Erasmo Paredes, mejor conocido como "Chelo", es un hombre de 46 años quien desde niño ha tenido acercamiento con el arte.
A pesar de que no tiene preparación académica en esta área, a través de las redes de amigos que ha tejido a lo largo de su vida ha desarrollado sus habilidades artística.
Desde hace dos años reside en Valle de Bravo donde, junto con su pareja sentimental, abrió Xochicalli, un taller cultural de cartonería, alebrijes, acuarela, dibujo, mandalas, ajedrez, meditación y sanación.
En este taller conoció a un profesor del Centro Penitenciario de Valle de Bravo, quién lo invitó a dar clases de alebrijes a los reos.
“Siempre me ha interesado enseñar lo que uno sabe, así como a mí me han enseñado a mí; así llegué al taller de alebrijes dentro de la cárcel” platicó.
El taller de alebrijes está dirigido para personas mayores de 12 años, representando un reto esta nueva misión en su vida.
“Hay un estigma para hablar de la cárcel, siempre se piensa en lo peor, pero no es cierto, yo creo que dentro de la cárcel hay que gente que desafortunadamente tomó una decisión equivoca”, relató sobre la visión que tiene de sus alumnos.
“Dentro de la cárcel hay una dinámica: tú enseñas, les cobras”, confesó.
Esta dinámica dentro de los centros penitenciarios de cobrar por enseñar va en contra de la filosofía del taller de "Chelo".
“Yo vengo a enseñar pero también a aprender”, platicó sobre la filosofía que tiene al impartir un taller.
Así logró cambar el chip de sus más de ocho alumnos a cinco o seis meses de haber iniciado el curso.
El alebrije es un ser fantásticos de colores, el cual puede tener en su composición varios animales con combinaciones de colores.
Sus creaciones
El material necesario, además de las figuras de la naturaleza, para realizar los alebrijes es papel kraft, periódico, engrudo, cartón, pinceles y pinturas acrílicas.
“Vamos a crear nuestro alebrije tomando las formas de la naturaleza; es como ir haciendo un rompecabezas, formando o uniendo dos piezas y a partir de ahí se va desarrollando tu obra; ésa es una de las partes que a mí me ha cautivado de los alebrijes”, explicó.
"Chelo" ha optado por reutilizar el papel que dan en las tortillerías para enseñarle a sus alumnos, pues de lo que se tira en la basura se puede hacer arte.
Los alumnos del taller son hombres, en su mayoría jóvenes de entre 20 y 35 años, asisten los lunes de 9:00 a 12:30 horas desde hace un año tres meses.
"Chelo" tarda 15 días en realizar un alebrije de 40 centímetros, y un mes para las piezas más grandes, destinando de 60 a 100 horas de trabajo para culminarlas.
Los alumnos del taller dentro de la cárcel, tardaron en realizar sus obras 10 meses debido a la dinámica del lugar.
Una vez terminada sus piezas, los presos buscaban comercializarlas aun sin una galería establecida para mostrar sus trabajos finales, sin embargo ya han encontrado un lugar para montar su exposición; el restaurante las Almendras en el centro de Valle de Bravo.
A pesar de que el arte es poco valorado dentro de los centro penitenciarios por parte de los presos, en el taller de alebrijes la propia obra los fue cautivando para desarrollar el gusto del arte.
“El mismo arte te cautiva, a veces la parte del maestro es eso, impartirlo y darlo con la mejor calidad para que uno lo entienda y lo sienta más", argumentó.
Esto es una forma de hacer y llevar arte para las personas que se encuentran en rehabilitación social, humanizando sus actos a través de la creación de alebrijes.