El día de ayer en la mañana, y por el WhatsApp que tenía con José Chanes, recibí una muy triste noticia. Las familias Lauría y Nava me comunicaban -con profundo pesar- la muerte de su tío. Del maestro al que desde esta tribuna honró.
Hace ya casi 20 años que escribí esto que verán abajo. Hoy lo retomo, porque sigo pensando que José Chanes Nieto ha sido uno de los mejores administradores públicos de México. Y se lo dedico a él, que desde hoy se vuelve testimonio permanente.
Existen en mi país una gran cantidad de hombres y mujeres expertos en la administración pública. Desde Elena Jeanetti Dávila, quien ha dado su vida por y para éste, para abajo o lateralmente -si se le quiere ver así-, existen muchos maestros que vienen desde la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, dando lo mejor de ellos, para el estudio y aplicación de la administración pública, incluso han formado un instituto donde están refugiados. Son los mejores administradores públicos de este país y de América Latina: el INAP.
Es más, ellos han creado a la administración pública para México. Hoy quiero dedicar este artículo a alguien que ha querido mucho a mi suegro el ministro Canudas Orezza. Alguien que vivió de cerca con él, que aunque abogado, conoció a fondo la problemática y la procuración de justicia de este país, hace ya muchos años. El se llama José Chanes Nieto.
Aparte de todo lo que el maestro Chanes significa para nosotros en nuestra vida personal y académica, déjenme decirles que es un hombre cabal y honesto, sencillo y con la única pretensión en la vida de servir a su prójimo como a él mismo.
Y en este tiempo en que el país requiere de voluntad y esfuerzo compartido, de lucha cotidiana y formal, quien conoce las reglas de la política pública y las establece a través de la buena administración pública, es digno de tomarse en cuenta.
¿Qué por qué lo apoyo? Simplemente porque, vea usted: en el tiempo en que nadie escuchaba ya nada de mi respetadísimo exjefe Ignacio Pichardo Pagaza, y cuando se le hizo a él una ceremonia a través de Roberto Gómez Collado en el Instituto Colosio, sólo estuvimos allí pocas personas. De veras pocas. Por supuesto que casi todo su gabinete formal y la gente que realmente lo quiere.
Una de estas personas fue precisamente José Chanes Nieto que se quedó, vamos, hasta que nos quitaron la luz y nos tuvimos que salir casi a gatas. Porque esa actitud fue de gran verticalidad y elegancia. Porque muchos de los administradores públicos a los que Pichardo ayudó, no estaban allí. Les dio miedo asistir. A Pepe Chanes no. Este hombre es leal -pensé desde entonces- y para mí significó mucho porque éste es uno de los valores primordiales que reconozco de cualquier ser humano, la lealtad.
José Chanes Nieto -hubiera sido- un dignísimo candidato para presidir el Instituto Nacional de Administración Pública. Y creo que lo -hubiera hecho- mucho mejor que alguno que otro presidente que ya tuvo la oportunidad de estar sentado en esa silla y que no logró el consenso necesario para salir adelante.
Lo que necesitamos en este país son hombres y mujeres entregados al resurgimiento, despegue, consenso y guía de miles de seres humanos; y ellos son los administradores públicos que necesitan el respaldo de un instituto tan prestigiado. De un lugar en dónde aprender tanto políticas públicas, como administración pública, gerencia pública y todo lo que lleva a la honradez, ética, conocimiento y valores: en síntesis, el amor a su nación, de ese que siempre llevaré en la mente y la conciencia que nos decía quedito y fuerte otro de los grandes maestros del Instituto: Pedro Zorrilla Martínez.
Desde aquí hago un llamado al presidente actual, Carlos Reta, hombre vertical de valores, para que, como lo hice delante de mis adorados compañeros de comunicación social alguna vez, con los que me reúno periódicamente: el mismo Reta, Olmos, Herrera Valenzuela y López Azuara, alguna ve para don Ignacio Pichardo Pagaza, para que ahora le otorgue, el doctorado Honoris Causa a José Chanes Nieto.
“La incompetencia es la más peligrosa de las corrupciones”.