta donde estamos


23 años después algo está causando indignación, el disco de la banda mexicana Molotov ¿Dónde jugarán las niñas? cuya portada presenta a una adolescente con falta y la ropa interior en la parte baja de sus piernas. En ese entonces fue un parafraseo del álbum de Maná, lanzado en 1992 ¿Dónde jugarán los niños?. La protesta y burla que caracteriza a Molotov llevó a componer las canciones que se encuentran en el álbum. Con groserías como nombres en los títulos de sus composiciones, Molotov hizo historia en el escenario de la música mexicana.

Ese álbum ahora se ha presentado en el panorama del linchamiento social del siglo XXI: las redes sociales. Luego de que un usuario imaginara la reacción de ese disco en la época actual, una cascada de comentarios reprobó la producción de Molotov, al grado de exigir la cancelación de la banda chilanga. 23 años después llegó la indignación.

Hace poco leí un comentario de un usuario desconocido en Facebook que opinaba al respecto, luego de que alguien comentara que mientas las letras de Molotov era reprobatorias; los reguetoneros como Bad Bunny pasaban desapercibidos a pesar de sus canciones que cosifican a la mujer y la violentan: “Bad Bunny no incitaba a la misoginia, ni al asesinato de homosexuales” -escribía la contraparte.

Si bien el comentario me pareció hasta cierto punto atinado; me hizo pensar en una opinión situada en un contexto cultural, social e histórico. En efecto, la conciencia social frente a problemáticas sociales está más clara en la actualidad, sin embargo, solicitar que se desaparezca la historia es eliminar parte de esa memoria que nos hizo llegar hasta donde estamos: una ideología que sentencia conductas normalizadas. Si quisiéramos desaparecer toda evidencia de un pasado agresivo; desaparecerían las películas de Pedro Infante, la música ranchera y los emblemas que no sólo nos hacen ser quienes somos, también nos recuerdan qué la sociedad se ha transformado al igual que los contenidos que se expresan.

¿Y el reguetón? ¿Por qué no se juzga de igual manera?. El reguetón es la nueva forma de legitimar y normalizar la violencia, y al volverse un gusto masivo; es mucho más difícil poder criticar algo que está respaldado por una mayoría que aprueba y reproduce mensajes como: “Más puta que Betty Boop, la que se puso bellaca, mami, fuiste tú”; dice Safaera una de las canciones de Bad Bunny, que tiene más de 230 millones de reproducciones en YouTube. Y no sólo eso, recientemente Bad Bunny fue nombrado por la Sociedad Americana de Compositores como “Compositor del año”.

Es mucho más sencillo condenar el pasado que criticar el presente, porque es en el presente donde nosotros nos sentimos parte del tiempo, y criticar el presente es juzgarnos a nosotros mismos. Quien es fan de Molotov defenderá a Molotov, quien canta las canciones de Bad Bunny defenderá al reguetonero; se defienden los gustos, pero aún falta mucho para mirar cómo nuestro gusto nos define con otros; que quizá ofendemos sin darnos cuenta.


23 años después algo está causando indignación, el disco de la banda mexicana Molotov ¿Dónde jugarán las niñas? cuya portada presenta a una adolescente con falta y la ropa interior en la parte baja de sus piernas. En ese entonces fue un parafraseo del álbum de Maná, lanzado en 1992 ¿Dónde jugarán los niños?. La protesta y burla que caracteriza a Molotov llevó a componer las canciones que se encuentran en el álbum. Con groserías como nombres en los títulos de sus composiciones, Molotov hizo historia en el escenario de la música mexicana.

Ese álbum ahora se ha presentado en el panorama del linchamiento social del siglo XXI: las redes sociales. Luego de que un usuario imaginara la reacción de ese disco en la época actual, una cascada de comentarios reprobó la producción de Molotov, al grado de exigir la cancelación de la banda chilanga. 23 años después llegó la indignación.

Hace poco leí un comentario de un usuario desconocido en Facebook que opinaba al respecto, luego de que alguien comentara que mientas las letras de Molotov era reprobatorias; los reguetoneros como Bad Bunny pasaban desapercibidos a pesar de sus canciones que cosifican a la mujer y la violentan: “Bad Bunny no incitaba a la misoginia, ni al asesinato de homosexuales” -escribía la contraparte.

Si bien el comentario me pareció hasta cierto punto atinado; me hizo pensar en una opinión situada en un contexto cultural, social e histórico. En efecto, la conciencia social frente a problemáticas sociales está más clara en la actualidad, sin embargo, solicitar que se desaparezca la historia es eliminar parte de esa memoria que nos hizo llegar hasta donde estamos: una ideología que sentencia conductas normalizadas. Si quisiéramos desaparecer toda evidencia de un pasado agresivo; desaparecerían las películas de Pedro Infante, la música ranchera y los emblemas que no sólo nos hacen ser quienes somos, también nos recuerdan qué la sociedad se ha transformado al igual que los contenidos que se expresan.

¿Y el reguetón? ¿Por qué no se juzga de igual manera?. El reguetón es la nueva forma de legitimar y normalizar la violencia, y al volverse un gusto masivo; es mucho más difícil poder criticar algo que está respaldado por una mayoría que aprueba y reproduce mensajes como: “Más puta que Betty Boop, la que se puso bellaca, mami, fuiste tú”; dice Safaera una de las canciones de Bad Bunny, que tiene más de 230 millones de reproducciones en YouTube. Y no sólo eso, recientemente Bad Bunny fue nombrado por la Sociedad Americana de Compositores como “Compositor del año”.

Es mucho más sencillo condenar el pasado que criticar el presente, porque es en el presente donde nosotros nos sentimos parte del tiempo, y criticar el presente es juzgarnos a nosotros mismos. Quien es fan de Molotov defenderá a Molotov, quien canta las canciones de Bad Bunny defenderá al reguetonero; se defienden los gustos, pero aún falta mucho para mirar cómo nuestro gusto nos define con otros; que quizá ofendemos sin darnos cuenta.

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