Cuando comenzó a moverse la tierra, Irene quedó paralizada. Sus amigos salieron a prisa del departamento, pero ella no. Se detuvo frente a la ventana a mirar cómo todos protegían su vida, mientras ella recordaba su infancia, sus abuelos, sus padres, sus fallas, sus culpas, sus miedos. Sentir la muerte tan cerca llevó a la mujer a una introspección de sí misma.
Esta es la escena con que inicia y termina la más reciente novela de la escritora Beatriz Rivas (CDMX, 1965) Lo que no he dicho (Alfaguara 2020), una suerte de remembranzas de una vida pasada. Memorias que pueden ser ciertas o no, pero que enfrentan al lector consigo mismo, con el miedo y la culpa de hallarse al límite. Al menos es el límite al que la autora se enfrentó al escribir el relato.
▶️ Mantente informado en nuestro canal de Google Noticias
“Empecé a leer las memorias de mi abuela materna y paterna, y me di cuenta que tenían capítulos interesantes, y se me ocurrió una primera novela que no resultó, pero al momento que empecé a escribir me surgieron tránsitos de goce del personaje de Irene, recuerdos de su vida", comparte en entrevista.
“Pensé que cuando uno está a punto de morirse o está cerca, empiezan a llegar imágenes de tu memoria de la vida, imágenes de momentos importantes. Entonces decidí hacer este personaje con esa culpa que siente cuando ve la muerte llegar, la culpa es importante en la novela, todos en un momento de nuestra vida sentimos la culpa de la vida pasada”, agrega la también autora de La hora sin diosas.
Así Irene se convierte en el hilo conductor de las confesiones de quien mira hacia atrás. Se cuestiona la maternidad, la familia, el amor, la amistad, la vida. No hay una conclusión o al menos no busca una idea final, sino sólo poner sobre la mesa la serie de recuerdos, incluso memorias falsas, esas que uno mismo construye.
“Esta novela es una historia sobre una persona que en un momento límite, se pone a reflexionar de manera desordenada de su vida. Pero es curioso cómo encajó en esta pandemia que también nos está llevando a un momento límite. Nos está pasando a todos, estamos reconsiderando nuestras prioridades, la vida, la familia, el amor, la maternidad. Son temas en la novela vistos a la luz de cuando crees que te vas a morir”, añadió la también cuentista.
Aunque la intención no era escribir sobre la pandemia, Rivas refiere que la situación ha mostrado la fragilidad de la vida, y el personaje de Irene sirve de espejo de quienes han estado al límite o viven el proceso del duelo. Un espejo, acotó, que nos pone a pensar.
Para Rivas escribir la historia fue un ejercicio para expropiar el miedo, ese que paraliza el cuerpo. “Todo lo ves con unos lentes muy distintos, que no te dejan tomar buenas decisiones y todo el tiempo sientes miedo al pasado, un miedo de algo que ya no puedes arreglar”, refirió.
Si bien la novela está cargada de momentos propios de la autora no es una autobiografía en el sentido estricto, pues pende del hilo de la ficción que adereza el relato de una mujer que incluso podría recordar lo que no sucedió o lo que gustaría hubiera ocurrido. Es la memoria falsa con la que Rivas juega.
Para la novelista la literatura, y en general el arte, es un refugio en tiempos de crisis. Un espacio donde no sólo hay viajes a otros mundos, sino introspección a sí mismo.