/ lunes 7 de diciembre de 2020

La Peña, un lugar con vestigios Matlatzincas en el olvido

Investigaciones recientes indican que los vestigios arqueológicos datan del periodo del epiclásico mesoamericano, teniendo su esplendor alrededor del año 950 d. C


La etnia Matlatzinca, cuya presencia mayoritaria se registró en el valle de Toluca, también impactó culturalmente a Valle de Bravo. Muestra de ello son los hallazgos realizados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) los cuales demostraron que hay vestigios arqueológicos de esta etnia en el Pueblo Mágico.

Dichos vestigios son fáciles de encontrar en “La Peña”, uno de los barrios más emblemáticos del lugar ubicado dentro de la cabecera municipal. Según Patricio Gutiérrez Ruano, arqueólogo egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, La Peña era un lugar espiritual y geopolítico importante para ellos.

El lugar es una piedra caliza de más de 60 millones de años que se alza entre la llanura, lo que era concebido como el valle hasta que se creó la presa Miguel Alemán Valdés en la década de los 40. Su misticismo espiritual se comprende por ser una falla geográfica singular en medio del sistema volcánico transversal de México, con lo cual se convierte en una especie de isla de un sistema kárstico en medio de una geografía de sierras, llanuras y volcanes.

A esto se le suma lo encontrado hace más de 20 años por Silvia Murillo Rodríguez, investigadora del INAH, quien descubrió alrededor de mil 200 tumbas en esta zona, por lo que se puede suponer que La Peña era un lugar donde los matlatzincas enterraban a sus muertos, y por lo tanto, Valle de Bravo era una necrópolis.

Durante esta investigación, siguiendo con los datos que Gutiérrez Ruano proporcionó a El Sol de Toluca, se encontraron tumbas, cistas, entierros primarios, y demás complejos arquitectónicos como plazas, terrazas habitacionales, altares, basamentos piramidales y palacios.

De acuerdo con las propias investigaciones realizadas por el INAH, los vestigios arqueológicos datan del periodo del epiclásico mesoamericano, teniendo esta civilización prehispánica su esplendor alrededor del año 950 d. C., en la región de Valle de Bravo y municipios vecinos.

También, hay investigaciones que suponen que en los terrenos en los que fue construido el Hospital General de Valle de Bravo y aquellos que comprenden lo que hoy se conoce como el barrio de San Antonio, existe la posibilidad de encontrar más vestigios, e incluso, señalan que los hay sumergidos debajo del agua que forma la presa Miguel Alemán, pues para hacerla tuvieron que inundar 2 mil 900 hectáreas en donde se practicaba la agricultura.

Dicha superficie fue un terreno destinado a esta actividad económica primaria la cual, desde el tiempo de los matlatzincas, fue parte fundamental para que pudieran asentarse en esta región, nutrida por ríos y basta en vegetación.

Es de resaltar que el centro Matlatzinca más importante en esta región se encontraba en el municipio de Temascaltepec, que en náhuatl significa “Cerro de los Temascales”, entendido también “Cerro de los baños de vapor”.

Toda esta zona se comprendía como una zona de influencia Matlatzinca, específicamente desde Malinalco en el estado de México hasta Zitácuaro, en Michoacán, ya que era un paso de intercambio de productos entre la tierra caliente y la tierra fría, pasando por Temascaltepec y Valle de Bravo.

Un pueblo con gran dominio

El arqueólogo Gutiérrez Ruano explicó que el pueblo Matlatzinca se puede concebir de dos formas: la primera tiene que ver con los nativos que hablan este lenguaje, los matlatzincas; y la segunda, como una confederación, una etnia pluricultural, un pueblo conformado por muchos pues, a pesar de que en el valle de Toluca existió un predominio Matlatzinca, también convivieron y se asociaron con Ocuiltecos, Purépechas, Otomíes, Mazahuas, Tlahuicas y Náhuatl.

Teniendo tres centros importantes donde se tomaban las decisiones políticas de este pueblo originario: Calixtlahuaca, Teotenango y Tollocan, replicando la visión tripartita en cuanto a la organización política que se vivía en este periodo en toda Mesoamérica.

Actualmente, el territorio dominado por los matlatzincas, entendidos como una gran confederación de etnias, va desde El Charo hasta Huetamo en Michoacán y, sin concebir la división territorio actual, hasta los límites territoriales entre los estados de México y Morelos.

En la entidad mexiquense, el dominio de estos comprendía en el centro a Calixtlahuaca, Toluca y Teotenango, Ocuilan, Malinalco y Tenancingo al sur; y Malacatepec, Temascaltepec y Tejupilco al occidente. Incluso, tenían intercambios con otros grupos originarios con quienes colindaban como los Tarascos y los Mexicas, quedando en medio de estas imponentes culturas mesoamericanas.

¿Los vallesanos, conocen su historia?

Los habitantes de Valle de Bravo también presumen tener conocimiento de estos vestigios arqueológicos. Los más viejos, aquellos que vieron como La Peña se fue vendiendo para la construcción de casas habitación residenciales o condominios privados, relatan que era común ir a este lugar y encontrar piedras talladas, muñequitos con ojos y boca hechos en barro, vasijas, ollas, ídolos.

Ante este panorama, también dan cuenta que no había autoridad que regulará esto, pues para la construcción de dicha zona fueron desenterrados estos vestigios por los particulares sin ninguna precaución alguna.

En el 2016 el INAH suspendió la construcción de un centro comercial propiedad de Alejandro Martí y Alejandro Aboumrad en los predios conocidos como “Las Monjas” y “Casa de Ídolos”, pues los habitantes de Valle de Bravo denunciaron que estaban destruyendo y saqueando la historia de los pueblos originarios de esta región por lo que se hizo, aún más evidente, la presencia de estos vestigios prehispánicos entre la cotidianeidad de los vallesanos.

¿Qué hace el INAH?

El 30 de marzo de 2016, el INAH actualizó un comunicado sobre esta zona, en la que se aseguró la protección del patrimonio arqueológico.

Aseguraron que, llevando a cabo los estudios técnico-científicos que guiarán la investigación arqueológica y, aplicando de manera estricta la normatividad vigente en materia de protección del patrimonio cultural; por lo anterior, no ha permitido que se pierdan las evidencias arqueológicas existentes en dichos predios.

Con esto, según dicho comunicado, se logró evitar el saqueo y la destrucción de los contextos arqueológicos en la zona, recuperar los bienes arqueológicos existentes al interior del predio, registrar y analizar las áreas de actividad identificadas.

Así como determinar una secuencia cronológica y cultural del sitio, obtener muestras para fechamiento, para correlacionar con la tipología cerámica y lítica, caracterizar los vestigios de arquitectura antigua, y recuperar y analizar los entierros humanos, con el fin de reconocer patrones de uso-consumo, parentesco, filiación étnica y cultural de los antiguos habitantes de “La Peña” de Valle de Bravo, entre otras cosas.

Concluyendo, en este comunicado de hace más de 4 años, que en caso de ubicar las formas originales arquitectónicas de la terraza “Casa de Ídolos”, o de algún elemento arquitectónico no visible, se evaluaría su conservación, restauración y presentación al público en general, el tratamiento del material arqueológico, mediante lavado, marcado y clasificación de los materiales arqueológicos recuperados, y la redacción del informe técnico correspondiente, en el cual se sustenten los dictámenes parciales y final que dio origen a la liberación del predio.

Al final del proceso, se realizaría el embalaje y traslado de materiales a las áreas de resguardo que asigne el INAH.


La etnia Matlatzinca, cuya presencia mayoritaria se registró en el valle de Toluca, también impactó culturalmente a Valle de Bravo. Muestra de ello son los hallazgos realizados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) los cuales demostraron que hay vestigios arqueológicos de esta etnia en el Pueblo Mágico.

Dichos vestigios son fáciles de encontrar en “La Peña”, uno de los barrios más emblemáticos del lugar ubicado dentro de la cabecera municipal. Según Patricio Gutiérrez Ruano, arqueólogo egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, La Peña era un lugar espiritual y geopolítico importante para ellos.

El lugar es una piedra caliza de más de 60 millones de años que se alza entre la llanura, lo que era concebido como el valle hasta que se creó la presa Miguel Alemán Valdés en la década de los 40. Su misticismo espiritual se comprende por ser una falla geográfica singular en medio del sistema volcánico transversal de México, con lo cual se convierte en una especie de isla de un sistema kárstico en medio de una geografía de sierras, llanuras y volcanes.

A esto se le suma lo encontrado hace más de 20 años por Silvia Murillo Rodríguez, investigadora del INAH, quien descubrió alrededor de mil 200 tumbas en esta zona, por lo que se puede suponer que La Peña era un lugar donde los matlatzincas enterraban a sus muertos, y por lo tanto, Valle de Bravo era una necrópolis.

Durante esta investigación, siguiendo con los datos que Gutiérrez Ruano proporcionó a El Sol de Toluca, se encontraron tumbas, cistas, entierros primarios, y demás complejos arquitectónicos como plazas, terrazas habitacionales, altares, basamentos piramidales y palacios.

De acuerdo con las propias investigaciones realizadas por el INAH, los vestigios arqueológicos datan del periodo del epiclásico mesoamericano, teniendo esta civilización prehispánica su esplendor alrededor del año 950 d. C., en la región de Valle de Bravo y municipios vecinos.

También, hay investigaciones que suponen que en los terrenos en los que fue construido el Hospital General de Valle de Bravo y aquellos que comprenden lo que hoy se conoce como el barrio de San Antonio, existe la posibilidad de encontrar más vestigios, e incluso, señalan que los hay sumergidos debajo del agua que forma la presa Miguel Alemán, pues para hacerla tuvieron que inundar 2 mil 900 hectáreas en donde se practicaba la agricultura.

Dicha superficie fue un terreno destinado a esta actividad económica primaria la cual, desde el tiempo de los matlatzincas, fue parte fundamental para que pudieran asentarse en esta región, nutrida por ríos y basta en vegetación.

Es de resaltar que el centro Matlatzinca más importante en esta región se encontraba en el municipio de Temascaltepec, que en náhuatl significa “Cerro de los Temascales”, entendido también “Cerro de los baños de vapor”.

Toda esta zona se comprendía como una zona de influencia Matlatzinca, específicamente desde Malinalco en el estado de México hasta Zitácuaro, en Michoacán, ya que era un paso de intercambio de productos entre la tierra caliente y la tierra fría, pasando por Temascaltepec y Valle de Bravo.

Un pueblo con gran dominio

El arqueólogo Gutiérrez Ruano explicó que el pueblo Matlatzinca se puede concebir de dos formas: la primera tiene que ver con los nativos que hablan este lenguaje, los matlatzincas; y la segunda, como una confederación, una etnia pluricultural, un pueblo conformado por muchos pues, a pesar de que en el valle de Toluca existió un predominio Matlatzinca, también convivieron y se asociaron con Ocuiltecos, Purépechas, Otomíes, Mazahuas, Tlahuicas y Náhuatl.

Teniendo tres centros importantes donde se tomaban las decisiones políticas de este pueblo originario: Calixtlahuaca, Teotenango y Tollocan, replicando la visión tripartita en cuanto a la organización política que se vivía en este periodo en toda Mesoamérica.

Actualmente, el territorio dominado por los matlatzincas, entendidos como una gran confederación de etnias, va desde El Charo hasta Huetamo en Michoacán y, sin concebir la división territorio actual, hasta los límites territoriales entre los estados de México y Morelos.

En la entidad mexiquense, el dominio de estos comprendía en el centro a Calixtlahuaca, Toluca y Teotenango, Ocuilan, Malinalco y Tenancingo al sur; y Malacatepec, Temascaltepec y Tejupilco al occidente. Incluso, tenían intercambios con otros grupos originarios con quienes colindaban como los Tarascos y los Mexicas, quedando en medio de estas imponentes culturas mesoamericanas.

¿Los vallesanos, conocen su historia?

Los habitantes de Valle de Bravo también presumen tener conocimiento de estos vestigios arqueológicos. Los más viejos, aquellos que vieron como La Peña se fue vendiendo para la construcción de casas habitación residenciales o condominios privados, relatan que era común ir a este lugar y encontrar piedras talladas, muñequitos con ojos y boca hechos en barro, vasijas, ollas, ídolos.

Ante este panorama, también dan cuenta que no había autoridad que regulará esto, pues para la construcción de dicha zona fueron desenterrados estos vestigios por los particulares sin ninguna precaución alguna.

En el 2016 el INAH suspendió la construcción de un centro comercial propiedad de Alejandro Martí y Alejandro Aboumrad en los predios conocidos como “Las Monjas” y “Casa de Ídolos”, pues los habitantes de Valle de Bravo denunciaron que estaban destruyendo y saqueando la historia de los pueblos originarios de esta región por lo que se hizo, aún más evidente, la presencia de estos vestigios prehispánicos entre la cotidianeidad de los vallesanos.

¿Qué hace el INAH?

El 30 de marzo de 2016, el INAH actualizó un comunicado sobre esta zona, en la que se aseguró la protección del patrimonio arqueológico.

Aseguraron que, llevando a cabo los estudios técnico-científicos que guiarán la investigación arqueológica y, aplicando de manera estricta la normatividad vigente en materia de protección del patrimonio cultural; por lo anterior, no ha permitido que se pierdan las evidencias arqueológicas existentes en dichos predios.

Con esto, según dicho comunicado, se logró evitar el saqueo y la destrucción de los contextos arqueológicos en la zona, recuperar los bienes arqueológicos existentes al interior del predio, registrar y analizar las áreas de actividad identificadas.

Así como determinar una secuencia cronológica y cultural del sitio, obtener muestras para fechamiento, para correlacionar con la tipología cerámica y lítica, caracterizar los vestigios de arquitectura antigua, y recuperar y analizar los entierros humanos, con el fin de reconocer patrones de uso-consumo, parentesco, filiación étnica y cultural de los antiguos habitantes de “La Peña” de Valle de Bravo, entre otras cosas.

Concluyendo, en este comunicado de hace más de 4 años, que en caso de ubicar las formas originales arquitectónicas de la terraza “Casa de Ídolos”, o de algún elemento arquitectónico no visible, se evaluaría su conservación, restauración y presentación al público en general, el tratamiento del material arqueológico, mediante lavado, marcado y clasificación de los materiales arqueológicos recuperados, y la redacción del informe técnico correspondiente, en el cual se sustenten los dictámenes parciales y final que dio origen a la liberación del predio.

Al final del proceso, se realizaría el embalaje y traslado de materiales a las áreas de resguardo que asigne el INAH.

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