Como ya es tradición desde hace veintitrés años, el maestro organista Víctor Urbán ofreció un magistral concierto en el Jardín Botánico de esta ciudad, en el marco del equinoccio de primavera y como cada año, centenas de personas se dieron cita en el emblemático lugar de la capital mexiquense para ser parte de este doble espectáculo.
El recital musical comenzó en punto de las cinco y media de la tarde, cuando la encargada del Jardín Botánico, Anastasia Sergeevna, dio la bienvenida al público y luego dio paso en el escenario al maestro Urbán, justo frente al "Hombre Sol", pieza en vitral del maestro Leopoldo Flores.
El acto comenzó con el concierto en sol mayor de Sax-Bach, del cual se interpretaron los movimientos de allegro, grave y presto, para entonces, los ocupantes del Cosmovitral hacían las primeras fotografías, así observaron cómo, de a poco, comenzaba el fenómeno natural que puede observarse los primeros días de primavera, cuando el sol ilumina a plenitud el Hombre Sol, el cual luce radiante en colores rojo y naranja.
Más tarde, el maestro Víctor ofreció la tocata 11 de Alejandro Scarlatti-Vignanelli, pieza de la cual se interpretó: presto, partita alla Lombarda y fuga, momento en que los asistentes ofrecieron cálidos aplausos al reconocido y querido organista mexiquense.
Antes de interpretar la última pieza, Víctor Urbán se puso de pie frente a los asistentes, recordando que la tradición de este concierto nació junto con el anterior director del Cosmovitral, Oliverio Jiménez, quien presenta un deterioro de salud importante, motivo por el cual se apartó de sus labores, y por ello tampoco pudo estar presente en este concierto número 23.
La última pieza fue "Suite Tonanzintla" de Ramón Noble, de la cual se interpretaron los movimientos: Danza de los bufones, Danza de los músicos, Danza de las estrellas, Danza de las vírgenes y Danza de los ángeles.
El maestro fue reconocido entre aplausos por el público, que se colocó de frente a su órgano, agradeciendo las muestras de cariño; el maestro Urbán decidió tocar la emblemática pieza con la que cada año cerraba el concierto a petición de Oliverio Jiménez: "Tocata y fuga en re menor" de Johann Sebastian Bach, con la cual concluyó el emotivo recital.