Luego del linchamiento mediático que se desató contra el ex director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, Enrique Bátiz, por la acusación lanzada en redes por la violista suiza Silvia Castran, amigos y seguidores lanzaron una petición a través de la organización Change.org para contrarrestar la agresión en su contra y pedir a la Secretaría de Cultura no sumarse a esta lapidación.
Defensores del músico piden analizar la información del caso y no reproducir la calumnia que tomó desprevenido a Bátiz, la cual, a casi un mes de los hechos, sigue siendo reproducida por varios medios.
Al ser cuestionado sobre el caso, habla despacio, con cuidado, pero firme. “Aquí no hay ni habrá ninguna denuncia por violación o acoso contra Enrique Bátiz”, dice y remata al decir que el pasado 12 de febrero llegó a un entendimiento con Silvia Castran para poner fin a este penoso asunto que lo puso en el ojo del huracán con una campaña mediática que, admite, lo mantiene horrorizado, porque se ha puesto en entredicho su honorabilidad, cuando no existe ninguna denuncia formal.
Bátiz, fue acusado en redes sociales y medios de comunicación por Castran de haber sido agredida hace 22 años en un hotel de Suiza, cuando él fue director invitado de su orquesta.
Bátiz niega totalmente la imputación. Explica que en 1996 tuvo una relación consensuada con ella de una sola noche, nada más, pero cuando ella quiso algo más, él no. Eso fue en Suiza, un país, donde si hubiese sido una violación, seguramente él habría sido encarcelado y castigado con todo el peso de la ley.
Incluso, señala que cuatro años después, en 2000, Silvia Castran se le apareció en un ensayo y lo saludo desde lejos. Ella vino a dar dos recitales de violín en el Conservatorio de Música y quiso iniciar una relación conmigo, a lo cual me negué. En ese tiempo Crastan, dijo, se alojó con la pianista Marina Romanova quien en una publicación de Facebook refiere ser testigo de la obsesión que tenía la suiza hacía él.
A sus 75 años, 40 de los cuales los dedicó por completo a la OSEM, Bátiz está enfermo. Sus finas manos que por tantos años dirigieron a una de las orquestas más importantes del país, orgullo del Estado de México, tiemblan levemente, producto del parkinson que padece.
Muy lejos, quedó ese hombre temperamental que a muchos hacia temblar con el sólo tono de su voz. Criticado y odiado por muchos, aclamado quizá, por menos, pero eso sí, pocos podrán negar su gran genio musical. Hoy especula que parte de ese atrevimiento de Silvia Crastan de lanzar tan lapidaria acusación se deba a la relación que debió entablar con algunos de los 18 músicos que el año pasado se quejaron de él ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, por maltrato, denuncia que no prosperó al calificar como ambiguo y genérico el lenguaje usado contra quienes lo acusaban.
Reconozco que hablaba fuerte, que era insolente y tenía mis exabruptos, como algunas otras personas pudieran tenerlos, pero de ahí a cometer un delito de esa naturaleza, existe una gran distancia.
Inquiere incluso a quien esto escribe, ¿usted, hubiese querido mantener contacto o una relación con alguien que la atacó de esa forma? ¿le habría escrito cartas a su agresor? Claro que no, eso habla de una mujer despechada.
Mientras comemos en un pequeño restaurante, no faltan las demostraciones de apoyo de algunos comensales, que señalan la injusticia que se ha cometido contra un hombre que, aseguran, solo grandeza le ha dado no solo al Estado de México y el país.
Luce molesto, decepcionado y triste por lo que está viviendo una calumnia está haciendo con su vida, si bien insiste ser temperamental y tener exabruptos, eso -apunta- no es ningún delito.